REAL ZARAGOZA

Enciendan las alarmas

El Zaragoza abrió el marcador apenas consumido el primer minuto de juego pero los jugadotres vitorianos reaccionaron con fuerza y remontaron el partido.

Preocupante. Tras lo visto anoche en Vitoria, cabe asegurar que, a 13 días para el inicio de la liga, todo en el Zaragoza de Marcelino sigue en un peligroso estado de indefinición. Se siguen encajando goles a capazos y no hay manera de adoptar una mínima personalidad en el tipo de juego que quiere el nuevo preparador. El partido ante el Alavés (rival este año en Segunda, un igual por lo tanto) fue un serio aviso de lo que puede aguardar si no se mejora con urgencia.


En principio, de milagro cabe calificar el hecho de que el primer tiempo acabase equilibrado con el 1-1 que logró in extremis el ariete alavés Reguero. Y es que, en toda esa primera mitad del duelo, el equipo aragonés solo existió un minuto: el primero del partido, cuando Pavón, en la jugada del saque inicial, metió un balón largo a la espalda de los centrales y Ewerthon, buscando el hueco en velocidad, voleó en carrera por encima del portero Bernardo. Ese golazo madrugador que tanto prometió se quedó como una perla rara y única en el espeso juego zaragocista de toda la noche. Esto sigue sumido en la densidad de un fútbol inconexo, sin ligazón, sin continuidad alguna, casi como el primer día ante el Mirandés hace ya casi un mes. Les cuesta a los futbolistas blanquillos cogerle la onda a lo que el nuevo técnico pide de ellos: presión y salida rápida a la contra. No hay manera de hacerlo con un mínimo rigor y, al final, los partidos son un calco.


La diferencia está enfrente. Si el rival es de Tercera (Mirandés), Segunda B (Pontevedra, Ferrol) o están peor incluso que el Zaragoza en su puesta a punto (Sporting), es posible sacar adelante un marcador cargado de maquillaje a pesar de tantas y tan serias carencias. Si el adversario es más serio (el Villarreal o el armado Alavés de anoche), los defectos y las dudas de este balbuceante Zaragoza quedan mucho más a la intemperie.


Antes del descanso, el equipo vitoriano pudo ya haber sentenciado a su favor el choque. Tras el precoz 0-1, los vascos se vinieron arriba y crearon hasta siete jugadas de gol que no supieron materializar en el último toque. Entre el minuto 6 y el 37, Igor, Astudillo por dos veces, Pablo Casar (que se anticipó a Ayala de cabeza en una falta lateral, un viejo mal que no se cura), Emilio y Toni Moral, un magnífico extremo zurdo que volvió loco al chaval Valero y a quien se le puso por delante, perdonaron la vida a los aragoneses. El empate de Reguero al filo del minuto 45 hizo justicia y encaró lo que sería al final un triunfo trabajado y merecido por los locales.


Tras el intermedio, el mal sabor de boca tuvo continuidad en las filas zaragocistas. La aparición de Oliveira, Sergio García y el debutante Arizmendi (pasó desapercibido), sugirió de principio alguna luz positiva arriba, pero fue un espejismo. El Alavés volvió a ser mejor, pese a evidenciar un claro bajón físico en varias de sus piezas. El Zaragoza, mientras, siguió aportando lo mismo al choque: nada de nada.


El duelo enloqueció en los últimos 11 minutos con el gol de Albacar, que sorprendió con un centro chut envenenado desde 45 metros a López Vallejo. El 2-1 apenas le duró al Alavés porque el árbitro -protestadísimo- pitó penalti por agarrón a Sergio Fernández en una falta y Oliveira empató de inmediato. Y cuando la tanda de penaltis amenazaba para decidir el ganador del trofeo puesto en juego, el mismo colegiado vasco compensó la pena máxima con otra similar por supuesto agarrón de Chus a Reguero. Toni Moral, el mejor de la noche, hizo el 3-2 final y dejó al Zaragoza en su sitio.