HIMALAYISMO

El infierno se acaba mañana

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Carlos Pauner avanza ante la mirada amenazante del Annapurna.
El infierno se acaba mañana
EFE

Venenoso Annapurna. Dolorosa cima de muerte. Pero precioso reto el de posar los crampones sobre su cumbre. Sesuda paradoja, motivo de dramas humanos, de lágrimas tristes y alegres. Contrastes de la alta montaña. "El hombre es el único animal que arriesga su vida voluntariamente", suele citar Sebastián Álvaro, perro viejo en batallas de esta índole, intentando hallar una explicación convincente a la existencia del montañismo como deporte. Y los sentimientos, agitados, se encuentran. Carlos Pauner y sus compañeros lloran la trágica pérdida de Tolo Calafat, pero no se privan de congratularse por la hazaña obrada: haber hollado, junto al 'gudari' mallorquín, la cima del agresivo ochomil nepalí.

Con un saco de sensaciones opuestas, la expedición que lidera el aragonés Carlos Pauner abandonó el Annapurna, coloso de roca y nieve en que se escenificó una nueva tragedia, infierno que, también ayer, quiso adquirir galones de eterno. Pudieron irse, al fin, los expedicionarios españoles que, durante horas, se sintieron prisioneros del mal tiempo, que impedía al helicóptero despegar desde el campo base rumbo a Katmandú. "Todo se ha complicado. El helicóptero ha tenido problemas para salir y, de hecho, parte del personal de la expedición (los cocineros, por ejemplo) se ha quedado allí. Irán a por ellos mañana (por hoy)", señalaba ayer Carlos Pauner a HERALDO.

El rotor levantó el vuelo, pero el capítulo de complicaciones no quedó allí cerrado. Aunque la conversación con el aragonés transcurrió con total normalidad, el aspecto de las calles de Katmandú era ayer bien diferente a la serenidad que transmitía el hilo telefónico. Los maoístas iniciaron en la capital una huelga indefinida, cuyas consecuencias alcanzaron a los 'ochomilistas' españoles. "Al llegar a Katmandú, nos hemos encontrado con una ciudad paralizada por culpa de una huelga. Sin transporte para acudir al hotel desde el aeropuerto, hemos debido camuflarnos en una ambulancia, la única forma para circular por aquí en estas circunstancias. Así hemos conseguido llegar a nuestro destino", relataba Pauner.

La atmósfera podría mejorar hoy, día en que el himalayista jacetano debe preparar el regreso a casa: "Como jefe de la expedición, tengo que afrontar todo el papeleo para concretar la defunción de Tolo. Si obviamos este paso, se le daría por desaparecido en España, no por fallecido". Pauner espera acometer todas las gestiones, pese a la atmósfera de incertidumbre que reina en Nepal por culpa de la huelga. "Es casi imposible moverse por Katmandú; no hay transporte y las calles están tomadas por los manifestantes", comentaba.

La burocracia será el último obstáculo, la última etapa, de la expedición Annapurna 2010. Porque el infierno se acaba mañana. Carlos Pauner y los suyos partirán de Katmandú por la tarde, finalmente, con destino a Doha. En la capital qatarí deberán esperar apenas un par de horas para tomar el vuelo que les conducirá a España. La T-1 del aeropuerto de Barajas les recibirá el miércoles, en principio, sobre las 8.10. Allí estarán esperándoles sus familiares para, después, acudir a Zaragoza por carretera.

Vivo tras la guerra

Dolorido, aunque sus problemas en la vista mejoran y las congelaciones en las expremidades superiores no revisten gravedad, Carlos Pauner encara el regreso a casa dejando atrás el infierno del Annapurna. "Ha sido una expedición compleja y estamos muy cansados, aunque apenas hemos estado allí un mes. El Annapurna nos ha exigido mucho. Estoy contento por haber podido subir y, sobre todo, por haber logrado escapar. El sentimiento es parecido al de una guerra cuando sales a combatir y salvas la vida. Estamos agotados: lo de Tolo ha sido terrible", apuntaba el jaqués.

Mientras, la polémica no abandona lo ocurrido con el himalayista balear. "Nos llegan algunas cosas, pero no muchas. Sabemos lo que ha pasado, la familia de Tolo también (hemos estado en contacto con ellos todos los días). Pero permanecemos ajenos a lo que se dice. Bastante tenemos con resolver nuestros problemas", relataba Pauner, que ya sólo espera poder descansar en casa. Y, entronces sí, dar por terminado el infierno del Annapurna.