REAL ZARAGOZA

El festejo de Agapito

El accionista mayoritario y sus principales ejecutivos entienden que hay motivos que celebrar una vez alcanzada la salvación, cuando la simple permanencia siempre significó aquí otras cosas.

H ace ya semanas que están suspendidos los análisis de fondo sobre el fútbol que practica el Real Zaragoza, tanto en lo que afecta a la sustancia del mismo como por lo que toca a la forma. Como los resultados han ido empujando hacia la salvación, nada más se ha dicho. Nada más tenía mayor trascendencia. Puede realizarse el mismo ejercicio por lo que respecta al partido disputado anoche en el estadio municipal de Chapín, en Jerez. Resulta más confortable para todos prescindir de cualquier revisión sobre lo hecho. Que la efectúe quien desee mortificarse o quien deba afrontar el deber como cuestión inevitable, por las obligaciones inherentes al cargo que se ocupa, se sea accionista mayoritario (Agapito Iglesias), director deportivo (Antonio Prieto) o secretario técnico (Pedro Herrera). Los demás nos agarramos al puro pragmatismo, al hecho de que la revolución de invierno activada por el director general, Gerhard Poschner, dio con la vida, con la supervivencia.

Como se sospechaba, el Real Zaragoza se salvó matemáticaemte a causa de los resultados que se dieron por la zona baja de la tabla. Se acabó el sufrimiento. Terminó esta pesadilla de temporada, a la que le queda un último capítulo, en este caso ya por completo intrascendente en lo que se refiere a la suerte definitiva del equipo aragonés. Puede predicarse ya que concluyó felizmente una campaña mal concebida en un principio y resuelta por medio de un milagro, a través del fichaje de siete jugadores en el mes de enero. Cada cual ha aportado lo suyo hasta llegar aquí, de la misma manera que el cuerpo técnico.

José Aurelio Gay, en cualquier caso, quería para su equipo otro final de campaña, una manera más digna, decorosa o aseada de despedirse. Apeló a varios argumentos razonables y de cierto peso, y expuso por ello sus ideas por activa y por pasiva en las jornadas previas. Pero el club funcionó en otro registro, como sucede tantas veces en tan variados asuntos. Los ejecutivos pensaron en las celebraciones que se podían dar después de la jornada de ayer, con el equipo instalado definitivamente en la élite, y extendieron ese mensaje de manera consciente o inconsciente entre la plantilla. El equipo, a la postre, se perdió en Chapín. Dio pena verlo jugar hacia delante, sin ideas, sin criterios, a empujones, a base de impulsos particulares, absolutamente personales, con Adrián Colunga incrustado en un abismo de soledad.

Quizá algunos de esos ejecutivos, o todos incluso, tuvieran anoche ánimo para celebrar en una discoteca sevillana de moda el objetivo alcanzado, para otros muchos, sin embargo, dudoso mérito, por razón del rico pasado y la historia brillante del club. El Real Zaragoza -esto sí es cierto- no ha sido devorado por el momento por las fauces de su habitual desgobierno en la 'era Agapito', por el peso de un trienio negro, por una etapa oscura que ha endeudado a la entidad hasta límites prácticamente insoportables por obra, fundamentalmente, de repetidas decisiones deportivas descabelladas e incluso en ocasiones ridículas. Aquí, en este negocio, no van el fútbol por un lado y las pérdidas en las cuentas de resultados por otro. Están íntimamente unidos. El mal funcionamiento del equipo conduce a las penurias económicas de modo inexorable, según fluye el agua de los ríos al mar.

La solución a los problemas deportivos y societarios que se padecen no fueron las dimisiones del pasado mes de diciembre, de Eduardo Bandrés, entonces presidente de la entidad, y de los consejeros floreros. Estas salidas fueron, simplemente, un efecto. Tampoco se hallan las soluciones en las celebraciones de la permanencia en Sevilla que se intuían. El Real Zaragoza tiene ante sí una nueva oportunidad para enderezar la deriva que ha tomado su gestión. La cuestión es aprovecharla. O es ahora, en los tres próximos meses, o quizá ya no pase otro tren al que subirse. Ésta es la responsabilidad de Agapito.