ANÁLISIS

El amigo de Agapito

Poschner llegó el pasado verano a la dirección general del Zaragoza por su amistad con Agapito y hoy se retira con el deber cumplido, la salvación, y en medio del vacío al que le somete el accionista mayoritario.

Poschner, en la concentración de verano en Alemania, nada más llegar al Real Zaragoza. Agapito, Herrera y Prieto viajaron para hablar con él.
El amigo de Agapito
G. BAUM

Gerhard Poschner desembarcó como director general del Real Zaragoza porque era "amigo" de Agapito Iglesias. Esta fue, al menos, la razón más contundente que exhibió el accionista mayoritario del club repetidas veces. Durante varios meses, cada vez que se le preguntó acerca del porqué de su extraña decisión se remitió a la misma respuesta: al "amigo" estrecho e inseparable. En un principio incluso se creyó que la unión que manifestaban era poco menos que indisoluble. Los gestos de complicidad entre uno y otro eran evidentes. Se pudieron observar ya en la concentración que se llevó a cabo la pretemporada pasada en Alemania, recién nombrado Poschner director general.

Las conversaciones con el hijo de Agapito también eran fluidas en ese tiempo, otra señal inequívoca de proximidad familiar. La tónica se sucedió con posterioridad, una vez instalado el equipo en Zaragoza, bajo las órdenes de Marcelino García Toral. Poschner, sin duda, ejercía un considerable mando en el club. Había dejado de ser el representante de Ewerthon, faceta por la que era más conocido en la capital aragonesa, al margen de su pasado como jugador de fútbol.

Su posición en la entidad fue básicamente la misma hasta llegar al colapso del mes de diciembre, cuando se destituyó al entrenador asturiano y presentaron la dimisión el presidente ejecutivo, Eduardo Bandrés, y los miembros del anterior consejo de administración. Con el equipo hundido en los puestos de descenso y con una considerable crisis institucional a cuestas, Poschner se empeñó en reflotar al equipo y en salvar a la institución. Entonces creció su figura como director general hasta un límite quizá insospechado. Abarcó prácticamente la totalidad de las decisiones ejecutivas que pueden darse en un club en una situación de emergencia. Cabalgó desde los criterios puramente deportivos a los postulados de naturaleza económica, aplicados bajo un principio de prudencia según ésta es entendida por la tradicional severidad germánica. Su finalidad era no gravar más la delicada situación financiera de la entidad. De alguna manera se convirtió en el agente que había sido hasta ese momento y en el director general de nuevo cuño que era. En su persona aunó todas las facetas. Fue el principal hacedor de la denominada revolución de invierno, la que a la postre dio con la permanencia del club aragonés en Primera División.

A ojos de quienes le miraban desde fuera, Gerhard Poschner había dejado de ser el "amigo" de Agapito y el ex representante de Ewerthon. Alcanzaba otra dimensión, fruto de su hacer, de su empeño por dar otra dirección a unas circunstancias sumamente complejas que amenazaban con llevarse por delante al equipo y a la sociedad anónima deportiva.

Las intensas gestiones de aquellas fechas abrieron, sin embargo, las primeras diferencias serias con el secretario técnico, Pedro Herrera, y con otros dos ejecutivos principales del club: Antonio Prieto, director deportivo, y Javier Porquera, director corporativo. Quizá estos tres recelaron del extenso poder que había tomado el alemán dentro de la entidad. Puede ser. O no. En estas cuestiones es necesario que pase el tiempo. Sea como fuere, el caso es que Poschner chocó varias veces con Herrera y Prieto en esas fechas cruciales para el futuro de la entidad. Saltaron chispas en las negociaciones para la contratación de Matteo Contini, central del Nápoles en ese momento. Gerhard Poschner siempre creyó innecesaria la superposición de varios agentes en esa negociación. A su juicio, la presencia de estos agentes encarecía más de lo debido la operación. Las diferencias intestinas también fueron enormes en el caso de Jiri Jarosik. Después de tener el asunto cerrado de palabra, Poschner se encontró con problemas con los que no contaba, fruto de la intromisión de otro agente. Debió emplearse a fondo para que el espigado futbolista checo terminara por aceptar su primer planteamiento.

Entre operación y operación, incluso se llegó a discutir sobre quién disponía de los poderes legítimos de representación del Real Zaragoza. Cuando Poschner comenzó a tratar la contratación de Edmilson, el director general del club ya tomó una decisión radical: llevar las gestiones absolutamente en secreto. Más a largo plazo, quería modernizar el club. Pretendía cambiar sus métodos de gestión y sus viejos modos. Como todos los que lo han intentado, ha quedado en el camino. Se va el "amigo" de Agapito.