REAL ZARAGOZA

El abrazo del gol

Oliveira ha marcado 11 goles en Liga en La Romareda. Sergio García no ve puerta desde el 28 de octubre. Hoy no pueden fallar.

De la sobredosis a la carestía absoluta. Parecen remotos aquellos pantagruélicos banquetes que devoraba el Real Zaragoza hasta hace unos pocos meses. Tiempos de abrazos al por mayor. Febriles domingos en los que las bofetadas de una defensa anémica eran subsanados por una vanguardia encendida. Un divertido ejercicio de intercambio suicida.

Cuatro entrenadores y varios sistemas después, el río de la vida se ha secado. Diego Milito acabó sus balas en las batallas pretéritas y hoy persigue sombras y quimeras. Ricardo Oliveira exhibe un perfil guadianesco, con el banquillo como habitáculo particular. Y Sergio García sigue suspendiendo el examen de recuperación de su eterna asignatura pendiente.


Cero goles en los dos últimos partidos. Dos en los últimos cinco. Unos números que ayudan a comprender la caída en picado de un equipo que nació para rozar el cielo y que puede terminar estampado contra el suelo.


Esta tarde el estadio zaragozano ofrece un atajo para escapar del incendio o, al menos, sofocar las llamas. Tras la inoportuna lesión del Príncipe, gran parte de la responsabilidad recaerá sobre las espaldas de Sergio García y Ricardo Oliveira, los bomberos de urgencia. En sus manos encomienda el futuro Manolo Villanova. Una sociedad sin rodaje y con escasos antecedentes, pero con una objetivo trascendental en sus botas.


Oliveira es el Novio de La Romareda. El brasileño se siente en ese escenario como un asesino implacable. Frío, resolutivo y profesional. Once de sus doce tantos ligueros los ha firmado en el hogar. Racing, Levante (2), Villarreal, Valladolid, Espanyol (2), Murcia, Athletic, Barcelona y Almería han sufrido la puntería del paulista. Una temible tarjeta de presentación que debería inquietar a Stefano Sorrentino, el portero del Recreativo.


Este gentleman de sonrisa perenne y fusil generoso ha devorado su temporada de cesión procedente del Milan con una educación exquisita. Ni las suplencias ni las lesiones han agriado el ánimo y las formas de este brasileño con acento andaluz.


El zaragocismo le solicita una contribución más, casi definitiva, frente al Recre. El atacante es consciente de la gravedad del envite y pronunció las palabras más diáfanas de la semana de pasión blanquilla: "Nos jugamos el futuro. Tenemos que hacer las cosas bien y ganar por encima de todo. No podemos pensar en otra cosa que en los tres puntos". Mensaje captado.


La maldición de Sergio


Por su parte, Sergio García está protagonizando su temporada más paradójica. El barcelonés se ha erigido en el valor más fiable y regular del Real Zaragoza. Con sus carreras y centros ha alimentado la vertiente ofensiva del colectivo. Solidario y hambriento, ha empuñado el bisturí 'abredefensas' con una dedicación extraordinaria. Desde la lejanía, los técnicos de la selección han seguido sus evoluciones.


Pero el binomio delantero-gol mata al crack del Bon Pastor. Abraza la excelencia en todas las artes del ariete menos en la crucial: el grito definitivo. Como el torero que lo borda con el capote pero palidece en la estocada. Un pecado capital.


La estadística es cruel con el catalán. No marca desde el 28 de octubre de 2007, cuando colaboró en el añorado 4-1 sobre el Villarreal. Sus otros dos goles también se produjeron en La Romareda, frente al Sevilla y al Levante. Un botín exiguo, casi ridículo, para los merecimientos y habilidades derrochadas.


Curiosamente, si no marca en los seis partidos que restan, será su peor temporada en Primera en el aspecto realizador. Un flagarante sinsentido.