CAI ZARAGOZA

Domingo de resurrección (75-79)

Larry Lewis durante el partido ante el Cajasol
Domingo de resurrección (75-79)
EFE

El CAI vive. Parecía estar muerto tras siete tropiezos seguidos, pero ayer en Sevilla resucitó, justo en el día del Señor, en domingo. Los hombres de Curro Segura resurgieron de sus cenizas tanto en la ACB como en el propio encuentro ante el Cajasol y pudieron alcanzar un triunfo que supone el alivio deseado, un subidón de moral y la confianza en sus posibilidades de permanecer en la mejor liga de Europa. Cuando todo hacía indicar que los andaluces harían añicos al cuadro aragonés, ya que llegaron a ir catorce puntos arriba, los rojillos vieron peligrar su futuro y una espectacular defensa zonal abanderada por el quinteto que logró el ascenso el año pasado y una espectacular actuación de Quinteros todo el partido y de Lewis en el último parcial certificaron la resurrección zaragozana.


Cuando uno está herido casi de muerte tiene dos opciones: resistirse y luchar enrabietado hasta el final o dejarse llevar mientras agoniza. El Cajasol, en peor situación que el CAI optó por la primera posibilidad y saltó a la cancha con energía, con sus hombres enchufados y dispuestos a revivir y tumbar a los aragoneses. Jugadores como Miso o Rivero se mostraban mucho más acertados que en lo que va de Liga mientras los rojillos se quedaban helados en el congelador del San Pablo. Únicamente la opción segura, la de Paolo Quinteros evitaba la catástrofe ya desde el primer cuarto. Sus triples eran casi la única forma de anotar que tenían los visitantes -la otra eran los rebotes ofensivos-. Porque si en el inicio de la temporada Larry Lewis le acompañaba, actualmente el estadounidense, por lo menos hasta el descanso, parecía ido. Seleccionaba mal los tiros, apenas defendía y se veía superado por su par en el rebote, así que se fue al banco. Luego, sin embargo, resultó vital en la remontada.


En su lugar entró un motivadísimo Darren Phillip, que volvía a Sevilla y sacó petróleo de sus valiosísimos rebotes de ataque. Sin embargo, él tampoco era suficiente para parar bajo la otra canasta a un recuperado Juanjo Triguero que sacaba los dos más uno a pares.


El problema interior del CAI es evidente, ya que ayer Caner-Medley capturó hasta 15 rebotes e incluso un Mile Ilic que ha estado apartado del equipo y que solo ha entrado por la lesión de De Miguel sumaba con cierta facilidad. Todo eso y las ligeras ventajas andaluzas en el marcador hicieron que Curro apostara por algo que hasta ahora no había hecho, rotar mucho a sus jugadores. Ya no tenía nada que perder y ya en el primer cuarto ya había utilizado a diez de sus hombres.


Llegaron entonces los peores minutos de los rojillos, esos que hicieron temer lo peor, que parecían condenar al CAI a un pozo demasiado profundo al finalizar la primera vuelta de la competición. Y es que los triples de Ignerski y Savanovic, unidos a la falta de ideas en ataque colocaban a los sevillanos con 14 puntos de renta. La defensa apenas existía, las ayudas llegaban tarde y las luces de alarma se encendieron inmediatamente. Curro las vio e hizo su apuesta. Colocó una zona, tiró de Starosta, un auténtico profesional aunque tenga las horas contadas, y la cosa mejoró. Pero solo era el inicio del gran CAI que se vería tras el descanso.


Lo curioso del caso es que fue el quinteto LEB, el que amarró el ascenso el año pasado, el formado por Victoriano, Quinteros, Lescano, DP y Starosta el que abanderó esa reacción. Con una entrega memorable en la defensa zonal, la seguridad y la colaboración de todos en el rebote y la fluidez y variedad ofensiva dieron la vuelta completamente al encuentro y se colocaron por delante en el marcador ya hasta el bocinazo final.


Pedro Martínez no encontraba la fórmula de romper a los aragoneses. Ni el pundonor de Pecile ni la entrega de Triguero eran suficientes para reaccionar. El Cajasol estaba fallón, ya que la defensa zaragozana no le daba buenas opciones de tiro, y únicamente con el despertar de Ellis en el perímetro redujeron su desventaja.


Pero faltaba la guinda. Y esa la puso Larry Lewis. Por fin, después de varias semanas hibernando, el americano asumió la responsabilidad, pero con cabeza. Aprovechó su fuerte, el tiro de tres, y cuando se le presentó la oportunidad clavó hasta cinco triples en el último cuarto para sentenciar el encuentro. Solo un desastre podía apartar al CAI de la gloria y, eso, ante un Cajasol que camina moribundo por la ACB, era poco probable. Los de Segura tocaron finalmente el cielo. Pero vuelven a la tierra. Han resucitado.