OPEN USA

Djokovic: la nueva ‘Bestia Humana’ del tenis

Nadal lo dio todo pero no fue suficiente, fue una sombra de sí mismo, se descompuso y se desmoronó.

Nadal y Djokovic, tras la final
Nadal y Djokovic, tras la final

Creíamos que Rafael Nadal, ganador de diez ‘slams’ y del título olímpico, era 'la Bestia Humana'. Lo ha sido durante cinco o seis años deslumbrantes en los que ejecutó, a golpe de raqueta y con una mentalidad rocosa, el más difícil todavía. Logró ganar en todas las superficies y amargó bastante los maravillosos años del probablemente mejor tenista de todos los tiempos: Roger Federer. Rafael Nadal ganaba por calidad de juego, por consistencia física, por tenacidad y, muy especialmente, por fortaleza mental. En casi todos los deportes, la mentalidad es decisiva: es tan importante como una buena técnica o una adecuada preparación física. Rafael Nadal siempre nos sorprendía: parecía estar tocado por el signo de la victoria.


Además de Federer, un jugador elegante dotado de una virtuosa gama de golpes, sus grandes rivales lo eran, y lo son más que nunca, Andy Murray y Novak Djokovic. Hace exactamente un año, Nadal ganó el Open USA al serbio. Con cierta comodidad, si puede decirse eso. Este año, ‘Nole’ ha estado increíble, ha reducido al mínimo su baremo de fallos, y en semifinales había realizado un partido magistral y vencido en cinco sets a Federer. Qué gran partido, qué intensidad, qué calidad la de ambos y qué ferocidad la suya, superando dos sets en contra y dos pelotas de partido. El jugador que aún le sigue cuestionando su supremacía es, muy particularmente, Federer. Anoche lo esperaba Nadal: un Nadal entusiasta, fuerte, que parecía haber recuperado su armas secretas y sus mejores sensaciones: un buen primer servicio, convicción, la condición física, la pasión por la batalla hasta la extenuación, y la mentalidad. El mejor Nadal, o casi, se enfrentaba al mejor Djokovic.


Rafa entró bien en el choque, pero flaqueó pronto en el primer set. Perdió con severidad: 6-2, a pesar de que se jugaron puntos larguísimos, casi interminables, agónicos. Hubo más igualdad en el segundo set, aunque Nadal acabó cediendo de nuevo: 6-4. Si él parecía un titán, que movía a su adversario una y otra vez, si lanzaba auténticos zambombazos cruzados, si acudía a la red, Djokovic respondía con majestuosidad. El auténtico acróbata del más difícil todavía era él. Lo devolvía todo y además se revelaba, por si no lo supiéramos, como el jugador que mejor resta del mundo del tenis. Resta tan bien, o acaso mejor aún, que el inolvidable ‘Jimbo’ Connors. El español no lograba encontrarse con su mejor primer saque.


Rafael Nadal jugó un tercer set impresionante. Con todo su carácter, con todo su fervor. Aceptaba el desafío y el castigo, y quería devolverlo todo. Jugó para no morir y al límite mismo de su energía. Igual que Nole. El partido, que rebasaba ya las tres horas, adquirió un carácter sobrehumano. Se intercambiaban golpes airados y precisos, a los que asomaba de cuando en cuando el duende, el arabesco de la muñeca. Venció Nadal en el ‘tie break’, y parecía que podría haber lugar para el milagro. A ‘Nole’ lo atendió el fisioterapeuta y ahí se acabó todo: salió de nuevo como un toro, apabullante, concentrado. ¿De dónde sacará tanta entereza y esa capacidad de recuperación? Y Nadal percibió los calambres o lo que fuera y fue una sombra de sí mismo: se descompuso. Y se desmoronó. Lo había dado todo, pero no había sido suficiente: Djokovic había estado increíble en todos los golpes, magistral, rocoso, firme. Siempre sacaba fuerzas y calidad y talento de flaqueza. Lo tiene claro: juega a ganar, lleva la iniciativa. El coloso había renacido cuando más estaba contra las cuerdas ante un Rafael Nadal que, con todo, ha salido fortalecido. Está algo por debajo del serbio, pero no tanto. Y parece que va intentar lo que ha hecho en casi todos los torneos: reinventarse.


Djokovic ha mejorado en todo. En capacidad de resistir un largo peloteo desde el fondo, en seguridad, en sentido estratégico, en furia y en autoestima. Y siempre, siempre, encuentra un golpe ganador. Es un depredador: la nueva 'Bestia Humana' del tenis.


Se agiganta otra rivalidad para la leyenda: Djokovic y Nadal. En el Open USA.