REAL ZARAGOZA

Desmantelamiento obligado

Razones deportivas y, sobre todo, motivos económicos, llevarán al club a desprenderse de media plantilla.

Un buen número de piezas del vestuario del Real Zaragoza caducaron masivamente anteanoche en Mallorca. El descenso a Segunda División, en una de sus innegociables e inexorables consecuencias nocivas para cualquier club que se cae al infierno de la categoría de plata, hizo inviable su continuidad en el equipo a partir del 30 de junio. Ese dato, por lógica deportiva y sentido común matemático, no admite dudas en el seno del caótico club zaragocista. Todo el mundo lo asume, incluidos muchos de los futbolistas que, en el fondo de su ser, están como locos porque exista un acuerdo rápido que patrocine su adiós a un equipo al que ellos han llevado a una ciénaga en la que ahora no les apetece permanecer.


El serio y grave problema, en estos momentos de desconcierto en los entresijos de la entidad aragonesa, es saber quién deberá negociar y dirigir tantas y tan complejas "operaciones salida". ¿Seguirán Agapito y Bandrés siendo el dúo referencial de este proyecto? ¿Continuará Herrera aferrado a su cargo tras acumular su segundo descenso en sus 14 años en el despacho de los fichajes blanquillos? ¿Vendrá otro? ¿Cuánto se puede esperar en un estado asimilable al vacío de poder?


Sea quien sea el ejecutor real de la escarda, la catástrofe futbolística y monetaria obliga al Zaragoza a buscar salida a la inmensa mayoría de sus topes salariales en el vestuario. Ni Diego Milito (3,3 millones netos de salario anual), ni Ayala (2,3), ni Aimar (2,1), ni Lu-ccin (2,2), ni Pavón (1,8) pueden cobrar eso en Segunda. Tampoco Ewerthon (2,2), que regresa tras su cesión al Espanyol con dos años más de contrato en vigor. A gente con menos caché -aunque también elevado- se le buscará salida por razones más relativas a lo deportivo: Juanfran, Óscar y López Vallejo se evalúan hoy como la suelta de un lastre necesario de cara a un futuro duro e incierto. En el ámbito de los grandes salarios, Diogo y Matuzalem son dos problemas de envergadura con difícil solución de entrada. El uruguayo (1,8) se ha lesionado de gravedad y su convalecencia (hasta diciembre no podrá jugar) hace imposible su traspaso. Toca aguantarlo por fuerza. Y Matu (2 millones), aún no tiene precio y su caso sigue en manos de la FIFA por el modo en el que Agapito lo fichó. Es un piso con cargas legales que, seguramente, nadie va a querer comprar. Así que todo indica que, o se hace encaje de bolillos, o su facturación va a ser muy complicada.


El regreso del cedido Oliveira (2,2) al Milán está cantado y el adiós de Celades con su contrato finiquitado es un hecho. Del resto de casos posibles se da cuenta en el cuadro adjunto. Una revolución.