EL PORTERO

Casillas se redime con dos paradas definitivas

Había sembrado dudas durante el Mundial pero salvó a España al detener un penalti que cambió el partido.

Casillas detiene el penalti.
Casillas se redime con dos paradas definitivas
AFP PHOTO

Hay detalles que marcan un campeonato y por regla general favorecen a los ganadores. Por tanto, no son producto de la casualidad. Y en el Ellis Park de Johannesburgo hubo uno que permite la supervivencia de España. Resulta que Iker Casillas había sido cuestionado, y con razón, porque ofrecía signos de dudas, de inseguridad, de inquietud, de incertidumbre. Como si la persecución a la que le somete la prensa rosa, y no tan rosa, por su noviazgo con la periodista y enviada especial a Sudáfrica, Sara Carbonero, le hubiera afectado más de la cuenta.

Quienes le conocen bien dicen que se le ve más tenso, más huidizo. Le habían rematado poco pero no mostró solvencia. En el gol ante Suiza salió tarde y de forma heterodoxa, con los pies por delante en lugar de con cuerpo y manos. Frente a Portugal, se le escaparon un par de balones que hay que atajar por más que el Jabulani sea un balón playero. Y ante Paraguay, había sido un espectador más hasta que tuvo que ejercer de santo.

Un penalti tonto por un agarrón continuado de Piqué hizo sobrevolar a todos los fantasmas en Johannesburgo. La maldición de cuartos se hacía presente en su máxima extensión. Pero, como buen ciudadano de Móstoles -ahí se inició el 2 de mayo de 1808 la declaración contra los franceses que inició la Guerra de la Independencia-, Iker resistió hasta poner de los nervios a Cardozo, el delantero del Benfica que, precisamente, había ejecutado a Japón desde los once metros. Penalti mal tirado pero inmenso acierto del portero en su primer momento determinante del Mundial. La forma de saltar en el banquillo de Pepe Reina y de Víctor Valdés demuestran que para los propios protagonistas no hay debate y que cada uno asume su rol con buen compañerismo.

La parada de Casillas resultó providencial en varios aspectos. En primer lugar, salvó a España de verse con al agua al cuello, a expensas de un arreón de la vieja furia ante los abnegados paraguayos. Y, en segundo lugar, porque espoleó a la selección.

España se buscó la vida para forzar un penalti que transformó bien Xabi Alonso pero el quisquilloso colegiado guatemalteco mandó repetir porque entraron algunos jugadores en el área. Lo hicieron, pero menos que otras veces. En la segunda oportunidad, el donostiarra se estrelló contra Justo Villar. Cesc fue objeto de un penalti birlado. Daba igual, España había cambiado de rostro.

Creció la selección con Cesc, mejoró con Pedrito en lugar de Xabi Alonso y llegaron el gol de Villa y el jolgorio español. El banquillo salió en masa a abrazar al 'Guaje', 'Pichichi' provisional del Mundial. Se formó una piña en un córner mientras Casillas reflexionaba en la soledad del guardameta. Sabía que había sido él el verdadero artífice de la victoria.