DIARIO DEL MUNDIAL

Brillo fugaz y un indecible cansancio

El equipo de Del Bosque no es el de la Eurocopa: marcó dos goles, espantó fantasmas y acabó sufriendo por cansancio y falta de codicia.

España sigue donde estaba a nivel de juego pero con tres puntos y con la recuperación de la esperanza. El partido ante Honduras arroja la tranquilidad de una victoria aseada y, a la vez, despierta algunas incertidumbres. El choque fue un calco del que se jugó ante Suiza, con un cambio determinante -los dos goles de Villa, que ha recuperado su olfato-, y una revelación un tanto inesperada: el combinado de Del Bosque está un poco lejos del grupo de la Eurocopa. La caligrafía es similar: se triangula, se buscan desmarques parecidos, pero el conjunto no está inspirado, carece de aquella fluidez y del buen hilván colectivo que vimos en 2008. Sus futbolistas han dejado de jugar de memoria. O si lo hacen, alguno se atasca en la lección general.


Rapidez, repliegue, resistencia

España se amanera ante el marco rival, abusa y abusa del toque como si quisiera marcar goles circenses. Goles preciosistas para alimentar las repeticiones de la televisión o figurar en los cromos Panini. Ha perdido velocidad, se repliega bastante mal (en esa parcela, en la segunda parte, tuvo momentos inquietantes) y, lo más extraño, es que no está a punto en cuanto a preparación física. Ayer, a España le sobraron más de veinte minutos: consumió muy pronto la resistencia y se chamuscó su inteligencia. Del Bosque tampoco parece que haya estado lúcido y elocuente con las sustituciones: el cambio de Sergio Ramos por Arbeloa, por ejemplo, suena a extraño, o a recompensa: Ramos es de los jugadores más pundonorosos de la selección, de los que mejor recuperan, y ayer fue de los que más peligro creó: tiró en dos ocasiones y estuvo muy cerca del gol. No pareció casi nunca el defensa deslavazado del primer partido.


Otro detalle fundamental de ayer fue la ausencia final de ambición: Honduras no quería perder; con dos tantos en contra, salía en tromba y propiciaba el contraataque, los pupilos de Del Bosque acabaron dormitando, andando cansinamente, como si les sirviese el resultado o les venciese su propia fatiga.


Lo más positivo son los tres puntos. Se jugase como se jugase, todo pasaba por el triunfo. Y España ganó. Cumplió su objetivo sin lujo alguno, o con algunos lujos iniciales. Ahora necesita repasar muchas cosas. Durante muchos minutos, la banda de Capdevila pareció vacilante. En la media, Xavi fue de más a menos, y acabó deambulando con algunos gestos de su clase, pero sin la brillantez habitual, sin llegar a ser lo que se le espera de él: el gran director, el medio menudo que todo lo ve y que a todo llega con clase, perspicacia y buenos pases. Xabi Alonso desapareció en la segunda parte, por lo menos durante muchos minutos, y Cesc, el deseado, pareció intrascendente en ataque y en labores de contención. En la segunda parte, la media española, sobre todo tras la marcha de Xavi, perdió el sitio, la afinación y el dominio, y solo mantuvo el pulso Sergio Busquets, que fue -con Villa, y ambos muy de largo-, el mejor del equipo. Busquets rebañó balones, se fajó en el cuerpo a cuerpo, hizo faltas tácticas y exhibió un buen juego hacia arriba. Si en el primer partido pareció que él y Xabi Alonso se duplicaban, ayer Busquets estuvo inconmensurable en la pelea, en la dirección (que se le exigió tras la marcha de Xavi y la liviana presencia de Cesc) y en la seguridad.


Fernando Torres encarnó a una sombra de sí mismo: lento, impreciso, no supo leer las jugadas ni se colocó adecuadamente en muchos balones que lo buscaban. Falló un cabezazo cantado por picar en exceso la pelota. Navas sirvió algunos balones valiosos, fabricó un penalti, pero rara vez desbordó a su par. Solía tener dos muy cerca de él: el águila del regate no halló la velocidad precisa ni el juego profundo que se le supone, pero hay que otorgarle confianza. Villa estuvo más incisivo.


El delantero que todo lo puede

David Villa merece un comentario especial: es el gran delantero español del momento, el jugador de infinitos recursos, la centella que no se extingue. Descolgado a la izquierda, fue determinante: generó muchas ocasiones de gol, penetró una y otra vez, buscó el pase de la muerte o la combinación letal con Fernando Torres, y fabricó dos maravillosos goles: el primero, estupendo, de extremo que avanza a contrapié, de afuera hacia dentro, y el segundo fue un trallazo de los suyos, favorecido por un leve rebote.


España no debe confiarse en nada. Tiene que coger el pulso y la forma. Acabó pidiendo la hora: casi exánime tras el esfuerzo, sin rapidez y sin atreverse a golear como lo había hecho un poco antes Portugal. Este equipo, por ahora, no está para imaginar proeza alguna. El juego de la Eurocopa es un ideal. Una aspiración. Un sueño aún lejano. Chile, como se ha visto, exigirá mucho más.