REAL ZARAGOZA

Arizmendi y el talismán

La tres victorias fuera del Zaragoza se han acompañado de goles de Arizmendi. Un dato más que adorna la resurrección del madrileño tras volver a sus orígenes en punta

Javier Arizmendi celebra su tanto al Sevilla Atlético.
Arizmendi y el talismán
JUAN CARLOS ARCOS

Que el fútbol expande y contrae sonrisas según le llega el ciclo es una vieja historia. Que Arizmendi apenas había abandonado sobre el césped ese espigado gesto triste que le acompaña en el Real Zaragoza, también. Eso, posiblemente, sea solo su carácter. Quizá eso no cambie nunca. Sí lo ha conseguido su fútbol, su momento, su fe.

 

Arizmendi se ha revolucionado de arriba a abajo desde que el Real Zaragoza giró a la segunda vuelta del calendario y quedó refundado tras los rodeos del mercado invernal. Nadie como el madrileño (posiblemente solo Songo'o) ha experimentado un crecimiento exponencial después de la venta sin reparar de Ricardo Oliveira. Aquella nefasta maniobra en los despachos obligó a Marcelino a reinventar la delantera y a inclinar la posición y funciones de Javier Arizmendi. Todo es nuevo para el madrileño desde entonces: su relevancia, su juego, su espíritu y un poco su lánguida mirada.

 

El partido de Murcia confirmó ese estado exultante. Su tarde fue un despliegue de virtudes ofensivas: enlazó con las líneas de producción, se agitó en lo espacios vacíos, acudió a bandas, fabricó peligro, asistió y marcó un gol burlando con un sutil embuste corporal al portero Elía. Un lujoso guiño técnico. Todo ello, lo redondeó con un frenético sacrificio en la presión. En realidad, Arizmendi nació con ese juego. Sus orígenes como punta en el Atlético de Madrid, el Racing y las inferiores de la selección española lo enseñaron como un punta más dinámico y complementario que goleador y afilado. Era un segundo punta metido en una estructura de grúa.

 

Luego vino la revisión. Pasó al Deportivo y cayó a la banda. Alternando extremo y punta, Arizmendi acabó en la selección absoluta. Rozó el cielo. Luego vino su ilógica metamorfosis. En Valencia, comenzó en la banda y acabó de lateral derecho por obra y gracia de Koeman.

 

Arizmendi nunca más fue punta. Ni siquiera en sus primeros días en Zaragoza. Marcelino acabó por borrarlo de equipo. Hasta que ahora, Arizmendi ha resurgido arriba y lleva un talismán en la mano: siempre que ha marcado fuera (tres de sus cuatro goles), ha ganado el Zaragoza: Sevilla Atlético, Tenerife y Murcia. También en casa: Levante.