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El presidente busca su nuevo golpe de efecto

El Real Zaragoza se interna en el mercado invernal intentado lograr los refuerzos que puedan ayudar a mejorar al equipo y relajen la tensa situación social existente.

Agapito Iglesias, propietario del Real Zaragoza
El convenio sale adelante
ARANZAZU NAVARRO

El equipo colista, la afición levantada, las arcas vacías y el prestigio de la entidad por los suelos. La cruda realidad del Real Zaragoza retrata a una institución perdida, sumida en un punto crítico de su larga y, hasta hace poco, intachable historia. Días agrios que han generado la total ruptura social entre la dirección del club y sus seguidores.


No hay ilusión. La pésima racha de diez partidos sin ganar en Liga, a los que se han de sumar la eliminación copera a manos de un Segunda como el Alcorcón, han resultado demasiado para una afición que se distinguía por su exigencia de buen juego y que, por circunstancias impuestas por el guión, ha terminado mendigando algo que se parezca al fútbol. Mínima exigencia que no obtiene de sus jugadores. Por ello, desde la dirección técnica zaragocista se trabaja para añadir jugadores durante este mercado de invierno. Piezas que puedan ayudar a reconducir lo que parece una situación abocada al infierno.


Muchos nombres son los que suenan y pocos son los futbolistas que no han sido tanteado por los aragoneses durante las últimas fechas. El más sonoro de todos, sin ninguna duda, el exmadridista Guti. El propio jugador reconoció, a través de Twitter, que la entidad aragonesa se había puesto en contacto con él. Sin embargo, su incorporación parece más que complicada ya que sus planes parecen pasar por retirarse de la primera línea y, quizás, jugar en Asía por la experiencia vital que ello supone.


Sin duda, la contratación del madrileño hubiese sido una operación rubricada por Agapito Iglesias. Durante los cinco años de su mandato, el máximo accionista del Real Zaragoza se ha caracterizado por la ejecución de una serie de movimientos imprevisibles que, popularmente, ya se conocen como 'cambios de efecto'. Giros inesperados llamados a levantar la moral del aficionado pero que, por su contra, raramente han tenido una viabilidad económica e, incluso, deportiva. El resultado, un descenso y la incursión en ley concursal más abultada del fútbol español.


Ya su irrupción en el mundo del balompié fue un digno ejemplo de esta política. La contratación de Víctor Fernández, el arquitecto del inmortal equipo que logró la Recopa, y un discurso que hablaba de la Liga de Campeones iluminó a un graderío ansioso por degustar un proyecto ambicioso. Sin embargo, un año más tarde, operaciones efectistas como el fichaje de Ayala por la cláusula de rescisión, cuando meses antes había firmado libre por el Villarreal, o la fallida artimaña para lograr a Matuzalem dieron como resultado otro año en el infierno. Como conejo de la chistera para paliar el dolor llegó Marcelino García Toral, que entonces pasaba por ser uno de los técnicos más reputados de Primera División.


La lista de trucos es casi interminable y se extiende hasta la actualidad. El penúltimo de ellos, al que solo costó diez días para que se le pudiera ver el cartón, fue la entrada en la gestión del Consejo de Administración que encabezaba Salvador Arenere. Los nuevos rectores se marcharon argumentando la existencia de injerencias por parte de Iglesias, desatando tras de sí un vendaval que se verá escenificado en la concentración que hay convocada para el próximo sábado, a las 17.30, en la puerta cero de La Romareda.


Para entonces, el Real Zaragoza intentará tener un nuevo jugador que pueda insuflar algo de ilusión a los descontentos. Situación complicada teniendo en cuenta el escaso margen de maniobra económica del que gozan los blanquillos y que le colocan en peor posición para negociar respecto al resto de competidores.