REAL ZARAGOZA

Abajo las alarmas

Los precedentes de temporadas con inestabilidad desaconsejan tomar ahora cualquier medida drástica.

Marcelino ya se encuentra en el eje de la discordia. Algunas bayonetas no han tardado mucho en apuntarle. Ha bastado un cuarto de temporada -diez jornadas- y una eliminación en Copa para que la posición del entrenador del Zaragoza haya perdido blindaje dentro del club. De puertas para adentro, en determinadas esquinas y despachos y de un modo sigiloso y privado, el nombre de Marcelino ofrece ya las primeras dudas. Por mucho que la evidencia de una plantilla malformada conduzca a la gente a buscar responsabilidades más arriba del banquillo, a Marcelino lo sostendrán los resultados. Siempre es así. Tampoco del club podrían destilarse otras medidas, salvo esperar la reapertura de los mercados y acabar el trabajo inconcluso en verano en materia de refuerzos. No cabría otras vías. Es reforzar o despedir, si fuera necesario y cuando lo fuera. Ante la incómoda situación actual del equipo, los análisis sobre el trabajo de Marcelino se han intensificado en la cúpula dirigente en las últimas horas. Su cargo, para nada, corre peligro ahora. Sin embargo, sí se han encendido algunas señales de preocupación. La alarma está prepara para sonar.


Lo cierto es que el equipo se ha anquilosado y el juego ha decaído. Si el fútbol del arranque de temporada alzaba al Zaragoza muy por encima de sus resultados, ahora son las matemáticas el mejor aliado de Marcelino. Su equipo se ha difuminado, las ideas se han ensuciado en la puesta en práctica, se sufre en los dos hemisferios: en el defensivo porque la línea de protección del Zaragoza es frágil y poco fiable. En el ataque, porque la producción de peligro es escasísima salvo si un balón parado es el origen. En definitiva, Marcelino asiste a cómo su equipo proyecta una peligrosa línea de declive. Sin embargo, todo lo anterior es tan visible como la clasificación. Ahí el Zaragoza sigue guardando, desde el puesto 13º, una distancia prudencial (cuatro puntos) con la zona de descenso, teniendo en cuenta que la Liga aún no ha abierto diferencias serias.


De momento, las señales actuales y los precedentes del pasado desaconsejan cualquier medida drástica. El Zaragoza es el mejor equipo de los tres ascendidos. Su aterrizaje en Primera mejora a los de Tenerife (15º) y Xerez (19º). El tamaño y los gastos de estos clubes podrían anular cualquier comparación razonable con el Zaragoza, pero el objetivo, ahora, es común: la permanencia. Luego está la proyección de los puntos a final de temporada. De seguir a esta cadencia, el Zaragoza concluiría con 41,8 puntos, una cifra agonística y que no garantiza la salvación (el propio club aragonés y el Betis del año pasado bajaron con 42), pero que desvela que el ritmo de puntaje no es ni mucho menos ruinoso.


Y los precedentes. Aquí las experiencias de la última temporada tras un ascenso (2003/2004) y la debacle de hace dos años pueden servir de buenas consejeras, como termómetro inmejorable. Ambas indican los caminos tan opuestos en los que desemboca la agitación de un banquillo. En una estaba peor que ahora y acabó salvado, y en la otra estaba mejor y se fue a Segunda. Hace 6 temporadas, con Paco Flores al mando, a estas alturas el Zaragoza estaba algo peor, aunque no tanto como lo estaría después. Alfonso Soláns aguantó a Flores toda la primera vuelta. En ese punto, con el Zaragoza destrozado y camino de Segunda, se decidió el relevo por Víctor Muñoz. Dani y Movilla enriquecieron un equipo construido a medias y el Zaragoza remontó, salvándose y ganando la Copa. No ocurrió lo mismo hace dos años. Con las miras puestas en Europa, a estas alturas el Zaragoza estaba séptimo y eliminado en UEFA. Entró en barrena, se alejó de sus objetivos, cayó Víctor Fernández en la jornada 19 y lo demás es conocido: Garitano, Irureta, Villanova y el desastre.