Redactor de Cultura de HERALDO DE ARAGÓN

La primera estrella: Jude Bellingham

Jude Bellingham, el joven centrocampista del Borussia, deslumbró con Inglaterra.
Jude Bellingham, el joven centrocampista del Borussia, deslumbró con Inglaterra.
EFE/EPA/Ronald Wittek.

Ya ha echado a correr el Mundial más sospechoso de todos los tiempos. Y también extraña: generalmente, un Mundial es una oportunidad para un país entero, no solo para una ciudad, y por lo regular no se levanta sobre más de 6.500 muertos reconocidos, y quizá el doble reales. Una de las ausencias, quizá más esperada de lo que queríamos ver, es la de Karim Benzema, que había llegado en el mejor momento de su carrera: se había convertido en un futbolista con carisma, goleador, inteligente y con capacidad de un liderazgo que hemos tardado en reconocerle. Francia lo pierde a él, y lo ha hecho sin llorarle, igual que había sucedido con Pogba y Kante, dos estupendos centrocampistas complementarios que ya habían sido campeones del mundo. Francia viene a defender su título, tiene un estupendo equipo, pero tampoco parece haber dado con la tecla: eso sí, el futuro campeón casi siempre se va encontrando poco a poco en la competición.

Inglaterra ha empezado avasallando, aunque en defensa pareció algo frágil. Y ya tiene la primera estrella del torneo: el joven Jude Bellingham, centrocampista del Borussia, de 19 años, y mucha personalidad en la dirección, el despliegue y el remate. Inglaterra tiene muchos jugadores que suenan bien: Kane, asistente en vez de goleador por una vez, Foden, Mount, Grealish (ese por el que Guardiola tiró la casa por la ventana), Rashford o Sterling. Por nombre y por lo exhibido ante Irán, Inglaterra parece desear, con fundamento, volver a coronarse como lo hizo en casa en 1966. Algunos ya han empleado la palabra ‘asustar’: el Mundial también se juega día a día con epítetos y algunas desmesuras precipitadas.

Holanda ha ganado con más pena que gloria a una Senegal seria, trabajadora y muy compacta. Sufrieron lo suyo los hombres de Van Gaal, pero tiene mimbres y parece claro que será determinante en la creación de juego De Jong, al que conocemos bien de España donde tiende a ser irregular. De lo más destacado, sin duda, el portero larguísimo Andries Noppert, de 2.03. Lo paró casi todo, por arriba, a media altura y rasito y bien pegado al poste. Ha sido determinante para el equipo holandés: así a primera vista parece muy lejos de las selecciones de 1974 y 1978, cuando practicaban el fútbol total, o de la de 2010, aquella que tanto hizo sufrir a la Roja inolvidable de Iniesta, Xavi, Casillas y Villa. Y Gales, como era de esperar, se ha reencontrado con su héroe Gareth Bale, ese jugador desconcertante que solo se olvida de los palos de golf cuando juega con su selección. Ahí es otro: recobra su formidable calidad, su olfato y se convierte en el auténtico salvador. Bale, al que vimos con más pena que gloria en los últimos años en Madrid, sin deseos de comparecer, ha dicho aquí estoy yo ante Estados Unidos, al que el choque se le hizo demasiado largo Y marcó. Tiene química con la camisola de Gales: es otro y confirma que posee hambre de gloria nacional.

Así, de entrada, el Mundial de Catar será el de las despedidas. Se irán para siempre, a los estadios de la memoria y la leyenda, futbolistas como Messi, Cristiano Ronaldo, Modric, Busquets y probablemente Lewandowski. Vaya repóker de estrellas. Todos distintos, desde luego, pero fantásticos: Messi sueña con conquistar el título porque eso significaría que para los argentinos dormiría para siempre a la altura de Maradona; Cristiano Ronaldo desea irse por la puerta grande, si no con el título sí con goles, ahora que ya los dioses han dejado de creer en él; Modric anhela repetir la hazaña de Rusia, la de su selección y la suya propia, maestro de la dirección y la pausa; Busquets, tan cuestionado a menudo, querría dejar su mejor tarjeta: otra lección de agudeza y serenidad del mejor centrocampista defensivo de la tierra durante años, y Lewandowski vive del gol y de la fantasía: las esperanzas de Polonia están depositadas en su talento ante el marco rival y su empatía con los jóvenes.

Y hoy, debuta España. El 'streamer' Luis Enrique no necesita lecciones de nadie, pero a veces conviene aprender de la experiencia. El combinado nacional no puede construirse con una media formada por Busquets y sus dos escuderos culés: el rabioso e inagotable Gavi y el sutil y surtidor de maravillas Pedri. Son buenos, excepcionales, carne de futuro con presente pero no les dejemos que se atraganten o desconfíen de sí mismos. Esa sala de máquina necesita algo más de consistencia. Tenemos ejemplos recientes: los choques del Barcelona contra el Bayern y el Real Madrid. Queremos a los nuestros atrevidos sí, desenvueltos, partidarios de la hermosura y de la clase, pero suicidas no.

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