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Carlos Sanz: "Disfruto de cada momento como si fuera el último"

El aventurero y escritor aragonés acaba de presentar su último libro sobre su apasionante vida.

Carlos Sanz, siempre preparado para actuar.
Carlos Sanz, siempre preparado para actuar.
José Miguel Marco

Luchador, sobrevividor, comunicador, escritor... Las caras del poliédrico Carlos Sanz invitan a la reflexión. Cualquier perspectiva debe partir de los cuatro hígados trasplantados que le hacen vivir y sonreír. A partir de ahí, todo lo demás, que no es poco.

Cuatro hígados, decía.

Con el que nací, cinco. Y tres libros. El último, acabo de presentarlo. Se titula ‘No soy un robot’. Se puede adquirir en Imperium Ediciones.

La salud es lo primero. Luego, iremos con la literatura.

Con el último hígado que me trasplantaron, en 2002, llevo casi tanto como con el que nací. Antes me trasplantaron en octubre del 1998, en agosto y septiembre de 2001, y el actual en 2002.

Recuerdo al Carlos Sanz árbitro, cuando me pitaba con los chavales del Montecarlo. ¡Qué bien arbitraba Carlos Sanz! Como Granel, como Clos (mejor, incluso, su hermano Ángel)… ¡Qué lujo!

Fue un tiempo precioso. Ascendí categoría tras categoría hasta llegar a la Primera. Iba de asistente con Daudén Ibáñez, con Bueno Grimal… Llevaba tres años en Primera y enfermé. Necesitaba un hígado. Si no, me moría.

No sé si es mejor que siga preguntando yo o continúa hablando usted mismo…

La vida me fue quitando lo que más me gustaba y nunca me quejé. Me quitó primero el arbitraje. Después, una vez trasplantado, me quitó el atletismo cuando era campeón del mundo en 4x100 de deportistas trasplantados.

¿También tuvo que dejar el atletismo?

También. Tuve que ponerme dos prótesis de cadera porque la medicación y la artrosis me destrozaban las articulaciones.

Pero no se rindió.

Por supuesto que no. Después de las dos prótesis de cadera, me puse a nadar con Ángel Santamaría. Así logré la medalla de plata en el Europeo de 2008. Pero tuve que dejar la natación en 2010.

¿Y eso?

Tenía muchísimo dolor en los hombros. Entonces, empecé a hacer alta montaña. En 2013 fui al campo base del Everest, a 5.500 metros de altura. Después, en 2015, desarrollé el proyecto de las 17 cimas con mi hijo Samuel. Consistía en ascender la montaña más alta de cada Comunidad española. Yo ya estaba cojo.

¡Pues si no lo llega a estar!

Al acabar, me operaron y me pusieron prótesis en las dos rodillas.

Y ahora, ¿qué tal se encuentra?

¿Qué tal me ve usted?

¡A estrenar!

¡Ja, ja, ja! También, como le decía, he escrito tres libros. El primero, en 2015, se titulaba ‘Ganar la vida’.

Toda una declaración de intenciones.

Así es. El segundo, en 2016, ‘El triunfo de la voluntad’. Y el tercero, ya en 2021, ‘No soy un robot’.

¿De qué va ‘No soy un robot’?

Cuento la visión de la vida y las dificultades que me han ido llegando paulatinamente.

Su itinerario tiene miga.

Soy un afortunado y un privilegiado por todo lo que me ha pasado.

Continúe, continúe, por favor. No quiero interrumpirle.

Gracias a todo lo que me ha pasado, veo la vida de otra forma. Valoro el momento, ni tan siquiera el presente, sino el momento. El pasado y el futuro no existen.

¿Pasado y futuro no existen...?

Claro que no. Disfruto tanto de cada momento, que ni los contemplo. Disfruto de cada momento como si fuera el último.

Le entiendo.

Disfruto con mi mujer, Merche, que es enfermera; con mi hija, Verónica, que es odontóloga; con mi hijo, Samuel, que estudió INEF y ahora Fisioterapia, y que además es árbitro asistente de fútbol en Primera División de la RFEF.

¡Qué bien, Carlos!

Además, tengo la Fundación Carlos Sanz. Visito 35 cárceles al año. Allí doy charlas sobre valores y motivación. También damos becas de material escolar a niños en exclusión social. Y doy charlas en 30 colegios al año. Y siempre, dándole gracias a la vida por todo lo que me ha regalado.

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