EUROCOPA

Mancini devuelve a la 'Azzurra' el esplendor perdido

El parco y mesurado seleccionador italiano rescató a la 'Nazionale' de sus cenizas y la reinventó para situarla de nuevo entre las grandes potencias.

Final de la Eurocopa
Final de la Eurocopa
Agencias

Cuando Roberto Mancini tomó las riendas de la selección italiana en mayo de 2018, la tetracampeona planetaria lamentaba su exclusión del Mundial de Rusia. Una horripilante fase de clasificación la mandó a la repesca, donde sucumbió ante Suecia. Desprovista de grandes referentes más allá del incombustible Gianluigi Buffon, con un bloque envejecido y un técnico errático como Gian Piero Ventura, la 'Nazionale' estaba en ruinas. El nerviosismo cundía en la Federación Italiana de Fútbol, que acudió a este parco y mesurado preparador como apagafuegos.

Contrastado en la élite, dueño de un envidiable palmarés en el que relucían tres títulos como preparador de la Serie A con el Inter de Milán y otro de la Premier con el Manchester City, el otrora talentoso mediapunta que formó una dupla temible con Gianluca Vialli en la Sampdoria y siempre tuvo alma de técnico mientras se curtía a la vera de Vujadin Boskov o Sven-Goran Eriksson experimentó alegrías y decepciones durante su periplo como internacional: 36 partidos defendiendo la casaca nacional, con un tercer puesto en el Mundial de 1990 como principal logro. Mientras Schillaci o su inseparable Vialli acaparaban focos, él se mantenía en un discreto segundo plano. Apenas cuatro tantos como bagaje con la selección italiana. Pero tres años le han bastado para reinventar su alma desde la banda.

Porque aquel combinado que recogió de las cenizas vuelve a sentarse en la mesa de las grandes potencias. Campeona por segunda vez en su historia de la Eurocopa siguiendo los pasos del equipo que se entronizó con goles de Riva y Anastasi ante Yugoslavia en el partido de desempate que resolvió la edición de 1968, Italia es más bella que nunca porque ha dicho adiós al 'catenaccio' para regalar un fútbol vistoso, brillante, atrevido y osado, aunque sin perder la disciplina y el orden que la caracteriza desde tiempos pretéritos.

La estrella es el bloque

Superados unos comienzos dubitativos en los que perdió dos de sus cinco primeros partidos (ante Francia y Portugal), la 'Azzurra' cogió rápido viento de cola y se reconstruyó a velocidad de vértigo. Mancini agitó la coctelera. Por sus manos han desfilado 77 convocados en tres años, 35 de ellos debutantes como internacionales. Consolidó a futbolistas emergentes como Federico Chiesa, Nicolò Barella o Manuel Locatelli, radiografió el talento de Leonardo Spinazzola o Giovanni Di Lorenzo, estableció un eje en el centro del campo que conjuga a la perfección el trabajo de Jorginho con la creatividad de Verratti y tiró de la experiencia de Chiellini y Bonucci para fijar el carácter de un conjunto que firma registros siderales: 34 partidos consecutivos sin conocer la derrota (27 victorias y 7 empates), a uno del récord que comparten España y Brasil.

Mancini ha dotado a Italia de una identidad propia. Ha inventado algo nuevo sin demoler lo viejo. Su Italia es camaleónica. A la Eurocopa llegó con pleno de victorias en la fase de clasificación y una media de 3,7 goles a favor por partido. Mantuvo su impoluta trayectoria en la fase de grupos una vez comenzado el torneo multisede, dominando y sojuzgando con un estilo por momentos trepidante. Y cuando España la sometió en semifinales se vistió sus viejos ropajes para resistir las acometidas de La Roja y abrochar la final en la tanda de penaltis.

Mancini ha forjado un grupo cohesionado en el que el bloque es protagonista por encima de las individualidades. Todos asumen su rol y han recuperado el orgullo perdido. Los duros embates de un pasado todavía reciente han curtido a un grupo hambriento que ha renacido cual ave fénix. Casi una década después de que España la barriese en el Olímpico de Kiev, la 'Nazionale' luce con gallardía su segunda corona europea.

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