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Una tarde para salvarse

El Real Zaragoza puede abrazar prácticamente la permanencia si este sábado vence al Deportivo en La Romareda.

Alberto Zapater, en primer término, durante el entrenamiento de este viernes, en la Ciudad Deportiva.
Alberto Zapater, en primer término, durante el entrenamiento de este viernes, en la Ciudad Deportiva.
Oliver Duch

Dice la historia que un día fueron grandes. La memoria, de hecho, aún recuerda nítidamente, sin esfuerzo, capítulos remarcables de sus epopeyas deportivas. El conjunto gallego incluso levantó los oropeles propios del campeón de Liga en Primera, territorio casi privado. Por supuesto, huelga recordar aquí el rico pasado zaragocista. En todo caso, resulta difícil esquivar aquí y ahora la melancolía, que acude sola y sin ser llamada cuando se dan cita en tardes como esta escudos y colores que representan tanto en el fútbol español.

Venidos a menos por un buen número de razones distintas, el caso es que aragoneses y gallegos se ven esta tarde en el deteriorado y vetusto estadio de La Romareda en circunstancias menos gloriosas, en una competición de plata, o menor, que para ellos parece un tanto fuera de lugar.

El Real Zaragoza de este sábado comparece ante el actual Deportivo con la idea de salvar de una vez por todas el pellejo en Segunda, para sobrevivir como entidad, como club, para que la pesada deuda que arrastra no se lo coma por los pies y se dé a sí mismo una nueva oportunidad de seguir adelante, con el propósito último de que el futuro le depare una suerte mejor y le ofrezca la vía de salida a la larga travesía por el desierto de Segunda, un mundo infeliz para el zaragocismo.

El Deportivo, mientras tanto, pretende un triunfo que le abra las puertas a la lucha por entrar en la promoción de ascenso a Primera, una meta que hace unas semanas parecía escapársele de las manos por dos razones principales. La primera, a causa de una crisis deportiva y de resultados que terminó con el gobierno de Nacho González, ex entrenador del Real Zaragoza. La segunda, por obra de una depresión institucional que llevó a presentar la dimisión al presidente y a otros cinco consejeros del Dépor, herida aún abierta. Al club de La Coruña también le persiguen las obligaciones de un concurso de acreedores y los plazos de una refinanciación de deuda, por más que ésta sea blanda y diseñada a largo plazo.

Acerca de cómo puede afectar este asunto de orden mayor al equipo del Deportivo nada está escrito. Aun en este complejo contexto, la semana pasada fue capaz de imponerse al Numancia en el estadio de Los Pajaritos. Recuperó pulso y tono futbolístico. Como es obvio, Martí, nuevo entrenador, quiere prolongar el maridaje con el triunfo.

En el otro extremo, Víctor Fernández puja por sellar cuanto antes su labor salvífica del Real Zaragoza. Si es hoy, mejor que mañana, aunque las matemáticas del caso todavía no sean por completo definitivas. En este orden, el técnico aragonés sueña con dar continuidad a la holgada victoria de Córdoba, por otra parte la mejor medicina posible para su escuadra. A sus futbolistas les demanda valentía, coraje, cierta complicidad con el riesgo y el buen gusto como fórmula para dar otro paso hacia delante.

Como es sabido, James Igbekeme tampoco se ha recuperado para el careo, constituyendo, probablemente, la ausencia del centrocampista nigeriano la baja más sensible de cuantas acusa el Real Zaragoza. Carlos Nieto y Julián Delmás están abocados a ocupar los laterales. Para el resto de posiciones, los planes de Víctor Fernández pueden ser los más o menos comunes. Acaso irrumpa de nuevo en la titularidad Marc Gual, que anotó tres goles en el Nuevo Arcángel de Córdoba y, por tanto, quizá no sea momento de devolverlo al banquillo. A veces, los delanteros viven de rachas, de inspiraciones que tienen su punto justo y preciso, y el gol está caro este año.

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