Primavera
La primavera viene con curvas. Y no, o no solo, porque en los próximos meses viviremos dos domingos electorales y cinco elecciones.
La primavera viene con curvas porque es, por excelencia, la estación de un deporte soberbio que la mayoría asocia a las siestas de julio. Desde principios de marzo el pelotón recorre los caminos adoquinados de Bélgica y del norte de Francia, los empinados muros holandeses y las polvorientas carreteras blancas de la Toscana. Carreras trepidantes en las que la victoria se decide en pocas horas, condensando la estrategia, la fuerza y el azar de las grandes vueltas.
Con más tranquilidad, los corredores también recorren otros rincones de Europa, que se despierta del invierno. Cruzan Italia de mar a mar, desde el Tirreno al Adriático, y Francia de norte a sur, desde París, todavía gris, hasta Niza, mediterránea y radiante. En mayo llega la primera gran carrera, el Giro. Y la recientemente recuperada Vuelta a Aragón: una iniciativa magnífica que nos permitirá disfrutar, durante tres #días, de una tierra preciosa, verde y roja, de trigos y amapolas.
Entonces llevaremos dos meses ininterrumpidos de alto voltaje electoral. Agotador para cualquiera, hasta para los más politizados, a los que este ritmo frenético les puede terminar hartando. La primavera ciclista es un remedio excelente para evitar llegar a la indiferencia por el camino de la saturación. El desinterés o la apatía hacia lo político, en un momento como el que vivimos, sería imperdonable.
Pablo Guerrero Vázquez es profesor de Derecho Constitucional (Esade)