El Aguila de Toledo sobrevuela la capital aragonesa. Federico Martín Bahamontes, en Zaragoza. ¿Cómo por aquí el primer español ganador del Tour de Francia?

A las ciudades te lleva la gente  que habita en ellas. Me invitó hace un tiempo Adolfo Bello, de la Asociación de Exciclistas Profesionales de Aragón. Premian siempre a un afamado exciclista y han entendido que yo reunía esas condiciones. Ya hace un tiempo que le dije que vendría a Zaragoza.

Y ha cumplido su palabra.

Por supuesto. Yo soy hombre de palabra. Soy de los antiguos, hay que cumplir la palabra dada. La enfermedad de mi mujer, Fermina, impidió que pudiera venir antes. Me une una buena amistad con Adolfo Bello. También con el periodista Vicente Merino, una gran persona. Igual que su padre, a quien conocí en Radio Toledo.

Qué pocos pueden presumir de haber ido en la bici del primer gran mito del ciclismo español. Vicente sí puede hacerlo.

De eso hace mucho tiempo, pero uno siempre guarda con cariño sus años primeros.

No es usted un hombre de eufemismos...

¿Para qué? Hay que llamar a las cosas por su nombre. Yo soy el hijo de un peón caminero. Para más inri, viví y sufrí la Guerra Civil, algo de lo que se habla mucho ahora, pero muy pocos de los que hablan del tema la sufrieron. Todos los de mi generación y de alguna posterior tuvimos que luchar mucho para desarrollarnos en cualquier faceta la vida.

Federico, su triunfo fue el triunfo de España entera.

Eso es cierto. Y estoy agradecido de todo el cariño que he recibido.

Se le quiere, esencialmente, porque importa el destino, pero sobre todo el camino. Usted ganó el Tour, pero hay que subrayar cómo lo hizo.

Nunca he ocultado que pasé penurias en mi juventud, que vivía del estraperlo, que hubo que trabajar duro para salir adelante en Toledo, que me costó muchísimo comprarme la primera bici.

Y, sin dinero, ¿cómo viajaba?

Viajaba día y noche en bici, y luego ganaba la carrera con la misma bicicleta.

¡Increíble!

Créaselo, créaselo. Llegué a ir desde Madrid hasta Mieres en bici a correr la Vuelta a Asturias. A la aventura, como los maletillas de toreros. Las bicis pesaban entonces 12 kilogramos. Comíamos paella, pan, lo que podíamos...

Ni nutricionistas, ni masajistas, ni preparadores físicos...

Ninguna de esas cosas modernas, ninguna... El caso es que me vio Julián Berrendero y se me llevó al Tour de Francia. Y, a la primera, gané el Premio de la Montaña, doblando en puntuación a Bobet.

¡Qué grande, Federico!

Fui seis veces rey de la montaña en el Tour. Y también, del Giro y de la Vuelta.

Hasta que ganó el Tour de 1959.

Coppi, que era un fuera de serie, me dijo que tenía condiciones para ganarlo. Y acertó.

Pionero. Igual que Manolo Santana, que Ángel Nieto, que Severiano Ballesteros...

Entonces no le das importancia. Es el tiempo el que pone las cosas en su sitio. Todos estos grandes campeones vinieron después y abrieron caminos de gloria para el deporte español.

Después reinaron en el Tour Ocaña, Delgado, Induráin...

Todo ciclista que gana el Tour es un gran ciclista, de eso no hay duda. Pero le recuerdo que yo lo gané sin equipo.

El Tour le eligió como mejor escalador de la historia. Ni Pantani ni nadie: Bahamontes.

Eso me hizo ilusión, mucha.

En cierto modo, es crítico con el ciclismo actual.

Sí. Yo he dado mi vida por el ciclismo. Corrí, luego monté una tienda de bicis en Toledo, promocioné la Vuelta a Toledo. Y hay cosas que no entiendo.

¿Por ejemplo?

Que a los 20 primeros clasificados de una gran vuelta les separe menos de un minuto. No se puede ir de paseo y solo pelear por el esprín. Eso no es ciclismo.