Alberto Belsué: "En unos meses pasé de aficionado a jugar con Señor y Pardeza"

Hace tres décadas que Alberto Belsué (Zaragoza, 1968) debutó con el primer equipo zaragocista en un partido de Copa frente al Real Valladolid.

Alberto Belsué, el martes en las oficinas de la Ciudad Deportiva del Real Zaragoza.
Alberto Belsué, el martes en las oficinas de la Ciudad Deportiva del Real Zaragoza.
Toni Galán

Se cumplen 30 años de su debut con el primer equipo del Real Zaragoza, uno de esos días que jamás se olvidan.

Resulta imposible olvidar un día que significó mi debut profesional. Fiché por el Real Zaragoza con 20 años, procedente del Endesa de Andorra. Me costó mucho llegar a la élite y tampoco me resultó sencillo que Radomir Antic me diera una oportunidad. De hecho, me pilló un poco de sorpresa cuando Radomir me hizo entrar en el campo cuando quedaban nueve minutos en un partido de dieciseisavos de Copa frente al Valladolid en La_Romareda.

Ingresó en el campo sustituyendo, nada más y nada menos, que a Juan Señor.

Aquello fue emocionante, porque Juan Señor era uno de mis referentes en el zaragocismo y en el fútbol en general.

Tuvo que pelear para conseguir el premio.

Llegué al Real Zaragoza con la máxima ilusión. Entré en un vestuario plagado de figuras. Tuve que pelear mucho para que Antic se fijara en mí. Los primeros meses no fueron sencillos, casi no iba ni convocado. Pero no decaí y mostraba mis ganas de darlo todo en cada entrenamiento... y a los cinco meses llegó el premio.

Entró en un vestuario en el que convivían Señor, Pardeza, Chilavert, Villarroya, Cedrún, Aguado...

Comencé la pretemporada un poco asustado. Era normal. No hay que olvidar que, apenas unos meses antes, yo iba a verles a La_Romareda cuando mis compromisos con el Endesa Andorra lo permitían. Pero debo admitir que aquellos que yo tenía como ídolos y referentes, me trataron muy bien y me ayudaron a entrar en dinámica y a sentirme uno más del grupo. Estar en una plantilla de tal calibre en el equipo de mi tierra, fue un sueño hecho realidad.

Da vértigo pensar que poco tiempo antes estaba usted animando a sus compañeros como un zaragocista más en La Romareda.

Era la pura realidad. Me solía sentar en el Gol de Jerusalén arriba. Estuve en el campo en el célebre partido de la Recopa contra la Roma de Ancelotti y Boniek, con las paradas de Andoni Cedrún en la tanda de penaltis en 1986. Tampoco me perdí el aguacero frente al Ajax entrenado por Johan Cruyff y con Van Basten o Rijkaard en el campo en 1987, con La Romareda convertida en una piscina.

Haber respirado tanto zaragocismo debe ser un plus cuando se defiende ese escudo.

Por supuesto, es una motivación enorme por lo que supone para uno mismo, pero también para todo lo que te rodea. Mi familia vivió con una ilusión infinita que jugara en el Real Zaragoza. Por todo ello, lo sientes mucho más que cualquiera que pueda venir de fuera. El tesón que pones en cada partido es total. Evidentemente tienes que tener suerte y cualidades, pero el empujón que te da ser de aquí, es fundamental.

¿Qué siente ahora, ya en la banda como delegado zaragocista, cuando ve a tantos canteranos con un papel importante en el primer equipo?

Mucha ilusión. El club está en una situación difícil y ellos están sabiendo aprovechar esta oportunidad que se les brinda para sentirse futbolistas profesionales. Tienen que ser constantes y no dormirse en los laureles. Cada oportunidad hay que agarrarla como la última.

Otra entidad esencial en su trayectoria fue el Stadium Casablanca, donde se formó. ¿Qué valores aprendió?

Allí me formé como futbolista, pero sobre todo, como persona. Me transmitieron el respeto, la solidaridad, el compañerismo, la humildad, tener los pies en la tierra... Por eso, siendo un chaval, nunca quise moverme de allí, a pesar de tener ofertas del Real Zaragoza, del Real Madrid... Todos esos valores me ayudaron a lograr mis objetivos y me siguen acompañando.

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