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Cultura de VAR

Cultura de VAR
Cultura de VAR
Sergio Pérez/Reuters

El Mundial de Fútbol Rusia 2018 está tan entretenido y reñido que hasta despierta interés entre los menos aficionados al deporte del balompié. Es como una pequeña tabla de salvación pasajera a la que agarrarse en el océano de problemas, preocupaciones y noches de insomnio.

En esta edición, marcada por el estreno de un VAR del que especialmente los españoles somos seguidores incondicionales, todo cabe. Messi y Ronaldo han demostrado que incluso los colosos tienen a veces los pies de barra al fallar sendos disparos de la pena máxima. Equipos de aficionados como Islandia, con su dentista seleccionador al frente, han sido capaces de poner en aprietos a los grandes. La imponente Alemania cae rendida a los pies de la modesta Corea del Sur y no logra pasar a octavos de final, lo nunca visto en un Mundial desde 1938.

Pero de entre todas las caras del Rusia 2018, la vertiente pedagógica es la más interesante. Está ayudando a refrescar materias como la Historia: si Viriato levantara la cabeza aplaudiría lo bien que practican su guerra de guerrillas selecciones como la iraní. Los conocimientos en vexilología se amplían a pasos agigantados entre los seguidores del Mundial, que ya se saben de memoria las banderas de todos los participantes. Y qué decir del mundo del Arte. Gracias al portero De Gea, ha vuelto a nuestra mente la bella estatua amputada de brazos que talló Alejandro de Antioquía, la Venus de Milo, uno de los máximos exponentes de la cultura helenística.

Pero la gran novedad de este Mundial tan entretenido es su aportación a la Justicia. La imagen de los asistentes de vídeo ante una barra repleta de televisores decretando si un gol es válido o es fruto de un fuera de juego, mientras el árbitro trata de escuchar el fallo judicial por el pinganillo a la vez que pide calma a jugadores al borde de un ataque de nervios, pasará a la historia.

Nos estamos acostumbrando muy mal. Porque ahora, en cualquier situación, por ejemplo cuando nos enzarzamos en la otra barra del bar en una discusión bizantina en la que ninguna de las partes podemos probar nuestros argumentos, dan ganas de pedir a gritos: "¡Que intervenga el VAR!".

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