Javier Camacho, primer aragonés en hollar el Everest sin la ayuda de oxígeno

El montañero zaragozano ha hollado el techo del mundo, completando con éxito una expedición que arrancó el pasado 14 de abril.

Javier Camacho, montañero zaragozano que ha hecho historia.
Javier Camacho, montañero zaragozano que ha hecho historia.
Javier Camacho

Javier Camacho (Zaragoza, 1971) ha cumplido su sueño de convertirse en el primer aragonés en coronar el Everest sin la ayuda de oxígeno externo. El montañero, que es miembro del Club Montañeros de Aragón, ha superado todos los elementos en contra, como las ventiscas, y, aprovechando una ventana de buen tiempo, ha hollado la cima del planeta. Sus evoluciones pueden seguirse a través de internet.

El alpinista ha alcanzado su objetivo con antelación a sus planes iniciales en los que estimaba 51 días. Y es que apenas ha pasado un mes desde que partió desde la estación de Delicias con destino a Madrid y posteriormente un vuelo hasta Katmandú.

De esta forma, convierte en realidad un desafío que se había marcado desde adolescente y que llegó a creer imposible. «Es un reto personal y económico. Nunca pensé aspirar al Everest porque cuesta unos 30.000 euros. Pero la compañía de fotografía Olympus se ha volcado y ha hecho posible mi sueño. Incluso puedo permitirme por primera vez contar con un sherpa desde el principio. Es un lujo que marca la diferencia para montar los campos en altura y para portear el material», confesó antes de partir.

Javier Camacho inició su idilio con la montaña cuando, a los ocho años, sus padres le inscribieron en el campamento de verano Nuestra Señora de las Cumbres, en Bielsa. Aquel flechazo infantil nacido en el Pirineo, floreció en una pasión que jamás le ha abandonado. Han transcurrido cuatro décadas y las cimas han cambiado de altura y de continente, pero la emoción por ascender sigue alimentando a este zaragozano.

«Mis padres, que no hacían montaña, me cambiaron la vida al apuntarme a aquel campamento. Fueron dos semanas apasionantes en las que descubrí el Pirineo. Y desde ese momento no he parado de subir. Hice los más de 200 tresmiles que hay en los Pirineos. Pasé a los Alpes, al McKinley, al Alpamay... y finalmente a los ochomiles», rememoró días antes de partir hacia el Everest.

La fotografía se ha convertido en su mejor aliado para inmortalizar y plasmar tantas emociones. «La cámara ha ido y va siempre conmigo. Comencé con las desechables de Kodak para conservar un recuerdo de la cumbre y ahora no concibo las expediciones sin mi cámara. Pero ya no me limito a la cima, sino que he descubierto que lo más interesante está abajo; lo que más me interesa es captar a la gente, la cultura, la religión, todo lo que rodea a la montaña», proclama. De hecho, en el Everest tenía la intención de inmortalizarlo de noche.

Acredita una rica y extensa obra que le ha valido para ganar más de 150 concursos fotográficos en España y en el extranjero, además de ser parte del jurado de algunos certámenes. «Las fotografías me permiten costear estos proyectos que son tan caros. Además de los concursos, también imparto muchas conferencias, sobre todo en clubes de montaña y en asociaciones fotográficas», indica. Sin ir más lejos, su próxima charla en Zaragoza se celebrará en septiembre a través de la Asociación Aragonesa de Fotógrafos de la Naturaleza (Asafana).

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