Los cañones de innivación, la clave del éxito en Javalambre

Ante la escasez de nevadas, el 95% de la nieve depositada en las pistas procede del sistema de producción, que en una campaña fabrica 200.000 metros cúbicos de copos.

El responsable de nieve de la estación de Javalambre, José Luis Novella, prepara un cañón para innivar las pistas.
El responsable de nieve de la estación de Javalambre, José Luis Novella, prepara un cañón para innivar las pistas.
Jorge Escudero

El éxito de la estación más joven del grupo Aramón, la de Javalambre, radica, en gran medida, en su potente sistema de innivación artificial. En un invierno particularmente seco y parco en nevadas como el actual, el 95% de la nieve que pisan los esquiadores procede de los 180 cañones que abastecen a las pistas de su materia prima esencial.

La producción de nieve no se activa hasta que la temperatura húmeda –un dato que combina la temperatura con el porcentaje de humedad– no baja de tres grados negativos. Cuanto más baja el termómetro y más seco es el tiempo, mejor es la calidad de la nieve y más volumen se obtiene. Los sofisticados equipos de fabricación incluyen las lanzas TL6, fabricadas por la empresa italiana Technoalpin y entre las más modernas y eficientes del mercado.

En una sola campaña los cañones cubren las pistas de Javalambre con 200.000 metros cúbicos de copos "de cultivo", como los define el responsable del sistema de innivación de la estación, José Luis Novella. Este técnico se encarga del seguimiento meteorológico de la estación las 24 horas del día para detectar con celeridad el momento en que la temperatura, la humedad y el viento alcanzan las condiciones adecuadas para producir nieve.

Una red de 25 sensores repartidos por todas las pistas permite conocer con precisión la situación meteorológica de la estación. Un anemómetro informa sobre la dirección y fuerza del viento, dos factores esenciales para poner en marcha la fabricación. Novella explica que en caso de fuertes vientos, aunque la temperatura y la humedad sean adecuadas, es imposible innivar porque la nieve no terminaría en el lugar deseado, las pistas.

La nieve artificial se obtiene a partir del agua extraída de dos pozos y dos fuentes del entorno que se almacena en dos balsas, de 35.000 metros y 12.000 metros cúbicos. El agua es bombeada desde las captaciones, a 1.400 metros, hasta los 1.800, para su derivación a los cañones. El proceso de elevación y fabricación comporta un alto consumo de electricidad por lo que esta labor se lleva a cabo, preferentemente, entre las 24.00 y las 8.00, cuando la tarifa eléctrica es más barata.

El sistema está automatizado y puede manejarse a distancia a través de vías telemáticas. José Luis Novella explica que, aunque puede activar la innivación desde su casa a cualquier hora de la madrugada, si es necesario pasa noches enteras en la sala de control de producción de nieve.

Novella rechaza el prejuicio de algunos esquiadores y recalca que la nieve de los cañones es "un buen producto para esquiar". Agrega que, en situaciones de alta humedad, aguanta mejor que la natural en buenas condiciones para el esquí. Además, crea una base permanente superior a los 20 centímetros –el mínimo espesor requerido para esquiar– que facilita el aprovechamiento de las nevadas, por leves que sean.

Las pistas turolenses cuentan con la ventaja de que su clima seco favorece la producción de nieve con temperaturas más altas y también su conservación. Por otro lado, José Luis Novella relativiza el consumo de agua derivado de la innivación artificial porque la nieve de los cañones se funde sobre las pistas y termina filtrándose en el terreno, muy calizo, y recargando de nuevo los acuíferos.



 

 

 


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