Derrota por errores propios

El Zaragoza regala el triunfo al Elche y se atasca peligrosamente en la tabla. Falló varios goles claros, erró en los dos del rival y perdió su ventaja inicial.

Ángel, delantero del Real Zaragoza, presiona a Armando, central del Elche, ayer en el Martínez Valero.
Ángel, delantero del Real Zaragoza, presiona a Armando, central del Elche, ayer en el Martínez Valero.
Iván Vaz/La verdad

Es una evidencia que al Real Zaragoza lo han abandonado las musas. Esos duendes que, antes de las dos últimas jornadas con derrota, le permitieron sacar petróleo en días obtusos. Ni ante el Girona la semana pasada ni ayer en Elche, el equipo zaragocista recibió un solo empujón de la diosa Fortuna. Al contrario, todo le vino quebrado y acabó zarandeado por los marcadores finales.


El cosechado en el Martínez Valero, ese 2-1 adverso, fue un auténtico chasco porque, en el global del juego, los de Carreras no merecieron perder esta vez. Al menos, hicieron las suficientes cosas bien como para haber rascado alguno de esos puntos sueltos que, de momento no saben bien pero que, quién sabe, tal vez pudieran ser decisivos en la última jornada. Baste recordar el episodio del final de temporada pasada. La derrota en Elche dejó un paladar amargo porque el rival alicantino no ganó al Zaragoza. Fue este quien le regaló los tres puntos por sus graves yerros. Tanto en ataque como, de forma decisiva, en defensa.


Para interpretar debidamente este análisis es dato importante observar cómo, al revés que venía ocurriendo, ayer el Zaragoza inició el partido de forma notable. Tuvo la pelota, la manejó con comodidad en los primeros 20 minutos, fue capaz de romper por fin el 0-0 inicial enseguida y, además, lo hizo aprovechando una jugada de estrategia. Cuando Guitián firmó de cabeza, a la salida de un córner de Lanzarote, el 0-1 en el minuto 10, aquello parecía el paraíso. Se ponía rumbo correcto a la rectificación del fiasco ante el Girona. De hecho, ya en la primera jugada, Ángel había rematado a puerta con peligro de gol, obligando a Jiménez, el arquero ilicitano, a ejecutar una primera parada meritoria.


Pero, del mismo modo que aquellos síntomas animaban al optimismo, algo olió a chamusquina cuando, en el minuto 20, sin que el Elche hubiera existido hasta entonces, un tremendo error en cadena de todo el entramado defensivo zaragocista patrocinó el 1-1. Nadie tapó la subida al área del pivote Mandi. Este remató desde fuera del área y obligó a Manu Herrera a rechazar como pudo. Y tampoco nadie fue a por ese segundo balón que recogió Héctor en el área para regalarle en tanto al pichichi Sergio León, que acreditó su calidad en una tarde brillante. La pasividad general fue imperdonable.


De ahí al descanso, la recuperación anímica de los ayer tomates fue loable. Prosiguieron con su ritmo como si ese accidente del empate no hubiese sucedido. Pedro, de cabeza, generó otra ocasión con Lanzarote. Poco después, Ros (fatal en el remate) chutó a placer desde la frontal y Jiménez rechazó con los dos puños. Rico, también desde fuera del área, dispuso de otro chut de gol que paró abajo el portero franjiverde. Culio lanzó alto desde 20 metros otro remate franco. Y, en la última acción previa al intermedio, Ángel (también muy desafortunado en tres balones claros de gol) marró un claro mano a mano que echó fuera.


Realmente, el Zaragoza había creado en medio tiempo más ocasiones de gol que en los cuatro partidos anteriores juntos. Pero, trufada entre ellas, también había surgido otra contra del Elche que advirtió de lo que podía pasar en la segunda mitad. Sergio León, en otro error de cierre del medio campo zaragocista, se plantó solo delante de Herrera en el minuto 34 y el portero tuvo que salvar el 2-1 in extremis.


Había un contrapunto a la lectura positiva de la puesta en escena: se estaba fallando mucho arriba y, ante un enemigo con poca mordiente, se estaban dejando abiertos resquicios mortales en la zaga por falta de pericia atrás.


Alrededor de la media hora de juego, Carreras mutó su dibujo táctico. Había empezado con su clásico 4-3-3, con Dorca haciendo de Morán y con los extremos, Pedro y Lanzarote, a pie cambiado. Como si lo tuviese previsto de antemano, de repente mandó a Pedro a desempeñarse como mediapunta, de enganche tras Ángel, y volcó a Culio –muy abstracto un día más– a la banda zurda. Dorca y Ros fueron el doble pivote. De este cambio, que permaneció ya hasta el final del partido, no surgió un efecto revulsivo válido. El devenir del choque y el marcador final así lo denuncia. Faltó creatividad y no se ganó en presencia en el área. Sonó a poco asumido. A demasiado nuevo. A extraño entre los jugadores.


Aun así, con un Elche muy expectante, el Zaragoza volvió a salir tras el descanso con poderío. Ángel falló otro mano a mano y, después, un cabezazo cercano tras un córner. El canario no rememoró sus buenos años en estas mismas porterías. Y, como en el primer tiempo, tanto perdón trajo consigo el castigo en el portal de Herrera. Rico pifió gravemente en una salida de balón y provocó un penalti del portero zaragocista sobre el pichichi León, que él mismo transformó en el 2-1. Quedaba media hora y todo fue ya a remolque.


Carreras fue a la desesperada. Metió velocidad con Hinestroza en vez del diesel Culio. Quitó a Isaac y metió a Gil. Cerró solo con tres defensas, lo que casi costó el 3-1 en varias contras de libro del Elche. Relevó al ofuscado Ángel por un inerte Dongou. No hubo ni calma ni tino.

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