Viacheslav Kravtsov: "No es fácil asumir lo que está sucediendo en Ucrania"

¿Cómo es la vida de un ucraniano en Zaragoza?

No puedo estar más contento. Zaragoza y España son lugares magníficos. Me encanta la gente, la gastronomía y el tiempo... ya que odio los inviernos con nieve. Además, la liga ACB es el sitio donde quería estar para probar mi calidad. Soy muy feliz.

¿Está muy pendiente de la actualidad de su país?

Por supuesto. En Odesa, mi ciudad natal, las cosas están más tranquilas, pero en otras como en Donetsk, donde jugué dos temporadas, es donde hay más problemas. Tengo amigos que han tenido que mudarse y dejar atrás su ciudad. No es fácil asumirlo porque es mi país y es mi gente.

¿Se solucionará la tensa situación entre rusos y ucranianos?

Nadie lo sabe exactamente, pero todos lo esperamos fervientemente. A ver qué sucede.

No debe resultar sencillo que en su ciudad se produzcan hechos como los enfrentamientos de mayo de 2014, en los que murieron decenas de personas.

Es horrible. No estaba en la misma ciudad cuando sucedió. Era un día festivo en el que mucha gente marcha y hace barbacoas. Cuando regresé vi en las noticias el desastre ocurrido. Y el día siguiente comprobé que se habían quemado edificios muy cerca de mi casa. Es muy difícil comprender y manejar estas situaciones cuando ocurren en tu ciudad.

Habla con orgullo de Odesa.

Soy un apasionado de mi ciudad. Siempre que la competición lo permite, vuelvo allí para visitar a mi familia y a mis amigos. La disfruto en verano ya que, al tratarse de una localidad costera, puedo mantenerme en forma en la playa y, a la vez, pasarlo bien.

¿Cómo fue su infancia allí?

Era un chaval normal que se divertía como cualquiera. Lo más excéntrico que hice fue apuntarme dos meses a kárate.

¿Cuándo nació su vocación baloncestística?

Comencé con el baloncesto muy tarde, a los doce años. Fue por casualidad, por la insistencia de un amigo de mi familia. Yo no era especialmente alto, pero él insistió en que dejara de deambular por las calles y probara con la canasta. Afortunadamente, le hice caso.

¿Tenía antecedentes familiares relacionados con el deporte?

Ni mi padre ni mi hermano, cuatro años mayor, se interesaron por ningún deporte. Mi madre jugó al baloncesto cuando era joven, pero nunca me obligó a nada. Siempre me dijo que hiciera lo que me apeteciera.

A los 16 años afrontó una decisión crucial, marchar a Kiev para dedicarse más en serio.

Con el paso del tiempo, no le doy mucha importancia a esa decisión. En aquel momento fue muy fastidioso porque tenía que dejar mi círculo vital. Pero no tardé en adaptarme a Kiev. En seguida hice amistades y fui mejorando.

El baloncesto le llevó más tarde a China.

Fue una experiencia curiosa. La temporada regular en China dura solo tres meses y la pretemporada tres semanas, lo cual lo hace más llevadero. Los extranjeros del equipo vivíamos en un hotel y comíamos platos europeos. Era más problemático cuando jugábamos fuera, ya que en muchos hoteles sólo servían comida autóctona. No es que fuera mala, pero es diferente. Puedes probarla, pero mi estómago no la toleraba diariamente. El resto fue correcto. Jugamos 38 partidos en tres meses, un ritmo trepidante.

Menos exótico fue su periplo en Estados Unidos, en la NBA.

Cualquier niño que comienza a jugar a baloncesto aspira a jugar en la NBA algún día. Cuando fiché por los Detroit Pistons fue un sueño hecho realidad. Mis expectativas se cumplieron porque es una liga perfecta, en la que se cuida hasta el último detalle. Aunque no jugué muchos minutos, siento que estoy capacitado para jugar allí.

Para finalizar, una curiosidad. ¿Por qué lleva siempre el número 55?

Yo tampoco lo sé (sonríe a carcajadas). Comencé a utilizarlo desde que era un chaval, pero no se debe a nada en especial.