Muñoz patrocina el empate

Roger adelantó al Zaragoza pero, tras las incomprensibles sustituciones.de Tierno y Víctor Rodríguez, el Sporting empató a falta de 3 minutos

Momento fatídico del gol de Bernardo para el Sporting, donde el balón se le escapa entre las piernas a Whalley.
Momento fatídico del gol de Bernardo para el Sporting, donde el balón se le escapa entre las piernas a Whalley

El Real Zaragoza iba camino de terminar su lamentable temporada como local con una meritoria victoria ante el Sporting de Gijón. Pero Víctor Muñoz, su entrenador, se encargó de desvíar a su equipo del buen camino a falta de 13 minutos y, con dos cambios incomprensibles, que generaron efectos nocivos en esa recta final del partido, patrocinó que el rival asturiano lograse el empate y desluciera lo que iba a ser una mano de barniz a un año horrible.


Muñoz quitó a los dos mejores futbolistas de su bloque. Uno detrás de otro. Primero a Tierno y, cinco minutos después, a Víctor Rodríguez. Menos mal que no hizo el tercer cambio. Si no, lo mismo esta crónica estaría hablando de una nueva derrota como locales. El técnico aragonés, él solo y sin que nadie lo forzase, se encargó de romper el centro del campo, de desequilibrar el balance defensa-ataque que su equipo estaba manteniendo con buena nota (mucho mejor que en la mayor parte de los partidos de este catastrófico curso).


Porque el joven Tierno, el mejor y más aplicado de la tarde, ocupó siempre su posición de pivote con un notable recorrido de 30 metros a la redonda. Fue siempre la referencia de los de atrás para dar una salida aseada a la pelota hacia zonas ofensivas. Y, en el apartado del posicionamiento, dotó de presencia y poderío al bloque zaragocista en la pugna por el dominio de la medular en la pelea con Álvarez y Mandi.


Bien, pues Víctor decidió que el primer cambio, en el minuto 77, era retirar a Tierno para dar entrada a Acevedo. Ni lo pedía el partido, pues el Zaragoza no estaba pasando apuros ante un atascado y nervioso Sporting, ni el chaval de San José estaba dando muestras de cansancio. Se podrá argumentar que había visto una tarjeta amarilla, como se hizo el día del Sabadell para justificar su rápida sustitución. Pero es que el otro mediocentro, el invento Arzo, resulta que también la llevaba en su mochila (como no podía ser de otra manera, ya que esa circunstancia es ya un clásico desde que este defensa central fue redescubierto por Muñoz como centrocampista de cabecera de su filosofía táctica). Puestos a reducir riesgos de quedarse en inferioridad, ayer el fútbol pedía suplir a Arzo –de nuevo fuera de sintonía– por otro pivote defensivo fresco y limpio disciplinariamente. Pero no. Víctor Muñoz dijo que el que se iba del campo era el '34'.


La ovación cerrada con la que fue despedido el chaval del campo –tuvo que contestar con palmas al graderío para agredecerla– y la bronca con la que saltó al césped Acevedo no fueron casuales. El rebote de su significado iba directamente a la figura de Muñoz por lo incomprensible de su decisión. A partir de ahí, el Sporting comenzó a encontrar espacios y a llegar al área local con la fluidez que jamás había tenido en los 77 minutos anteriores. El boquete en la medular fue evidente y de dimensiones visibles e inmediatas.


Pero, como todo es susceptible de ser empeorado, Muñoz concluyó que lo mejor era retirar a Víctor Rodríguez del campo. Y cinco minutos más tarde, lo mandó a la ducha para meter a Álamo. Prescindió del mediapunta, del enganche que, junto con Tierno y Montañés, había dado soltura al equipo toda la tarde, dejando pasajes combinativos que pocas veces se han visto de manera tan continuada en el año negro que ya finaliza. Rodríguez tampoco estaba asfixiado. Seguía abriendo el campo, provocando faltas cada vez que conducía, repartiendo balones potables que desahogaban la presión del desesperado Sporting, que veía cómo pasaban los minutos y la promoción de ascenso se le escapaba entre los dedos. El gesto desde las tribunas se repitió. Aplausos sonoros para Víctor Rodríguez cuando se iba al banquillo y pitos para la entrada de Álamo. Muñoz habrá colegido a estas alturas que el retruque de esa actitud del público iba para él.


El entrenador desmontó los canales de comunicación de su equipo, los que unían la trama defensiva con los dos delanteros que ayer metió en escena (Roger y Henríquez, más activos que nunca), al automutilarse con la doble salida del campo de Tierno y Víctor Rodríguez que nadie entendió.


Y el castigo llegó a falta de tres minutos en forma de empate por parte de los asturianos. Un gol que acabó por golpear duramente la figura del joven portero del filial, Whalley, debutante ayer en medio de un mar de nervios toda la tarde. En 13 minutos, Muñoz ayudó a estropear lo que podía haber sido un final relativamente balsámico para un zaragocismo abatido y desorientado a estas horas por cómo están transcurriendo los acontecimientos dentro y fuera del campo.


Por delante, hasta ese momento en que a Víctor le dio el típico ataque de entrenador, se apreció un equipo sosegado, sin la presión ni los agobios de tantos meses de miedos y alborotos mentales. El Zaragoza fue mejor que el Sporting, que decepcionó por su ineficacia cuando venía a buscar una gatera por la que colarse en Primera (y que quizá acabe logrando dentro de 15 días, en la fase de ascenso, tras el 1-1 postrero de ayer).


Los blanquillos cuajaron un primer tiempo notable. Con intensidad, con sintonía entre varias de sus piezas. Roger y Henríquez se movieron bien arriba. Víctor Rodríguez y Tierno suministraron buenas aperturas, tanto a los dos arietes como a un activo Montañés. Y hasta Abraham, ayer desconocido, se sumó a la fiesta atacante con buen tino. El premio llegó gracias a un regalo del portero Cuéllar que Roger agradeció marcando a puerta vacía. Tras el descanso, con menos insistencia, la tónica fue similar. Pero el Sporting, pese a su bajo perfil de ayer, aprovechó el cuarto de hora que le donó Víctor Muñoz para puntuar.