Fotografía

Polaroid, la nostalgia instantánea

Tras el cierre de la fábrica de Polaroid, el bautizado como Proyecto Imposible logró en 2010 crear cargas que pueden devolver el uso a las cámaras instantáneas de la marca. Hoy se presenta en Zaragoza en la tienda Shuave con exposición de fotos de Mikel Pikabea.

La tienda Shuave de Zaragoza (San Jorge, 29), en colaboración con el Proyecto Imposible, presentan desde hoy una exposición de 48 instantáneas Polaroid del fotógrafo Mikel Pikabea.
Polaroid, la nostalgia instantánea
MIKEL PIKABEA

Tan instantáneamente como la Polaroid convertía en papel fotográfico la realidad, ahora transporta la memoria a una infancia luminosa. El cierre de la compañía fue una mala noticia para los amantes de ese por entonces mágico e innovador ingenio, que parecía resignado a dormir en el mitómano imaginario ochentero. Es a esa nostalgia a la que apela ahora el bautizado como Proyecto Imposible, que se propuso salvar de la extinción la famosa cámara y que hoy se presenta en Zaragoza de la mano de una exposición fotográfica firmada por Mikel Pikabea en la tienda Shuave (San Jorge, 19).


En 2008, mientras aficionados y profesionales se afanaban en hacerse con cargas caducadas a través de eBay, el Proyecto Imposible compró la última fábrica de Polaroid, que se hallaba en Enschede (Holanda). Pero adaptar la producción de película analógica instantánea al siglo XXI no era tarea fácil, ya que la sustancia clave que caracterizaba el ‘prodigioso’ revelado está prohibida. Tras una serie de investigaciones, con el apoyo, entre otros, de multinacionales como Ilford Photo, en marzo del año pasado vio la luz el primer material instantáneo desarrollado por el Proyecto Imposible para máquinas Polaroid.


Para Jorge Vicén, fotógrafo y profesor en la galería zaragozana ZPhoto (Argensola, 5), iniciativas como la del Proyecto Imposible trascienden lo técnico y el ámbito de la fotografía propiamente dicho: «Creo que estas nuevas cargas están pensadas para un público muy concreto, que se resiste a dejar morir lo analógico, que se identifica sentimentalmente con ese producto. Es un algo parecido a lo que se da con las Lomo. Es un juego».


Otro nivel


Ángel Elipe, propietario de la tienda Shuave, convertida en epicentro de la ‘movida polaroidal’, coincide: «El Proyecto Imposible se ha querido situar en el mercado de manera diferente, no es casual que hayan elegido un comercio pequeño, de ropa y ‘gadgets’, antes que unos grandes almacenes o una tienda de fotografía, porque es otro nivel. Es un producto que más que para entendidos va destinado a gente que tiene una determinada manera de ver la vida, que ven encanto en estas máquinas. Ahora, es más un capricho».


Vicén señala que todavía nadie ha superado esa sensación de «pasar del 3D al 2D e, inmediatamente, tener esa imagen como un objeto tangible». «Todos recordamos los disparos de la Polaroid como una experiencia», explica Cecilia Casas, fotógrafa y profesora de Fotografía Artística en la Escuela de Arte de Huesca. Para ella, el ‘revival’ Polaroid tiene que ver con «la nostalgia, porque ya no tiene ventajas técnicas, y con el negocio».


Disparar una máquina Polaroid en 2011 no es barato. Un cartucho de ocho fotos cuesta entre 17 y 20 euros. Para Jorge Vicén es curioso cómo una máquina que nació como algo popular, para la clase media, ha regresado convertida en «algo exclusivo, ha vuelto a otro estrato, no es para uso cotidiano, sino para gente muy concreta que está dispuesta a invertir en esa afición».


Es el caso de Javier Díaz, que posee una colección de casi 40 cámaras de fotos de todos los tiempos y en las que no falta la Polaroid. «No me importaría nada volver a vivir la experiencia de disparar mi Polaroid», explica Díaz, quien ve en el Proyecto Imposible una posibilidad para devolver a la vida una cámara que ahora está en desuso. «Es caro, pero antes tampoco es que fuera muy barato», recuerda. Vicén –que usa habitualmente tres Polaroids de diferentes épocas–, advierte de que las nuevas cargas necesitan aún perfeccionarse y su revelado, habida cuenta de la ausencia del producto clave prohibido, necesita más cuidados y es mucho más azaroso que el de la película original. A cambio, Proyecto Imposible ofrece variedad de cargas que, según explican, permiten hacer fotos con diferentes acabados (tonos azules, sepia o con el marco negro, por ejemplo).


Mikel Pikabea ha sido el encargado en Zaragoza de poner a prueba el material. El fotógrafo lo ha hecho con 48 imágenes que se corresponden con 48 horas de su vida: «La Polaroid es una cámara de momentos». Su exposición es «una forma de ver la vida, sin filtros ni retoques, es lo que pide la cámara, algo fresco, instantáneo», dice. Todo un reto para alguien que se describe como «muy técnico» y para el que la experiencia ha supuesto una «vuelta a las raíces».


Más allá de las fotos de la comunión, la Polaroid fue antes del advenimiento de lo digital una herramienta fundamental para los fotógrafos, a los que servía de referencia instantánea, daba pistas sobre cómo iban a quedar los trabajos. La editorial Taschen, por ejemplo, acaba de publicar estos días un libro con las ‘polaroids’ de Helmut Newton. El formato cuadrado de la Polaroid_también ha dado lo mejor de sí en manos de artistas, como es el caso de Warhol, pero también de David Hockney –«que la usó para explorar el espacio y el tiempo»– y, más recientemente, de Toto Frima.