Premios Goya 2012

Jose Coronado

Erudito de las artes seductoras, firma su mejor actuación escarbando en los oscuros pozos mentales de un greñudo y alcohólico ser.

José Coronado se llevó el premio al mejor actor del año.
"No habrá paz para los malvados", de Urbizu, triunfa en los Premios Forqué
EFE

Pudo muy bien haber pasado los días tratando de convencer al tribunal de la inocencia de su defendido –labia no le faltaba- o consagrado su vida a salvar pacientes en un quirófano de cualquier hospital y, de paso, seducir enfermeras y doctoras con su porte de galán -una suerte de Derek Shepherd a la española-. Pero ni el Derecho, carrera a la que dedicó cuatro años, ni la Medicina, a la que cedió otros dos, podían satisfacer las inquietudes de un joven al que le importaba más saborear cuanto le deparaba la noche madrileña –partidas de cartas con los colegas, mujeres y juergas hasta el amanecer- que cuanto pudieran enseñarle todos los códigos jurídicos o tratados médicos que hubiera en el mundo.


Primero trabajó como modelo –otra vez era imposible resistirse a las tentaciones- y después decidió probar suerte en el campo de la actuación. Ahí sí se quedó. Jose Coronado tenía casi 30 años cuando participó en su primera película, ‘Waka-Waka’ (Joaquín Densalat, 1987). Desde entonces ha intervenido en numerosas obras de teatro, series de televisión y largometrajes, convirtiendo el suyo en uno de los rostros más reconocidos o deseados, según a quien se pregunte, de las pantallas españolas.


Con mucha menos apostura y desenvoltura de la que él hace gala, otros han perdido el norte. Pero este madrileño no ha permitido que sus pies se separasen un milímetro de la tierra. Muchas mujeres han caído rendidas a sus encantos y él también se ha dejado seducir por féminas de armas tomar. Tiene un hijo con la diseñadora Paola Dominguín y otro con la cantante Mónica Molina. Pero se equivocaron quienes quisieron ver en él solo otra cara bonita. Cuando se pone el traje de faena, Coronado es un dechado de cortesía con todos aquellos que están a su alrededor, desde el maestro de ceremonias que es el director de la película en cuestión hasta el más humilde de los técnicos implicados en el proyecto.


Su cordialidad cuando se apagan los focos resalta todavía más cuando acaba de poner rostro a “un perfecto hijo de puta”, tal y como ha descrito en más de una entrevista a Santos Trinidad, un inspector de policía en las antípodas de la honestidad pero que, ironías del azar o del destino, acaba resolviendo un enrevesado asunto para bien de la sociedad, aunque en realidad su única obsesión era poner su culo a salvo.


Santos Trinidad, un antihéroe al que pocos desearían tener a su lado, le ha permitido a Jose Coronado entregar al cine la mejor actuación de su carrera. Bajo los dictados de Enrique Urbizu, con el que ya trabajó en ‘La caja 507’ (2002) y ‘La vida mancha’ (2003), escarbó en los oscuros pozos mentales de un greñudo y alcohólico personaje que le acompañó durante años, del que no pudo escapar ni cuando se iba a la cama y que finalmente ‘vomitó’ en un magistral derroche cinematográfico que le ha situado entre los candidatos al premio Goya al mejor actor.


Son muchos los que le dan por vencedor, incluyendo al que podría ser su rival más amenazador, Luis Tosar (‘Mientras duermes’). Coronado, una vez más, tira de modestia ante el que califica como su actor favorito. Estar nominado junto a él es “un sueño”, dijo en la fiesta de los candidatos celebrada hace unas semanas. De lo que pueda venir después, se ocupará cuando toque.