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La salida del encierro de Juan Carod

El último expulsado de 'Gran Hermano' es de Zaragoza. Hubiera preferido seguir en el concurso, pero al menos salió a tiempo para disfrutar de las fiestas del Pilar.

Juan, encima de la bola del mundo. La de la plaza del Pilar.
La salida del encierro de Juan Carod
JUAN CARLOS ARCOS

Es raro verlo sentado en una terraza, en la plaza del Pilar, tomándose un cortado. Porque, en las última semanas, Juan Carod no se ha prodigado por Zaragoza? ni por ningún lado. Ha estado encerrado. Voluntariamente, pero enclaustrado. No en un convento, sino en esa casa catódica que es 'Gran Hermano', de la que fue inquilino hasta hace dos semanas. Entonces, la audiencia, esa a la que lleva una década apelando la Milá, decidió que tenía que irse. "No llevé mal estar en un sitio sin poder salir -dice-. Si acaso, por pequeñas cosas como el tabaco. Como las pruebas del programa tenían estructuras altas, veías montes, vacas, algo de civilización?".

 

Su salida se produjo antes de lo que hubiera imaginado o, por lo menos, querido. "Cuando vi que amigos míos como Nagore se iban, me dije: 'Yo voy detrás'. Y el porcentaje del 70% de votos para que me marchara fue alto, pero eso quiere decir que un 30% quería que siguiera", afirma, optimista.

 

Tomar contacto con el mundo real no le ha costado mucho. Al menos, se apeó del concurso en plenas fiestas del Pilar y pudo llevar a sus hijos a las Ferias. "La acogida ha sido buena", revela. Eso sí, volver a ser terrenal, y no un holograma televisivo, tiene sus contras. El pasado martes, le tocaba la ITV? y no la pasó. "¡Me tumbaron por las ruedas delanteras! ¡Pero es que no he tenido tiempo!", cuenta, espontáneo. Cosas de coches. Por ellos, precisamente, conoció una vez a Pedro Oliva, el ganador zaragozano de 'G. H.' en su cuarta edición. "Me puse a pitar al coche de delante en un aparcamiento. Y el conductor era él. Salió a explicarme que el parquin estaba lleno y no podía entrar", recuerda Juan.

 

Siempre fue seguidor del programa, pero nunca se imaginó participar en él. Aunque, una vez tomada la decisión, tenía un objetivo definido. "Entré por el premio, aunque luego se te olvida, por eso haces cosas que no pensaste que harías", justifica el zaragozano.

 

Lo han tachado de estratega. Y lo fue. Pero se defiende: "Cada grupo hacía sus cábalas, solo que en el mío había más gente y la audiencia se pone del lado del débil. Nos juntamos siete personas que queríamos seguir juntos. Y no por echar a nadie, sino para mantenernos", explica. Alguno de esos siete, visto desde fuera, le ha salido rana. "Toscano se ha reído de los que estábamos a su lado. Espero que no gane", declara con sinceridad.

 

Estos días, se le ha visto en 'El programa de Ana Rosa' o en 'El debate'. "En plató, Mercedes Milá me dio caña, pero creo que se quedó con una buena sensación. Luego, en 'El debate' me costó más, porque aún tengo la 'L' en la espalda. Además, canté una jota y pido perdón a los joteros? y a la gente con algo de oído", se excusa con humor.

"Sabes que te expones"

Juan ya había hecho sus pinitos en el mundo de la moda y afirma que le gusta el mundillo. Espera tener un hueco en la tele, aunque lo ve complicado. "Soy muy tranquilo y nada faltón", se define. Su última incursión catódica tuvo lugar la semana pasada. Allí estuvo revelando que padece esclerosis múltiple, un dato que siempre quiso ocultar en el concurso, aunque le podría haber dado puntos para permanecer en liza. "Cuando entras a 'Gran Hermano', sabes que te expones -declara-. Y han llegado a decir que era drogadicto o que había estado en la cárcel. Mi hija pequeña tiene 4 años, pero el niño tiene 11 y le pueden ir con todos esos cuentos". Por eso, quiso sincerarse, una vez fuera del 'reality'.

 

"Eso de ir dando pena no va conmigo", deja claro. De hecho, aunque enterarse de que padecía esa enfermedad le impedirá presentarse a las oposiciones que preparaba para Policía Nacional, no quiere que le afecte y mira al futuro con optimismo. "No tengo nada por lo que tenga que agachar la cabeza", esgrime. Y lo hace claro, y alto, desde la bola del mundo de la plaza del Pilar, a la que se encarama para hacerse las fotos. Desde las alturas, todo se ve de otra manera. Por el suelo, la gente pasa, lo mira y le desea suerte. "Eres el mejor", le espeta un viandante. Y él, tan contento. "Llevo bien que me pidan autógrafos y fotos -confiesa-. El que diga que no le gusta, miente".