Una gran persona

Semblanza de Amado Franco que desvela facetas suyas poco conocidas en el ámbito público.

Amado Franco.
Amado Franco.
Krisis'23

La semblanza que voy a hacer de Amado Franco a continuación no es un relato de sus múltiples, importantes y notorios logros profesionales en el ámbito financiero y empresarial, que es bien sabido que los ha conseguido y que motivan el Premio HERALDO que merecidamente recibe ahora, si no que es más bien una semblanza de su perfil como persona. Voy a referirme a facetas suyas quizá menos conocidas públicamente.

Amado es una persona entrañable para todo aquel que tiene la oportunidad de conocerle. Cae bien, desde el primer momento, porque su naturalidad y su cercanía son innatas. 

En mi caso, he mantenido con él una relación estrecha desde nuestros tiempos de estudiantes en la Universidad Comercial de Deusto en Bilbao, donde fue ya un alumno brillante. En aquella época, además de estudiar con ahínco, siempre sacaba tiempo para disputar campeonatos de mus, juego de cartas en el que era un auténtico campeón… y eso que competía en tierra de los musolaris…

Amado tiene un concepto de la amistad como un valor fundamental de la persona. Tiene muchos conocidos, pero sus amigos, que sin embargo no son muchos, lo son siempre, aunque pasen temporadas sin verse.

Es, además, muy discreto. Su distintiva inteligencia está apoyada, especialmente, en el gran sentido común con el que analiza las situaciones y elige las soluciones, cuando hay que tomar alguna decisión, por complicada y difícil que ésta sea.

Es también un trabajador incansable. Y goza de una salud y de una vitalidad, desde siempre, extraordinarias. De hecho, no le he visto faltar al trabajo ni un solo día en toda su larga trayectoria profesional.

Importantísima en su vida ha sido y es su familia. Es un hombre dedicado totalmente a ella, especialmente ahora que dispone de más tiempo. María Pilar, su mujer, sus cuatros hijos, con sus parejas y los numerosos nietos que ya tienen, son hoy sus principales motivadores vitales.

Amado es un gran amante del esquí, que ha practicado y que sigue practicando, siempre en su querida estación de Formigal, por supuesto. Es igualmente aficionado al fútbol, con el Real Zaragoza permanentemente en su corazón y con la simpatía que profesa al Real Madrid.

Es generoso también, sin duda. Pero, si tuviese que destacar otro rasgo más de su personalidad como directivo, éste sería su honestidad. En todo lo que ha emprendido, la honestidad ha sido el denominador común en su comportamiento, ejemplar en todo momento, y en las múltiples decisiones que ha tenido que tomar a lo largo de casi cuatro décadas de responsabilidades directivas y en órganos de gobierno, tanto en las más trascendentales como en las más cotidianas.

Amado es, por otra parte, un excelente formador y desarrollador de equipos. Sabe elegir y sabe delegar, dos facultades muy relevantes -imprescindibles, diría yo- para quien desempeña puestos de Alta Dirección en cualquier organización de cierto tamaño. Es un líder carismático, motivador y defensor a ultranza de su gente, ayudando siempre a que se realicen tanto profesional como humanamente.

Allí donde sus diferentes responsabilidades le han llevado, su compromiso con Zaragoza y con Aragón ha sido siempre inquebrantable, de modo que la contribución al desarrollo económico y social de esta tierra ha sido uno de los objetivos principales que ha impulsado con firmeza a lo largo de toda su trayectoria.

Por todo ello, Amado Franco es sin duda un auténtico referente, profesional y personal, para todos los que hemos tenido la suerte de trabajar cerca de él en Ibercaja, entidad a la que ha dedicado la mayor parte de su carrera profesional, de la que forma ya parte destacada de su historia y en la que su impronta, sus valores y su estilo de dirección han marcado de manera muy clara la cultura corporativa de estas últimas décadas.

Y ésta es mi breve semblanza de Amado, en definitiva, una gran persona.

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