Subdirectora de Desarrollo Digital

Me quedo con Torrebruno

Miguel de la Cuadra Salcedo, en uno de sus programas.
Miguel de la Cuadra Salcedo, en uno de sus programas.
RTVE

Esta semana ha habido dos noticias televisivas que han acaparado la cumbre de lo más visto en internet. La primera hablaba del concursante de un programa que había sido detenido por una presunta violación en grupo. El espacio ya de por sí es de dudosa moral cuando lo que persigue es romper los pactos supuestamente establecidos por una pareja en su relación. Es decir, el objetivo es la traición y cuanto mayor, mejor para sumar audiencia y repercusión al día siguiente. La violación no se produjo en tiempo de emisión. Lo que no sabemos es si la efímera popularidad alcanzada por este elemento pudo condicionar los acontecimientos de alguna manera.

En un programa similar y de la misma cadena tuvo lugar un abuso sexual en vivo y en directo. El argumento de aquel ‘reality’ era similar.

Estos son los modelos que se colocan en el escaparate televisivo. Se muestran atractivos, se saben contemplados y de una errática manera, admirados.

En el otro extremo del universo televisivo, una periodista, colaboradora de programas de éxito que un día desaparece y ahora cuenta que se ha retirado a un bosque a vivir del agua que recoge y de los frutos que encuentra. Como la chica es anacoreta pero no tonta, se hace una ronda en los medios para promocionar su libro en el que cuenta cómo vivir sin nada.

En fin, que muchos crecimos admirando a De la Cuadra Salcedo, Arturo Pérez Reverte, Fradejas, Torrebruno o a cualquiera de Parchís y lo que estamos viendo nos desconcierta.

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