El hombre que 'echó un cable' a la Virgen del Pilar

Hace 50 años se publicaba la historia de Tomás Burillo, el hombre que avisó de la caída de las bombas en la plaza del Pilar.

Noticia publicada en HERALDO hace ahora 50 años
Noticia publicada en HERALDO hace ahora 50 años

Hace 50 años Milagros Heredero publicaba en HERALDO un artículo sobre Tomás Burillo, comerciante de la Plaza del Pilar, Medallla de Plata de la ciudad, por ser quien dio el aviso de la caída de las bombas en la plaza del Pilar, además de conservar la cuerda con la que se extrajeron las bombas. Este hecho da pie a la periodista para trazar el bosquejo costumbrista que reproducimos a continuación.


En la plaza del Pilar hay una tienda de semillas. La tienda tiene más de cien años. Su dueño actual, don Tomás Burillo, tiene setenta y siete. Recuerda ante la periodista sus tiempos mozos. Las diferencias, apenas alguna, de entonces, cuando un tío suyo vendía semillas para la provincia, y en la actualidad que sigue la venta. A ritmo distinto. Antes, se exportaba al extranjero; ahora, la mercancía se limita a viajar por España. Con un grave déficit comercial. Ahora el pueblo emigra a la ciudad. En el campo se siembra menos. Pero las palomas siguen picoteando en la plaza del Pilar, ajenas al mundanal y molesto ruido, y ésta es otra variante que sostiene la tienda. Y otra variante, la más interesante de todas, es el propio don Tomás Burillo, su dueño, que en este ambiente recoleto de flores y semillas posee nada menos que toda una personalidad digna de parangonarse con la de ‘Pimpinela Escarlata’... y algo más, como él mismo nos confesará.


La tienda

La tienda tiene una existencia de ciento seis años exactamente. Al frente de ella está el primogénito de don Tomás, que representa a la cuarta generación a partir de su fundador, un abogado que prefirió las semillas a las discordias. La encargada de atender al público, es la señorita Mari Luz Viarin, y es ella quien me da una referencia de su ambiente.


—Lo que más se vende es el triguillo de las palomas, los bulbos y las semillas de clavel. Luego, lo que normalmente pide la temporada. Ahora, por ejemplo, estamos vendiendo borraja y espinacas, que son las del tiempo.

El tiempo de la siembra. Aquí todo está en potencia; se vende un poco el futuro: lo que será borraja, lo que ha de ser espinacas...


Las fiestas del Pilar incrementan la venta de una manera considerable. La gente aprovecha el Pilar para divertirse en su feria, sin olvidar el negocio. A veces, entran gente importante en la tienda. Hace poco fue el mismo Luis Mariano, quien se llevó una gran cantidad de flores de España...


Mari Luz está evidentemente contenta de estar aquí, de vender flores y comida para las palomas. También lo está de estar bajo las órdenes, nada menos, del hombre que dio la voz de alarma y arrastró la bomba que cayó junto al Pilar...


Cómo es don Tomás Burillo

Don Tomás Burillo tiene una personalidad de muchas facetas. Ya lo comprobará el lector.

—Sí, señora. Yo fui el primer viajante que compró automóvil para BU trabajo. Era un ‘Saxon’, ya no existen ahora, su número de matrícula era el seiscientos treinta. Ningún viajante lo tenía entonces.

Antes de comprar coche, don Tomás viajó en bicicleta durante cinco años, después lo hizo en moto y finalmente se compró el ‘Saxon’.

—Con faros de carburo—especifica mi interlocutor—, nada de eléctricos. A partir de entonces he gastado catorce coches.

—Y ahora, ¿qué marca usa usted? —Ahora... —don Tomás parece muy preocupado— no tengo ninguno. Mis hijos no me dejan conducir.

—Es que son setenta y siete años —me explica su hijo, que está presente en la entrevista.

Don Tomás parece conformarse con esta tiranía de sus hijos, o más bien, de su edad. Y pasa a contarme algo realmente sensacional.

—Aquí dentro —me dice— tengo la cuerda con que arrastramos la bomba que cayó junto al Pilar...


La bomba

No está guardada en una caja con lazos ni nada por el estilo. Está en la trastienda, junto a otros enseres. Se conserva, eso sí, y no se usa para ninguna otra cosa indigna de ella. De vez en cuando alguien pide a don Tomás un trocito de esa cuerda. Él lo da con gusto; la cuerda es suya y lo fue siempre. Don Tomás Burillo se lo cuenta a la periodista.


—Fue en una madrugada de la Guerra Civil, claro, como ya sabrá usted. La familia velábamos a causa de una enfermedad de mi señora. A mí me pareció un avión y me asomé a la ventana. Vi volar el avión una y otra vez alrededor del Pilar. Comprendí de qué se trataba y estuve a punto de disparar sobre él con un arma larga que entonces poseía. Pero temí equivocarme.


Don Tomás Burillo no disparó, pero aguzó el oído y recuerda que escuchó el zumbido de «algo» al caer. Ese zumbido le puso inmediatamente en guardia y bajó a la plaza a comprobarlo.


—Me acompañaron una hermana y un hermano. Y vimos la bomba.


La acción

A otro carácter menos templado quizá le hubiera entrado un tembleque, pero no a don Tomás, que ha sido veintiséis veces donante de sangre. Lo que hizo fue llamar al Parque de Artillería para dar aviso. De allí acudieron rápidamente en un coche un capitán y varios números.


—Allí estuvimos todos. Yo bajé en seguida esta cuerda que tenía preparada para cierta diligencia. El capitán nos advirtió a todos del peligro que corríamos, sobre todo en el momento de quitar la espoleta de la bomba. Pero allí permanecimos junto a él, hasta que fue arrastrada, muy despacio, después de haber conseguido ponerla sobre un almohadón que traía el coche.


Hasta que lograron reducirla a la inocuidad. Después, don Tomás Burillo recogió su cuerda, la enrolló parsimoniosamente y como si no hubiera pasado nada. Tal día hizo un año...


Hace muchísimos más y hoy lo cuenta emocionado, sí, pero sin darle ninguna importancia.


—-Otras cosas podría contarle de aquel entonces, pero es preferible olvidarlas...


La periodista también piensa así, pero don Tomás Burillo posee una medalla de plata de la ciudad que le vale de recordatorio. El recuerdo de una vida emprendedora, con iniciativa, no parecida a ninguna otra, como es la de don Tomás Burillo.


(Noticia de hemeroteca recopilada por Mapi Rodríguez y Elena de la Riva. Documentación de Heraldo de Aragón

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