Chimo Bayo: "Hoy en día, el verdadero acto revolucionario es divertirse"

El DJ valenciano promociona su novela ‘No iba a salir... y me lié’, ficción sobre la ruta del ‘bakalao’ escrita junto a Emma Zafón, y reivindica el poder liberador de la fiesta.

Chimo Bayo firmó ejemplares de su libro en la FNAC de Puerto Venecia, junto a la coautora Emma Zafón.
Chimo Bayo: "Hoy en día, el verdadero acto revolucionario es divertirse"
Aránzazu Navarro

Cae usted bien, y lo sabe... ¿Se sirve de esa capacidad de seducción en la promoción del libro?

Muchas veces, la vida te devuelve según el modo en que has actuado... El karma, o como quieras llamarlo. Trato de hacer las cosas bien, de ser respetuoso con el trabajo de los demás y no cambiar de actitud por el poder del interlocutor o el medio al que represente.


Por si fuera poco, tiene usted lazos con Aragón.

Pasé los veranos de mi infancia en Rubielos de Mora, que anda en boca de todo el mundo por ese premio que le han dado, como pueblo bonito que es. Toda la familia de mi padre es de allí. Allí fueron las bicicletas, las aventuras, las primeras veces que conseguí que una chica me hiciera caso, y eso que era tontito; bueno, lo sigo siendo.


¿Cómo lidia con el escepticismo inicial en este reto? Ya sabe, aquello de ‘ahora va y se pone a escribir este tipo’.

Bueno, es un trabajo de equipo con Emma Zafón, una gran periodista y escritora. Empezamos hace más de un año: ella vino a mí con la idea, una propuesta y dos capítulos, escritos en valenciano. Le dije que me gustaba la idea, pero que prefería que la desarrolláramos en castellano. Al día siguiente volvió con los dos capítulos traducidos, y entendí que iba muy en serio. La verdad es que hemos disfrutado trabajando juntos: yo no hubiera podido hacerlo sin ella, y creo que ella tampoco habría acabado la novela sin mí.


¿Qué le han dicho las gentes de letras sobre el libro?

Los que lo han leído me han hablado bien, aunque evidentemente la cuestión de estilo es más cosa de Emma. La tenía frita a llamadas; además, ella trabaja por las mañanas y nuestros horarios no eran compatibles, a veces la llamaba al amanecer con una idea que me había llegado al acabar una actuación y ella estaba aún durmiendo, la pobre. Yo me río mucho, de mí mismo sobre todo, pero en el aspecto profesional soy serio.


Lo de luz y taquígrafos fue literal en este caso. Usted, con las luces hasta en la gorra, y su socia dando forma a todo.

Ya te digo, ha sido un entendimiento perfecto. Siempre me ha gustado escribir, pero soy muy desordenado. Por eso te decía que la iniciativa no hubiera funcionado sin los aportes de los dos.


Mucha gente cree que es una biografía suya, pero es una novela... aunque algo de usted sí hay.

Los lugares, las carreteras, los ‘discjockeys’, la música, muchos recuerdos... todo es real, pero hay una ficción como hilo conductor. Y funciona. La mejor manera de pelear contra ese prejuicio sobre mí, del que soy consciente y que entiendo, es enseñar el trabajo final con orgullo. He hecho de todo: producir, pinchar, radio, televisión, cortometrajes, organización de fiestas... ahora se cumplen 35 años del ‘Así me gusta a mí’, tengo una hija, tengo un libro... me falta el árbol, pero eso se soluciona cualquier día. Una planta que dé frutos parlantes, que digan ‘ju jᒠy te hagan feliz al comerlos.


Ni Willy Wonka... ¿A qué sabrían esos frutos, a naranja valenciana?

Por ejemplo... O a kiwi, no sé. Tendría sabor ácido y picante a la vez, naranja sanguina con guindilla, o con sabor a castaña, algo muy típico de la ruta del bakalao. Oye, igual hago un injerto...


Apuntado. Además, acaba de sacar nuevo tema, ‘Diablo’...

Sí, no ha tenido mucha promoción, para no chocar con lo del libro. Quería haber sacado otra en una onda más ‘trap’, que se llama ‘El bien y el mal’, pero lo dejaremos para finales de enero. Me gustan mucho las dicotomías, esta sí, esta no... ya sabes.


Usted se lo ha pasado muy bien, pero dicen que las lecciones valiosas llegan en momentos bajos.

Claro, en la vida hay que pasarlo mal para valorar más aún más los buenos momentos y formar el carácter, pero también se aprende disfrutando, precisamente por comparación. No hay un acto más revolucionario que divertirse: de aquellos años de ruta me quedo con la empatía que teníamos con nuestro público.

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