Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

U2, en el foco de la polémica

El cuarteto irlandés publica un cuádruple CD, Songs Of Surrender, con la revisión de cuarenta canciones de discos anteriores.

FDespliegue de los cuatro cedés del álbum Songs Of Surrender
Despliegue de los cuatro cedés del álbum Songs Of Surrender
Island/Sony

Se armó el lío. Basta con que alguien le cambie una coma a una famosa canción, la versione o la rehaga a su antojo para que enseguida asomen los colmillos enfurecidos por tamaño atrevimiento. No digamos si los autores de la ‘fechoría’ son sus mismos creadores y además al por mayor, ‘tocando’ un saco de sus canciones que en su mayoría ya han pasado a la memoria colectiva en sus versiones originales.

Pues aquí tenemos ni más ni menos que a U2, cayéndoles mordiscos de tiburón por todos lados debido a su reciente álbum cuádruple, Songs Of Surrender, en el que han metido mano, ahí es nada, a cuarenta piezas de su repertorio propio, dejándolas en algunos casos casi irreconocibles, básicamente transformándolas en piezas de salón, acústicas, sin electricidad y prácticamente sin arreglos instrumentales, desnudas. Tanto que hasta puede decirse que Bono y The Edge, los artífices del invento, se han dejado al batería y al bajista, a los ilustres Larry Mullen y Adam Clayton, en la caseta, de reservas, muy reservas, como Mariano en el Madrid. Bien es verdad que ninguno de los dos, que se sepa, se ha quejado de semejante ‘humillación’.

¿Era necesaria una manipulación tan voluminosa como esta? ¡Ah!, la pregunta clave, a la que, claro, por lo que se ha podido leer por unos sitios y otros, son muchos los detractores que están respondiendo de manera sangrienta, mordiendo sin consideración. Y a continuación, las típicas sentencias de que están acabados, que se les ha secado el cerebro, que es una maniobra de distracción hasta que les venga la inspiración para componer un nuevo disco, que están creativamente bloqueados, que ya lo han dicho todo y no saben cómo seguir, que es un ardite de Bono para promocionar su último libro autobiográfico, que son unos oportunistas gañanes en busca de pasta, y patatín patatán.

Confieso que me altera mucho el que me cambien una canción, que le roben instrumentaciones, sonidos, estrofas, ritmos, pasajes memorables que ya permanecen incrustados en mi cerebro como escarpias. En el caso de U2, piezas sublimes como One, Bad, With Or Without You, Who’s Gonna Ride Your Wild Horses, I Still Haven’t Found What I’m Looking For, 40, All I Want Is You… y algunas más. Que no me las toquen, por favor, aunque la versión de One que en directo hizo en su día Mary J. Blidge, con el mismo Bono como introductor, me dejó noqueado. La excepción. Porque lo habitual es que sean pocos los que salgan vivos de estas experiencias.

Esto no quita, sin embargo, que los dueños de esas canciones tengan que ponerles candado de oro y callarlas como al Papageno mozartiano. Los artistas son los dueños de sus composiciones y si ellos sienten en un momento determinado que pueden darles otro color, que las pueden llevar a otro terreno o vestirlas de otra forma, están en su pleno derecho. Son suyas. En este caso, en el de Bono y The Edge, que han sido los artífices de esta mutación, o por mejor decir, de reinversión a su estado original acústico de maquetas en muchos casos o de dispararlas por otros caminos que ellos han considerado pertinentes, e incluso reescribiendo las letras como han hecho en Sunday Bloody Sunday, están en su pleno derecho. Y más, como confiesa Bono en el atractivo y original documental junto a Dave Letterman, A Sort Of Homecoming: “Las mejores composiciones nunca son una conclusión sino la búsqueda de esa conclusión”. Es decir, parafraseando el título de una de sus maravillosas canciones, quizá “todavía no han encontrado lo que buscaban”.

Otra cosa es que a la clientela les satisfagan estas nuevas visiones, estas reimaginaciones. Allá cada cual. A mí, en concreto, no es que me hayan entusiasmado en la primera escucha. Lo mismo me ocurrió cuando Springsteen cogió la mochila y la guitarra en 2005 y se embarcó en una gira completamente acústica o cuando se metió un año completo en Broadway. No era, claro, el Springsteen vikingo de sus grandes conciertos eléctricos, pero oírlo interpretar su repertorio en carne viva, de la forma que en su momento parió esas canciones, me complació, me llevó a la reflexión y al disfrute. Y lo mismo me va a ocurrir, o ya me está ocurriendo, con este cuádruple álbum de U2, en el que se han modificado ritmos, arreglos, ha desaparecido el sonido de la ‘guitarra infinita’ de The Edge…, pero la extraordinaria voz de Bono permanece limpia e incólume. No es cuestión de abstraerse y olvidar las originales, pero sí alejarse de ellas, escucharlas como si fueran nuevas y hasta que no existieran, o mirarlas en paralelo con las viejas, reflexionando sobre ellas, atento a los detalles y recodos de este nuevo camino, y entonces, sí, entonces es posible entrar en un mundo no desconocido, pero sí inexplorado y casi nuevo, atractivo.

Si no se afronta de esta manera Songs Of Surrender, como si fuera un larguísimo unplugued, por así decir, no me extrañan las descalificaciones abruptas, el desprecio y los gruesos epítetos que han caído sobre este cuádruple álbum o que más de uno haya corrido de inmediato a los álbumes originales. Allá cada cual. Aunque lo que me parece desagradable, por no emplear otro calificativo mucho más duro, es que alguien tire al basurero a un grupo magno como U2 “por estar acabado”, algo que para algunos ya lo está desde hace tiempo... Ya se verá. Dylan, el gran maestro del transformismo, o Springsteen, otro que trastea no pocas veces en sus canciones, ahí siguen, cumplimentando discos nuevos más que notables, por mucho que se les fustigue o se les considere como trastos viejos. ¡Cuánto daríamos por tener, por ejemplo, a unos Beatles vivos! ¡Qué no habrían hecho ellos después de tantos años!

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