Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

incluye el gran concierto de las fiestas del pilar de 2002

Bunbury vuelve al ring discográfico

Una lujosa y opulenta caja de cinco cedés celebra los veinte años de uno de los pilares básicos de su carrera en solitario, el álbum Flamingos, publicado en 2002

Bunbury en el gran escenario de la Plaza del Pilar en 2002
Bunbury en el gran escenario de la Plaza del Pilar, en 2002
José Miguel Marco

“A los sesenta años haré un disco impresionante”, pronosticó Bunbury en la entrevista que le hice en mi casa, unos días antes, de que llegara al mercado el álbum Flamingos. Queda ya menos para pisar esa edad y ver si se cumple el pronóstico. Pero, caramba, Flamingos no estaba mal, pero nada mal. Con él, el cantante zaragozano asentaba su carrera en solitario, que se inició con un álbum electrónico de tanteo, Radical Sonora, viró sólidamente al latinismo y los dejes arábigos en Pequeño y se consolidó en este tercer disco, volcado especialmente en el rock y el baladismo.

Página de Heraldo del 31 de marzo de 2002 (parte 1)
Página de Heraldo del 31 de marzo de 2002 (parte 1)
Archivo Heraldo

A los cuatro días de su salida, escribía en mi crítica en el Heraldo: “Bunbury vuelve en su tercer álbum en estudio a hacer gala de su habilidad para el vampirismo. Todo el álbum está lleno de extracciones sanguíneas de cuellos y géneros amados: valses, tangos, narco corridos, la Madonna de "Music", el Bowie de los setenta, el Dylan swing de "Bye And Bye” de su último álbum, que no es sino irse hasta el Charlie Cristian de Benny Goodman, el Leonard Cohen de "Take This Waltz"... Pero Bunbury, pese a tanto flujo ajeno, no es un mimetizador, sino un excelente “collagista”, un perito del “rock bastardo”, como bautiza él a lo suyo. Y ahí, entre otras cosas, está su mérito mayor: cruzar géneros, darles la vuelta y hacerlos propios, originales, únicos”. Veinte años después me mantengo en esta visión precipitada de aquel momento. Pero no solo eso, sino reforzando la belleza y el ingenio con que estaba construido aquel disco, aunque Lady Blue fuera una descarada, pero gloriosa, imitación de Space Oddity.

Página de Heraldo del 7 de octubre de 2002
Página de Heraldo del 7 de octubre de 2002
Archivo Heraldo

Y veinte años después, mediante una opulenta caja que ha editado EMI, Enrique “ha vuelto al ring”, evocando con este entrecomillado la iconografía gráfica y sonora del boxeo que regurgitaba aquel disco. Hoy, ampliado con cuatro disco más, en los que afloran jugosamente las caras B, las demos y dos conciertos de época, uno el de Zaragoza, en plenas fiestas del Pilar 5-10-2002) y el otro de Madrid, en el Palacio de Congresos (20-12-2002), ambos ya editados en vídeo previamente bajo el título Una cita en Flamingos (2003). Además, un lujoso y detallado libreto con tres textos, uno de ellos, el principal, escrito de manera hiperbólica y algo mediocre, por Juanjo Ordás. Lo peor de la caja.

Al respecto del concierto de Zaragoza, fui invitado por Bunbury, y ello posibilitó que lo viese desde el balcón del ayuntamiento de la ciudad de manera tan cercana como espectacular. Una noche inolvidable en la que Zaragoza vivía en ascuas con el recambio cantadísimo del alcalde Atarés, del PP, por Belloch (PSOE). ¡Lo que le hizo sufrir su partido a Atarés, eligiéndole para una misión imposible en un crítico momento en que el Partido Popular de Aznar propugnaba ardientemente el trasvase del Ebro cuando en la ciudad se había celebrado la mayor manifestación de su historia contra esta acción! La pitada que se llevó nada más coger el micro, tras el pregón de fiestas de Bunbury, se debió oír hasta en La Moncloa. Estruendosa. Un mártir más de una causa política perdida, echado a los leones por los suyos.

Mas, si el alcalde caminaba con una pesadísima cruz a cuestas, poco después, sin embargo, Bunbury andaba ligero y triunfador, seguro de sí mismo y de su consistente banda, en el gran escenario que le prepararon, alicatado de luces, lásers, varilites, pantallas de vídeo, cañones, grúas, neones y mangueras de humo. Impresionante. “El paraíso y el Gólgota”, titulé mi crítica en el Heraldo, adjudicándole cinco estrellas. Un recital de estrella a lo grande, ante más de 100.000 personas, nunca visto en Zaragoza con un artista local, aunque no se recoge al completo en el CD de esta caja, como no se recogió en el DVD de 2003: faltan, como mínimo, Maldito duende, La chispa adecuada y El jinete.

Bunbury en el frontal del escenario durante su actuación en la plaza del Pilar, en 2002
Bunbury en el frontal del escenario durante su actuación en la plaza del Pilar, en 2002
Esther Casas

En cuanto a las maquetas, muy bien de sonido y acabado, pero no muy alejadas —salvo, por ejemplo, Hoy no estoy para nadie, sin la envoltura psicodélica posterior, y detalles varios— de lo que luego apareció en el disco, lo que denota el laborioso y concienzudo trabajo de preproducción que se hizo. De se incluyen tres tomas, no aparece Lady Blue y se añade un instrumental, raro en el universo bunburiano, aunque seguramente, con gran trabajo de Copi al piano y los sintetizadores, sería la base para una hermosa balada. Y todavía muy aprovechable para cualquier disco futuro.

“El propósito del disco, por una vez en la vida, era hacer una superproducción, un disco muy trabajado. Ahora puedo asegurar que ha sido el disco con el que más cómodo me he sentido nunca”, me aseguró con contundencia Enrique en la entrevista citada al principio. No le cambiaré una coma a esta aseveración. Flamingos junto a Pequeño son los dos pilares que, con altibajos, sustentan su prolífica y exitosa carrera en solitario. Esta opulenta caja, parafraseando a Bernard Shaw con respecto al arte, es un buen espejo para mirar su cara musical, pero también su alma.      

Página de Heraldo de Aragón del 31 de marzo de 2002 (Parte 2)
Página de Heraldo de Aragón del 31 de marzo de 2002 (Parte 2)
Archivo Heraldo

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