Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

PUBLICADO EL PASADO VIERNES, DÍA 11 DE NOVIEMBRE 

La crítica de Matías Uribe | Inmersión profunda y feliz de Springsteen en el maravilloso mar del soul

Haciendo nuevamente uso de sus giros de libertad como artista, el Boss colma, a sus 73 años, un nuevo disco pleno de canciones poco conocidas del género negro

Bruce Springsteen en el montaje publicitario de su nuevo disco
Bruce Springsteen en el montaje publicitario de su nuevo disco
Sony

No es que a estas alturas Springsteen no tenga licencia para matar musicalmente o hacer lo que le dé la santísima y real gana. Ha ofrecido tanto, ha llegado tan alto que como para andarse con chiquitas o para detenerse en el qué dirán. ¡Lo que le salga de sus pudendas!

Pero no, no ha sido esa, como chabacanamente o fácilmente se puede etiquetar, la idea de hacer este nuevo disco, Only The Strong Survive, inmerso en las aguas profundas del soul. No. Ha sido, sin más y por encima de todo, su permanente obsesión por no repetirse, lo consiga o no, por escapar de agujeros que le serían más placenteros y rentables en taquilla. ¿Qué tiene que ver, por ejemplo, Born To Run con Darkness On The Edge Of Town, y no digamos con Nebraska? ¿Y qué hay de las Seeger Sessions? ¿O de los gemelos Human Touch y Lucky Town? ¿Y cuál es el primo hermano de Western Stars? En fin, que, a poco que se conozca su discografía o se escarbe en ella, aflorará un trabajo inquieto, cambiante, libre de ataduras, un afán inmenso del Boss por huir, por correr a tierras nuevas o prometidas, como tantas veces reiteró, en otro sentido, en sus primeros tres discos.

Y ahora, un disco de soul. Bien es verdad que inesperado y casi ‘impertinente’ para sus intereses comerciales, teniendo a la vuelta de la esquina una nueva gira mundial, con la que este disco puede interferir. Ni agua. A lo suyo. A lo que le apetece y quiere. Digan lo que digan, que cantaba aquél. Él ha querido ahora este disco soul, y punto. Pero no un disco soul cualquiera y fácil, es decir, echando mano del listado de grandes clásicos del género, y eso que se conoce bien el paño, sino acudiendo a los fondos escondidos del género.

Desde sus años más mozos, cuando se pelaba el trasero en bares de mala muerte y en moteles infectos, lleva cantando piezas de soul clásico. Por su trituradora personal, en directo, han pasado, y en no pocas ocasiones, un florilegio de títulos celebérrimos: Raise Your Hand, Sweet Soul Music, In The Midnight Hour, Land Of The 1.000 Dances, Ain’t Too Proud To Beg, The Way You Do The Things You Do, 634-5789… ¿Y qué es, si no, su popular y explosivo Tenth Avenue Freeze-Out sino una culminación exultante y propia del estilo en la que el cantante se vacía cantando y escenificando las famosas poses y gags del género negro, con James Brown en mente? Repase y compruebe, quien quiera tacharle de oportunista, impostor y mil cosas más, toda esa inmensa colección de bootlegs que circulan desde décadas atrás entre manos de sus muchísimos adictos o, sin ir más lejos, esas glorias oficiales que, con idea tan atinada, viene exhumando de su archivo desde 2012 para ponerlo a disposición pública desde su web, para comprobar que el soul anida en su alma musical desde tiempos pretéritos. En el escenario, oficialmente, ni más ni menos que desde 1976.

Sin embargo, reitero, este no es un disco al uso, sino un disco en el que ante todo luce una labor de búsqueda y de gran conocimiento del género que asombra. Se intuye que previamente ha habido una gran memoria y una profunda investigación, al mismo tiempo muy placentera, en búsqueda y recuerdo de los títulos que al final han perfilado el friso musical del álbum, del que, con toda seguridad, llevado de su obsesivo afán perfeccionista y autoexigente, habrán quedado fuera no pocos números. Seguro.

Es cierto que no se habrá roto las meninges tirando del popular y grandioso The Sun Ain’t Gonna Shine Anymore, pero sorprende. Emular las voces de The Walker Brothers es labor apta solo para avezados alpinistas multimiles de la música vocal o para insensatos, y además no es un tema soul, sino pop, como reafirman la cantidad de voces blancas que han versionado esta pieza (fuera, desde Neil Diamond a Frankie Valli, Cher, Cilla Black, A-Ha, Kean… y aquí, especialmente en las lides del yeyeísmo, Karina, Los Mustang, Luisita Tenor… o, en lamentable versión, La casa azul). De ahí que todavía el asombro sea mayor. Y lo curioso es que, a sus 73 años, sale indemne, que, aunque el registro vocal no se le vaya hasta las nubes como una pieza de este calibre requiere, sale airoso de la prueba, matizando y conteniendo la voz en un registro medio precioso.

¿Los demás? Diego Manrique, a estas alturas, culpa a Landau, pese a figurar como productor ejecutivo, de haber ‘estado ausente’ y, por tanto, deduzco, de no haber sabido dirigirlo, cuando nunca lo ha hecho, ni sabido, por muchos sabios consejos que le diera, especialmente en los tiempos de Born To Run, ni lo ha producido enteramente (véanse créditos de discos pasados: siempre en coproducción segunda con el mismo Springsteen). En realidad, la producción ha sido, cómo no, de Springsteen y de su productor de los últimos años, desde 2012, en que tomó parte en Wrecking Wall, y antes, en 2007, en Play It As It Lays, de Patti Scialfa, el para mí dudoso, ¡ay, High Hopes!, Ron Aniello, que no solo ha coadyuvado en esta labor, sino que ha tocado buena parte de los instrumentos; salvo los metales, de todo.

No. Este es un trabajo de gran memoria educacional cuando no de investigación, acopio y selección personal. Una labor plausible por salirse de lo trillado y descubrirnos, incluso, a los más veteranos melómanos, títulos desconocidos —que levante la mano quien, por ejemplo, haya conocido de inmediato la misma pieza que da título al disco, Only The Strong Survive, salvo elvisianos irredentos que la reconocerán por la versión aparecida en Elvis In Memphis, aunque el original lo cantó Jerry Butler—, no digamos a los más legos. Y si ello, a la vez, sirve para descubrir nuevos caminos a los más jóvenes y no tan jóvenes, que es posible, pues olé por su labor, digamos, pedagógica.

Así que, pinchando en la carne del disco, en las canciones, lo que conviene resaltar de inmediato es, además de este esfuerzo por mostrar material escasamente trillado, la fidelidad y respeto a los temas originales que Springsteen muestra en todas y cada una de las canciones que integran el disco, ateniéndose, en contra de lo que ha escrito Manrique, a la melodía y a los arreglos de origen con empecinada lealtad y finura, sin adiposidades y exageración alguna. Lealtad que él podría haber quebrado para meterlas fácilmente en su mundo propio y que no ha hecho por así guardar esas esencias al máximo. La prueba mayor: la canción final del disco, Someday We Will Together, original de Diana Ross & The Supremes, podía haberse sustituido perfectamente, y para mejor, por la versión pop de tono entristecido, pero emocionante y pomposa, que, en 2010, le imprimió en la rescatada interpretación incluida en su disco de descartes, The Promise, incluido en la caja Darkness On The Edge Of Town, pero no ha sido así.

Y es que esa fidelidad en este disco se mantiene de principio a final casi con papel calco. Cierto que salvo contadas y leves ocasiones: en la pieza de los Four Tops, When She Was My Girl, ha eliminado los contrapuntos barítonos del coro, bam-bam-bam; en Any Other Way suprime, erróneamente, los coros a lo Ronettes, que son el adorno mayor de la pieza original de William Bell; en I Wish It Woul Rain, de The Tempations, ha añadido unos intrascendentes, aunque ambientales, segundos finales de lluvia, y en I Forgot To Be Your Lover no enfatiza más el colorido tonal a lo Sam Cook que el citado Bell le puso en 1968 a su pieza original.

Su contención para no quebrantar la fidelidad al número primitivo ni llevar las canciones a su universo musical es tanta que opta, por ejemplo, en Soul Days, a no coger su clásica Telecaster y soltar un fiero solo de los suyos, como sí lo hizo en el original Doby Gray en 1969, luciendo un guitarreo potente y sonoro. Igualmente, no haber aprovechado para añadir coros femeninos a la versión primigenia de What Becomes Of The Brokenhearted, de Jimmy Ruffin, que la cantó solo con apoyos masculinos, algo que sí añadieron después en sus estupendas versiones Rod Stewart y Joe Cooker. Todo ello, dicho sea, por buscarle algún pelo a la calavera.

No hay pues floritura alguna, ni excesos vocales, ni reinterpretaciones nuevas, ni esa rabia interpretativa propia, ‘estentórea’, dice Manrique, a la que fácilmente podría haber recurrido para poner sello de identidad al disco, cuando aquí no hay salidas de tiesto ni por asomo. Aquí solo hay concentración en las canciones tal y como nacieron a la luz pública en su momento. Lo que quería Springsteen en un disco en el que solo deseaba cantar (y a lucir traje impecable de crooner) y despreocuparse de coger la guitarra o la armónica.

Todo lo más palpable que estas versiones puedan alejarse de los modelos originales son acciones, en todo caso, enormemente positivas, dígase, el enriquecimiento particular, por no decir general, de instrumentaciones de vientos y coros, caso de canciones como Don’t Play That Song, siguiendo el perfil de la versión de Aretha Franklin y no el de la original al estilo Stand By Me de Ben E. King, algo que muestran irreductiblemente los tres atractivos vídeos de presentación que han precedido a este disco, o la reversión de Do I Love You, donde la voz de Springsteen machaca el feísmo del original, en manos de Frank Wilson.

“Quería hacer un disco donde solo cantara. Y qué mejor que trabajar con la música del gran cancionero americano de los sesenta y setenta. Me he inspirado en Levi Stubbs, David Ruffin, Jimmy Ruffin, the Iceman Jerry Butler, Diana Ross, Dobie Gray y Scott Walker, entre muchos otros. He intentado hacerles justicia, y a todos los autores de esta música gloriosa. Mi objetivo es que el público actual experimente su belleza y alegría, tal como yo he hecho desde la primera vez que la escuché. Espero que disfrutéis tanto escuchándola como a mí me ha gustado grabarla».

Esta fue la presentación del disco que hace menos de un mes hizo Springsteen a través de un brevísimo comentario en Youtube para, a continuación, mostrar Do I Love You, después Nightshift, y finalmente Don’t Play That Song. Sería una gran decepción que se nos escatime —hala, Landau, cúrratelo— que no llegue pronto un DVD que recoja la sesión completa de la grabación de todas estas versiones porque compondrá un documento visual fantástico, con tanta elegancia, vistosidad, lustre, alegría y alma como trasluce, no en vano le acompañó un fornido cuerpo de músicos y coristas, entre ellos la sección de metal que formó en 2012 para salir a la carretera durante toda la década pasada, así como un coro compuesto por dos tercios del “trío de damas” de New Jersey (Patti Scialfa, Soozie Tyrell y Lisa Lowell) más Michelle Moore, Curtis King Jr., Fonzi Thornton y Dennis Collins, amén de una sección de cuerdas, bailarinas… etc., como tan atractivamente se aprecia en los vídeos de adelanto. En definitiva, una maravillosa, fiel y respetuosa inmersión en las aguas más desconocidas del soul. O lo que es lo mismo, Springsteen en su caldo, haciendo lo que le da la gana, por no expresarlo de otra forma más burda.

Springsteen, el álbum Only Survive The Strong:

Las versiones originales:

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