Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

La música en las fiestas del Pilar 2022: tiempos pasados fueron mejores

Un salpicón de mediocridades, nombres sobados, tributos y otros malos ingredientes alimentan, una vez más, el plato musical de este año, que ni de lejos alcanza el listón de medio aceptable: camarero, rápido, la cuenta

Menos mal que nos queda Joana Serrat
Menos mal que nos queda Joana Serrat
Great Canyon

Pensarán enseguida algunos en el abuelito sentado en el sillón, apoyado en uno de sus brazos y con rictus melancólico pensando en lo bonito, bueno e inmejorable que fue el pasado… Nada más lejos ni en quien suscribe ni en intenciones. Hechos, una reflexión sobre lo que hubo y lo que hay, lo que fue la música de las fiestas del Pilar en los 80 y parte de los 90 y lo que es hoy. Dos caras radicalmente diferentes, un desastre actual.

Ya desde hace muchos años faltó la gran figura del momento, como entonces la hubo. No queda rastro de aquellos grandes artistas que se subieron al escenario de La Romareda: Spandau Ballet, Tina Turner, Dire Straits, James Brown… Nada. Pero a esto ya estamos habituados desde tiempo inmemorial. Entonces se impuso un modelo de fiestas muy simple pero atractivo: un nombre internacional de talla e incluso nacional, como mínimo, en el estadio y otros de menor entidad, tanto nacionales como de fuera, distribuidos por distintos recintos de la ciudad. Hoy, ya, pura materia arqueológica.

En estas fiestas, como en muchas de este milenio, se ha optado por la multiplicación y descentralización de espacios con una abrumadora tormenta de figuras, figurines y mediocridades sobre los escenarios y nada de estadios ni de ídolos de fuste. Un deterioro evidente que, como en tiempos pre democráticos, invitar a huir de la quema, de la vulgaridad, y pasar unos días fuera. Porque si ahora los alicientes son Estopa, Pablo Alborán, Dani Martín, Camela, los tributos a Queen, Mecano, Dire Straits o los noventa más vulgares, los DJ’s… y no digamos raperos y reguetoneros, pues apaga y vámonos, salvando la excepción Serrat por su historia y por las connotaciones que tiene su gira de despedida.

Y da igual la cuerda que mande en el ayuntamiento, PSOE, ZEC o PP. Todos han mostrado una insensibilidad, y siguen mostrándola, ante el hecho musical aberrante. Barullo y a vender mercancía barata y mala a cascoporro. Y gran pecado: privatización de la fiesta, uno de los grandes males para la música, es decir, un sindiós en estos años en que a los políticos se les llena la boca con lo ‘público’. Y encima obvian la música tradicional y el folk aragonés, que tanta riqueza ha proporcionado, y sigue proporcionando, a esta comunidad. Completamente justificada la protesta pública.

Son los tiempos, se dirá, y es incontrovertible. En efecto, vivimos los tiempos del “todo vale”, de la mediocridad supina en no pocas facetas culturales de la vida. Y esto es lo que hay genéricamente en las fiestas. Mirando con lupa, aparecen algunos destellos de interés y calidad ‘comme il faut’: Joana Serrat, Madeleine Peyroux, Macy Gray, Goodspeed You Black Emperor!, Annie B. Sweet, Lila Downs… y poco más. 

Lo del espacio Zity, que se presupone como centro principal de operaciones musicales, pero relleno de raperos, reguetoneros/as, tecno chumba chun, folkies de medio pelo o popis descafeinados, es ciertamente lamentable. Pero si es lo que quiere el pueblo, o mejor lo que se diseña o más conviene a los promotores privados y a los despachos ¿de Cultura? del ayuntamiento, por facilidad de contratación, por presupuesto, por presiones de promotores y mánagers… y por la maldita privatización de espacios, pues nada, a pagar impuestos y a sufragar con dinero público el capricho del nuevo estadio del alcalde pepero.

También es cierto que en estos lustros del nuevo milenio ha estado más caro y difícil llegar a grandes nombres de 'calité' y que, de hecho, cada vez estos son muchos menos, pero ello no quita para que, al menos, ya que La Romareda, que quieren derruir para hacer un nuevo estadio, ¿para qué?, para un equipo, a este paso, perenne en segunda división, y alguna atracción tipo Alejandro Sanz; digo que ello no quita para que al menos en el Príncipe Felipe se muestren apuestas más valientes y novedosas. Pero nada hay al respecto.

En fin, una calamidad de la que no se despegan los políticos encargados de la cosa ni con zotal. Y no es que al abuelito le repelan estas programaciones, es que ni con 40 años menos las tragaría, no iría a ver ni al 90% de los elegidos hoy... Menos mal que nos queda Joana Serrat.  

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