Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

Tristeza otoñal con Nick Cave

Vuelve este blog tras el palizón veraniego de discos de todo tipo y ralea con que un servidor ha 'castigado' a la parroquia. Y vuelve en la mismísima entrada del otoño, que es estación hermosa en la naturaleza pero –dicen los expertos- conduce directamente a la negrura del invierno y a la melancolía, a ese bajón anímico que atrapa a millares de personas (Springsteen incluido, ¡oh!). Autopista que se ennegrece, como a principios de este año se ennegrecía con el disco póstumo de Bowie, con otro disco luctuoso, con 'Skeleton Tree', de Nick Cave.


“Todo artista quiere tener vivencias que estimulen su creatividad, pero no esto”, llega a decir, según las crónicas, el australiano en 'One More Time With Feeling', la película que acompaña a este disco y que se presentó en el pasado festival de cine de Venecia. Vivencias, pero no terribles desgracias. El lamento brota con toda lógica del mazazo sufrido por la muerte de su hijo de 15 años en 2015, tras despeñarse por uno de esos imponentes acantilados de Brighton que nos mostró la película 'Quadrophenia'.




Sobre él, sobre Arthur Cave, aunque no sobre su persona, sino sobre todo lo que conlleva la tragedia, pivota este disco y la película, aún no estrenada en España (creo). Abatimiento, dureza, luto. Si hay alguien en el mundo del pop que haya cantado más profunda y lastimeramente este ha sido Nick Cave, con permiso de Leonard Cohen e incluso Nick Drake. Basta con remitirse a aquel majestuoso 'The Good Son' de 1990 o a la catarsis venenosa de la tragedia que mostró 'Murder Ballads' en 1996.


Así que, y perdonen la frivolidad de la expresión, 'pan comido' para él hilvanar un mazo de desoladas canciones, con la muerte y todo lo que ello provoca a quien la sufre de cerca. Cargado de minimalismo, sin explosiones instrumentales ni grandes despliegues, con recitados sombríos que evocan al Jim Morrison de 'An American Prayer' o al Leonard Cohen de sus últimos directos, 'Skeleton' supura tristeza y abatimiento desde la primera a la última redonda: no, no, aquí no puede haber, digámoslo así, fusas ni corcheas ni síncopas. Es un disco de desolación, nocturnal, amargo, sin notas aceleradas, para escuchar con mucho recogimiento.


El violinista y compadre Warren Ellis es el soporte mayor del álbum, dirigiendo y tendiendo a Cave un colchón de ayuda en la composición y en la variedad instrumental que domina, pero es la voz de la soprano danesa Else Torp la que lleva a este disco, a través de la canción 'Distant Sky', a su cima mayor de belleza trágica, a una sutileza que arrasa los ojos, con injertos de piano que recuerdan a 'Foi Na Cruz' e invocando las texturas de Ivo Watts y sus This Mortal Coil.


Es la penúltima canción del disco, donde se aglutina todo lo mejor que posee, con la pieza última que le da título, punteada por el piano, la liviana batería y un colchón de mullidos sintetizadores soltando (musicalmente) lo más optimista que pueda escucharse en él, como si los Bad Seeds entrasen en modo 'The Ship Song', que a mi gusto es una de sus muchas cimas musicales.


Total, que empezamos un otoño de luto, con un disco que lamentablemente tiene un fondo real muy amargo, que musicalmente no llega a cimas pasadas pero que supera al previo 'Push The Sky Away'. Confiemos, bueno, seguro, que enseguida vendrán discos más optimistas, más eufóricos. Volvemos a la carga.



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