Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

Leonard Cohen, desnudo

Es lógico que a una edad tan avanzada para los discos y los escenarios, como son los ochenta años de Leonard Cohen, no se le pueda exigir mucho más, o incluso nada. Bastante es que el gran bardo tenga la fuerza y las ganas de poner en el mercado un nuevo disco, por muy breve que este sea, unos 36 minutos. El disco, ya lo sabrá quien mínimamente siga los vaivenes musicales actuales, se titula 'Popular Problems' y habla, como siempre, de sus historias y del mundo, con mirada irónica cuando no desdichada.


Pero aún así, con esos 80 años, sorprende y hasta irrita que con esa monumental banda que le acompaña en directo, la mejor banda que ha llevado en su vida y que cualquiera se daría de bruces por conseguirla, quede olvidada a la hora de meterse en el estudio de grabación. Ignoro las causas por las que el canadiense ha prescindido de nuevo de este monumento, pero sí imagino el disco que podría haber salido a su lado y no junto a un productor como Patrick Leonard que le pega a la música de Cohen como un sonajero.


Este Patrick Leonard es socio musical de la Madonna de 'Ray Of Light', lo que ya dice mucho de las molestas programaciones de 'Slow' o 'Nevermind' o ese martilleante golpe de ritmo sintético con el que se acompaña la primera canción del disco, 'Slow', un martilleo que evoca los golpes de John Lee Hooker sobre la tabla que se colocaba a los pies, pero, claro, sin la naturalidad de esta.


En 'Ten New Songs' fue su misma corista la que se hizo cargo de la producción y así salió uno de los discos más débiles del autor de 'Suzanne'. Da la sensación de que deja estos menesteres al albur del primero o primera que pase por allí. Patrick Leonard además le ha sometido a una desnudez instrumental que ya no se sabe si ha sido por cuestiones estéticas, monetarias o por imposibilidad de cuadrar agendas, pero sea por lo que sea, es una desnudez casi obscena, no responde a lo que estas nueve canciones, aunque ya el anciano Cohen recite más que cante, se merecen y podrían haber sido con esa banda de directo al completo en el estudio. En este habitáculo, digámoslo así, Leonard Cohen vaguea, se pasea en paños menores, en tanto que en los escenarios se arropa como un lord. No se entiende muy bien. ¿Los motivos? Me gustaría saberlos, pero me temo que pasa del asunto, que él deja su canto para que luego otros lo vistan, sin importarle mucho los resultados. También es verdad que a su edad, como diría Labordeta, uno se 'desprejuicia' de todo.


No significa, no obstante, que este sea un disco para que los cohenianos lo dejen tirado, porque, pese a lo dicho, hay materia para disfrutarlo: esa voz imperial aunque ya le cueste remontar notas, esas deliciosas voces femeninas (aunque volaron las hermanas Webb por una corista de Madonna) que levantan el tono abatido del álbum y al menos una terna de canciones -'Almost You Got The Blues', 'Samson In New Orleans' y especialmente 'You Got Me Singing'-, por no olvidar el divertido trotecillo country de 'Did I Love Lou', que siguen centrando y manteniendo la admiración hacia este artista tan grandioso. Pero, coño, Leonard, 'perezoso bastardo', como te llamabas a ti mismo en 'Old Ideas', ¡vístete!


Lo mejor del disco.., y sin puñeteras programaciones:

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