Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

¿Acabaremos aborreciendo a Los Beatles?

Salvo apocalípticas catástrofes naturales, el frondoso bosque discográfico que legaron los Beatles será difícil, por no decir imposible, que un día arda. Es tanta su grandeza y, como demuestran los años, su resistencia al tiempo, que ese verdor, esa frondosidad va camino de la eternidad.


Bien es verdad que en el bosque nacen arbustos y hasta malas hierbas que originan rincones incómodos, por no decir insanos, aborrecibles. Desde que se separó el cuarteto británico, los catorce discos oficiales que editó en vida han dado juego para centuplicarlos: se han reeditado en vinilo, en cedé, remasterizados, en mono digital, en versiones especiales, en cajas, en antologías, en recopilaciones,…, y algún día saldrán centrifugados, pasteurizados, hidrofilados…, cualquier cosa.


Los coleccionistas beatlenianos son los que más oportunidades tienen de hacerse con objetos de coleccionismo. Entre discos, chapas, banderines, juguetes, cromos y demás parafernalia, todo un inabarcable arsenal (maravilloso el tratado de Javier Tarazona al respecto). Un gozo, pero también una cansinería, si no una locura, según se mire. Porque ese persistente machaqueo para vender siempre la misma lechuga llega a hartar, se convierte en una especie de anuncio televisivo aborrecible, de tantas veces que pasa por la pequeña pantalla.


Estamos a las puertas de un nuevo y jugoso volumen de grabaciones del cuarteto para la BBC, que promete aún más que el primero, pero estamos ya enfrascados en la tormenta publicitaria que el mayor periódico de alcance nacional, ese sarcásticamente autoetiquetado como “diario independiente de la mañana”, está llevando a cabo con motivo de la reedición de los catorce discos oficiales. Su poderosa máquina publicitaria llega hasta las radios privadas, webs…, y, cómo no, hasta el mismo diario, su cadena de emisoras, sus revistas y su web, donde están impartiendo un abrumador curso beatleniano, como si se celebrara una efemérides grandiosa o hasta se hubiera producido una imposible resurrección.


La cosa sería gratamente soportable si con todo este despliegue llegara algo nuevo, o cuando menos diferente. Pero, no. Son los catorce discos de siempre, limpios de polvo y paja, tal y como los hemos disfrutado años y años, y como se pueden encontrar en el mercado actual sin la menor dificultad y prácticamente al mismo precio. Nada, pese al anuncio promocional de 'la colección definitiva' o de resaltar el hecho de la remasterización, ya sobadísima, los significa, nada los distingue, al menos para convertirlos en codiciados tesoros de coleccionismo. Y es una pena, porque ya metidos en harina, el poderoso editor podía haberse esmerado y, acudiendo a esa reiterada cursilada moderna, 'poner en valor' los casi diez euros que vale la pieza.


Antaño, este mismo editor sacó al mercado una colección de películas clásicas con libro incluido que eran pura orfebrería de presencia y marqueting. Algo similar se podría haber hecho en esta ocasión. No sé si por exigencias de la compañía discográfica, por esos enrevesados contratos de derechos o por vagancia, no ha sido así. Estamos pues tragando Beatles como se vende un detergente o unas galletas. Y esto aburre, cansa. ¿Aborreceremos un día a Los Beatles? ¿O ya los tienes aborrecidos?


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