Blog - Los desastres de la guerra

por Gervasio Sánchez

Lo que no dice Miguel González

La sección de El defensor de lector de El País ha publicado hace unas horas en la web del diario una respuesta del periodista Miguel González titulado: “Con tristeza, sin resentimiento” (http://blogs.elpais.com/defensor-del-lector/2013/03/respuesta-de-miguel-gonz%C3%A1lez.html)  donde  defiende su honorabilidad.


No voy a entrar a valorar sus comentarios sobre mis comentarios. Simplemente voy a contar lo que no ha contado Miguel González. Agradezco a El País que haya publicado esta réplica.


Quiero hacer una aclaración antes de proseguir: Jamás he dicho que el video publicado por El País estuviera guardado desde hacía ocho años. Estoy seguro que ese video lo consiguió Miguel González poco antes de publicarlo. Ese no es el quid de la cuestión. Lo que yo he dicho por activa y pasiva es que El País y Miguel González sabían que su ex traductor Flayeh al Mayali había sido detenido en Diwaniya desde abril de 2004 y que era muy posible que hubiese sido objeto de un trato inhumano y degradante en los interrogatorios por parte de agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) . Lo que yo he dicho es que El País y Miguel González actuaron con una absoluta pasividad ante un caso tan grave.


En abril de 2004 llevaba cuatro años sin trabajar con el diario El País por razones que no vienen al caso. Justo una semana antes, el 5 de abril de 2004, se había publicado una crónica mía en El País (a petición del subdirector del diario) sobre el ataque  a la base Al Andalus de Nayaf con el copyrigt en texto y foto de Heraldo de Aragón.


El sábado 10 de abril de 2004 recibí confirmación de la detención a las ocho de la noche, hora iraquí, por conducto del oficial de comunicación de la base de Diwaniya. Evidentemente me extrañó que el domingo 11 de abril los tres párrafos leídos por ese oficial fueran publicados en El País con puntos y comas y la información (creo) fuera firmada por Miguel González.


A mí me molestó que el Ministerio de Defensa diera largas a un periodista en Bagdad y que luego informará rápidamente a otro periodista sentado en una mesa en Madrid.


Es difícil que yo pueda pensar que me pareciera feo que Miguel González “me pisara una exclusiva” cuando la primera información sobre esta detención apareció en el Matinal de la Cadena Ser (a las siete de la mañana) ese mismo domingo 11 de abril de 2004. En mi crónica destacaba las pruebas de su acusación y la orden de su traslado a un penal estadounidense.


El domingo 11 de abril de 2004 preparé la historia más en profundidad para Heraldo de Aragón. En el texto aparecían declaraciones de dos personas que conocían muy bien la trayectoria y la relación entre Alberto Martínez, asesinado en la emboscada, y Al Mayali. No era fácil encontrar múltiples fuentes de información en la Bagdad de aquellos días, conmocionada por los secuestros y con los españoles con un pie dentro del país y otro fuera.


Decidí llamar al El País para ofrecerle el primer artículo sobre el caso Flayeh al Mayali porque había sido el traductor de media docena de sus enviados especiales en 2003.


Creía firmemente que el diario reaccionaría por ese motivo y pensaba que al ser publicado en el principal diario de España habría una reacción especial por parte del gobierno. Les dije que, en este caso, no hacía falta que pusieran el copyright de Heraldo de Aragón.


Después de mucho insistir el diario publicó mi artículo. (http://elpais.com/diario/2004/04/12/internacional/1081720805_850215.html)


No sé qué pasó durante las horas siguientes. Pero está claro que hubo un debate en la redacción sobre la presunta culpabilidad de Al Mayali. El martes 13 de abril de 2004 hablé por teléfono con la responsable de Internacional, que puso en duda algunos de los argumentos de mi escrito y me dijo sorprendentemente que el artículo estaba volcado en reafirmar su supuesta inocencia (¿?).


Me di cuenta de que una extraña nebulosa se había instalado en el diario, que algunas personas habían cuestionado la integridad de Al Mayali y habían transmitido a los responsables dudas sobre su personalidad.


No se tuvieron en cuenta las estrechas relaciones contractuales que mantenían el ejército español y el acusado y otras razones que ponían ya en entredicho la obscena actitud de los responsables de su detención.


Tampoco se ordenó una investigación independiente a la enviada especial  de El País que aún se mantuvo varios días en Irak (exactamente hasta el viernes 16 de abril de 2004).


La máxima de que una persona es inocente hasta que se demuestre su culpabilidad con hechos incuestionables quedó condenada al olvido.


Este periodista siguió trabajando en Bagdad en días de gran peligro para la integridad física. Entrevistó a la esposa de Flayeh al Mayali, a su hijo mayor de 15 años, a uno de sus hermanos, a un primo detenido que ya me habló de malos tratos, a otro familiar que estaba con Flayeh el día del atentado y que me explicó con pelos y señales cómo transcurrió aquel día en la vida del acusado. Me hablaron de los contratos entre el ejército y Flayeh, cantidades, ganancias, etc.


Por cierto, ya entonces me extraño que los famosos investigadores del CNI no hubiesen hablado con ellos.


Continúe con mi tentativa de que se publicase un reportaje más amplio en El País.  Hablé con varias personas de ese diario, envié el reportaje para que lo leyesen, me comprometí a no publicarlo en Heraldo de Aragón y esperé una respuesta con gran paciencia durante unos días.


Pero la nebulosa de dudas se había extendido y se decidió no darlo con excusas zafias que ponen los pelos de punta (teniendo en cuenta que Al Mayali estuvo encarcelado durante once meses).


Se me dijo que se necesitaba una hecho noticioso (¿?) para publicarlo, que había que dar la versión del CNI y del Ministerio de Defensa. En el fondo, creo que lo que no se quería era complicar la vida al gobierno encabezado por José Luis Rodríguez Zapatero cuando estaba a punto de la toma de posesión. El reportaje se publicó en Heraldo de Aragón el 18 de abril de 2004. En él ya se explicaba las relaciones contractuales entre el ejército español y Al Mayali.


Sin noticias del traductor (1)


Sin noticias del traductor (y 2)


Este texto demuestra que desde abril del 2004 se sabía que Al Mayali había firmado contratos con el ejército. Se lo mandé al subdirector y redactor jefe de  El País entre abril y julio de 2004. Y se lo comenté a Miguel González en dos conversaciones teléfonicas entre el verano y noviembre de 2004. No obstante, publicó las mentiras del CNI.


A mi regreso seguí haciendo gestiones para ayudar a una persona que estaba encarcelada en Abu Ghraib. Hablé con varios periodistas de El País en Estepona, Gijón, Madrid, perseguí al ministerio de Defensa, intenté ponerme en contacto con el ministro José Bono, intenté hablar con la vicepresidenta del Gobierno, mandé mensajes de alarma a diestro y siniestro.


Y nadie me hizo ni caso a pesar de que ya en mayo de 2004 advertía en cartas privadas que este hombre podía quedar olvidado tras la salida de los soldados españoles de Irak o, incluso, podía sufrir torturas o tratos inhumanos o degradantes.


Por suerte, Flayeh llegó a Abu Graib después del escándalo de las torturas y las condiciones carcelarias comenzaron a mejorar ostensiblemente.


Pero su detención no fue conocida por su familia hasta 50 días después (en Base España nunca quisieron recibir a los familiares a pesar de la reiteradas peticiones ni siquiera por motivos humanitarios), no pudo ver a sus hijos más pequeños (el menor con un año) hasta cuatro meses después y su anciana madre tuvo que trasladarse hasta Abu Ghraib desde el sur de Diwaniya para visitarlo durante apenas media hora. Las condiciones de las visitas fueron vergonzosas tanto en este penal como en Camp Bucca, a donde fue trasladado en diciembre de 2004.


Seguí persiguiendo a mis admirados amigos de El País. El 19 de julio de 2004, a las 13,44 minutos de la tarde, mandé el texto publicado en Heraldo de Aragón tres meses antes al jefe de Nacional, a quien había conocido primero en Estepona y luego en Gijón, donde hablamos largo y tendido sobre este tema y sobre el lamentable estado del periodismo en general. Le dije que los datos de mi historia “ponían en entredicho la versión oficial” y que Flayeh al Mayali llevaba ya cuatro meses detenido.


Ya tenía datos que no sólo ponía en duda la versión oficial sino que echaba por tierra la supuesta (¿ficticia?) investigación del CNI. Una fuente de absoluta solvencia me informó que se estaba cometiendo una injusticia con Flayeh al Mayali, que no había pruebas contra él, que estaba siendo utilizado como chivo expiatorio y, que además, estaba siendo perjudicando por un manto de silencio.


El domingo 28 de noviembre de 2004, El País publicó en su página 30 de la sección España, un texto recordando el asesinato un año antes de los siete agentes del CNI. En la última columna había referencias al caso.


http://elpais.com/diario/2004/11/28/espana/1101596419_850215.html


Días antes había recibido una llamada de Miguel González, responsable de ese escrito en el que se me pedía información nueva sobre el caso sin aclararme que la quería derramar en un artículo. Le volví a insistir en la relación contractual entre Al Mayali y el Ejército.


Estaba muy molesto con él porque meses antes me había pedido unos documentos que yo tenía sobre la detención de Flayeh para mandárselos a Amnistía Internacional y se los había enviado después de reiterarle las obligaciones morales de El País en este caso.


Si estuviera luchando por una exclusiva, ¿por qué le mandé esos documentos a Miguel González? ¿Hubiera hecho él lo mismo? Lo dudo


Miguel González debería haber comunicado a Amnistía Internacional (soy socio de esta organización desde 1983) que los documentos eran de mi propiedad  y que se podían poner en contacto conmigo si estaban interesados en más información. Les hubiera pasado los teléfonos de los familiares de Al Mayali en Iraq y seguramente Amnistía Internacional hubiera exigido una explicación al gobierno que aclarase su situación.


Me tuve que enterar por casualidad muchas semanas después durante una conversación con miembros de la organización, que se mostraron muy sorprendidos con la actuación del periodista de El País.


Como he explicado antes me sorprendió el relato publicado por  Miguel González porque en él se dio curso a la versión (repleta de mentiras) del CNI sin anteponer otras versiones.  El periodista ya tenía conocimiento de los contratos de Al Mayali con el ejército.


Si meses antes no se pudo publicar mi historia con los testimonios de los familiares de Al Mayali porque faltaba la versión del CNI y del Ministerio de Defensa, la pregunta era evidente: ¿Por qué entonces se publicaba la chabacana versión del CNI sin contrarrestarla?  Incluso, yo hubiera autorizado a que el responsable publicase datos de mi reportaje  "Sin noticias del traductor".


Ahora Miguel González dice que yo he manipulado su reportaje. Fue él quien introdujo la versión del CNI a sabiendas de que mentían. Era fácilmente rebatible llamando al Ministerio de Defensa y preguntando por esos contratos. Pero no lo hizo.


Siempre me sorprendió que un periodista al que llaman un sábado por la tarde para darle una información sobre una detención en Diwaniya, ocurrida tres semanas antes, le cueste tanto hablar con el ministerio de Defensa cuando hay que confirmar un dato tan importante que desenmascara las mentiras de un organismo de seguridad.


Miguel González ha saltado del artículo de abril de 2004 al de noviembre de ese mismo año sin contar lo ocurrido durante esos meses. Después, inteligentemente, ha vuelto a saltar en el calendario hasta el 23 de de febrero de 2005.


Evidentemente, informó del caso Al Mayali porque el ministro fue preguntado por dos periodistas en una rueda de prensa el día anterior tras la publicación de mi entrevista en Heraldo de Aragón, La Vanguardia y la Cadena Ser donde Al Mayali acusaba al CNI de haberle dado “un trato inhumano y degradante” (¿torturas?) durante los interrogatorios de Diwaniya.


El calendario de Miguel González vuelve a dar otro salto y se desplaza a julio de 2007. En su artículo utilizó información que este periodista le había pasado para hacérsela llegar a Amnistía Internacional. Entre ella estaba el certificado que acusaba a Flayeh al Mayali de ser "colaborador necesario". Sin mi permiso. Otro acto de desidia periodística.


http://elpais.com/diario/2007/07/02/espana/1183327210_850215.html


Este artículo, que arrancaba en primera, aseguraba que el PP ocultó la detención al juez del único acusado del asesinato de los agentes del CNI. Lo publicaba con al menos dos años de retraso (desde la liberación de Al Mayali) o tres años (desde la detención del ex traductor).


Miguel González no vio razón para preguntar a Jorge Dezcallar por la muerte de siete funcionarios del CNI en Iraq y tampoco para preguntarle qué había pasado en Diwaniya con el traductor Flayeh al Mayali en una entrevista que le hizo en marzo de  2005, días después de la liberación del trasductor y tras sus graves acusaciones contra el CNI.  La excusa es patética: sólo quería hablar  con Dezcallar, ex director del CNI, de los atentados del 11 de marzo de 2004.


Lo que es un hecho es que durante años El País y su periodista estrella en el Ministerio de Defensa jamás tuvieron ocasión de hablar del caso Al Mayali ni con Dezcallar, ni con Fulgencio Coll , jefe de la base española de Diwaniya (entrevista realizada en 2007 por Miguel González), ni con el ministro de Defensa, José Bono (sentado a su lado en viajes oficiales), ni con otros cargos gubernamentales.


Me imagino que sería por las vergonzosas razones que esgrime para explicar por qué el diario no tiene porqué preocuparse de un antiguo traductor en Iraq.


Si no era compatible trabajar con un traductor que colaboraba con el CNI realizando labores de traducción, ¿por qué el diario lo utilizó durante 2003 cuando Al Mayali llevaba traduciendo textos en árabe para Alberto Martínez, responsable del CNI en Iraq, desde 2000? ¿Lo puede explicar Miguel González que también lo uso como traductor?


Mi profunda discrepancia con El País y con Miguel González no tiene nada que ver con ninguna campaña a favor o en contra de un traductor sino con la pasividad absoluta para investigar de forma independiente lo ocurrido en Diwaniya en los primeros meses de 2004. En los meses claves de la detención del ex traductor.


Insisto de nuevo: jamás he dicho que el video estuviera guardado en un cajón durante ocho años.


Los diarios sí están para investigar lo ocurrido a ex traductor si eso permite abrir una investigación más completa en la Audiencia Nacional, en el Ministerio de Defensa y en el CNI que sirva para depurar responsabilidades. Y también por motivos éticos.


La manera que tiene Miguel González de hablar de Flayeh al Mayali simplemente me parece repugnante e indica que esta persona sólo está dispuesta a implicarse en aquellas historias que le permiten conseguir portadas y páginas en su diario.


Por suerte sé que no es la opinión de la inmensa mayoría de sus compañeros a los que admiro profundamente.


El 21 de febrero de 2005 envié una carta de cinco folios a la columna vertebral del diario de El País que recibió su director, su director adjunto, el principal subdirector, los redactores jefes de Nacional e Internacional, el defensor del lector, miembros de comité de redacción, media docena de periodistas de la sección Internacional y dos periodistas de Nacional, entre ellos Miguel Gonzalez, en las que les manifestaba mi gran decepción sobre su actuación durante los once meses de encarcelamiento de Flayeh al Mayali.


Les decía que hasta entonces había evitado relacionar a El País con Flayeh al Mayali a pesar de que todos los periodistas que habían visitado Irak sabían que este hombre trabajó como traductor del diario desde antes de la caída del régimen de Sadam Husein, en abril de 2003, hasta noviembre de ese mismo año. Es decir, durante al menos nueve meses, media docena de periodistas trabajaron estrechamente con quien, sin duda, es el mejor traductor que hay en Irak.


En la carta les decía: “¿Qué debería hacer ahora El País si nos atenemos a los graves hechos ocurridos, que incluye la violación por parte del Reino de España de varios artículos de la Convención de Ginebra?”


Y les daba, pobre de mí, algunos consejos que obviaron a pesar del terremoto que provocó mi carta en el interior del diario.


Estaría bien que esta carta la pudieran leer algunos periodistas de El País que ahora defienden a Miguel González con los ojos cerrados en un nuevo capítulo de corporativismo absurdo.


Mi carta acababa con esta firme promesa: “Podéis tener la total seguridad y mi palabra de honor de que esta carta no va a ser filtrada a ningún sitio”.


Y no lo haré a pesar de que en esa carta ya les decía en privado lo que he publicado en público después de nueve años de silencios por mucho que ahora Miguel González quiera salvar su honor y el de su diario.


https://www.heraldo.es/blogs/gervasiosanchez/?p=2685  Aquí se puede leer el texto publicado el 18 de marzo de 2013 y titulado "El honor perdido de Flayeh al Mayali".


https://www.heraldo.es/blogs/gervasiosanchez/?p=129. En este texto publicado el 22 de marzo de 2009 se pueden consultar todas las cartas enviadas a altas personalidades del estado, incluido el presidente José Luis Rodriguez Zapatero. También se pueden consultar los contratos firmados entre el ejército y Flayeh al Mayali.

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