Blog - Tinta de Hemeroteca

por Mariano García

Las misteriosas muertes de Alfamén

Alfamen
Alfamen



El caso que traemos hoy a Tinta de Hemeroteca ocurrió en abril de 1957. De pronto, y sin causa aparente, las mulas y caballerías de la localidad de Alfamén morían víctimas de una fulminante enfermedad. El suceso enseguida captó la atención de los medios de comunicación locales y nacionales, aunque no era el problema mayor de la localidad, como verán. Este es el reportaje en el que se contaba todo:

El laborioso y sufrido pueblo zaragozano de Alfamén, en el partido judicial de La Almunia de doña Godina, está pasando por unos momentos angustiosos, por unas horas de tremenda inquietud, con enorme desasosiego, que ha sumido a sus humildes vecinos, curtidos labradores de un agrio secano, en un profundo abatimiento; y lo que es más triste, sin vislumbrar una rápida solución que venga a acabar con la desgracia, un tanto misteriosa, que ha venido a turbar de forma impresionante sus sencillas y apacibles vidas.

Llamamos a Alfamén pueblo sufrido, porque con la misma beatífica resignación que ven transcurrir sus días con la mirada puesta en ese cielo que les ha vuelto la espalda convirtiendo en pobre una tierra que podría ser exuberante, pasan por la penosa situación de sentirse incomunicados telefónicamente con el resto del mundo, problema éste que, después del agua, ocupa un primerísimo lugar en las justas aspiraciones de los simpáticos alfameneros.

Pero lo que ahora turba a estas gentes labradoras es algo muy distinto; algo que les hace sentirse más impotentes, más indefensos que nunca ante hechos que lindan -así se presentan- con lo impenetrable, con lo misterioso.

De poco tiempo a esta parte -concretamente desde finales de agosto hasta hace unos quince días- han muerto repentinamente una veintena de bestias de labor, mulas y machos. El fenómeno, repetimos, ha sembrado la intranquilidad de los vecinos que contemplan inermes la extinción de su más peculiar elemento de trabajo, sin que aún no se hayan determinado las extrañas causas que motivan los hasta ahora inexplicables hechos.

HERALDO DE ARAGON, enterado del infortunio del pueblo de Alfamén, ha querido vivir junto a ellos las tristes horas de su adversidad, y aquí hemos venido para prestarles todo el apoyo que podamos darles y también el consuelo y aliento que les ayuda a sobrellevar la desgracia con resignación, con fe y esperanza.

Alfamén nos ha ganado por entero. Su simpatía, la cordialidad y nobleza de sus vecinos, su franca hospitalidad, nos ha cautivado. Alfamén ha recibido al HERALDO con el pecho abierto y el corazón en la mano, porque sabe que siempre han de tenernos a su lado.

De entre todos los hombres que en estos momentos sienten la angustia de ver morir en el mayor de los misterios sus bestias de labor hay uno que sufre más que nadie, el veterinario. Don Jesús Sanmiguel Guillén, joven y activo veterinario titular de este acogedor pueblo zaragozano, al que visitamos en primer lugar, nos hace una amplia referencia de los hechos.

-En el pasado noviembre -nos dice-, cuando tomé posesión del cargo, mi compañero don Juan Mariñoso me puso en antecedentes del caso diciéndome que ya desde agosto venían ocurriendo muertes repentinas en el ganado mular sin que se hubieran encontrado antecedentes.

-¿Animales jóvenes?

-Y viejos también: de tres, de cuatro, de doce años. Mi preocupación es enorme, créame, porque cuando se me avisa es que el animal ha muerto. El último hace quince días. En una semana murieron cuatro.

-¿Sin haber estado enfermos?

-Sin síntomas de ninguna especie. La muerte es fulminante.

-¿Se han practicado autopsias?

-Después de practicadas hemos enviado productos patológicos al Patronato de Biología Animal de Madrid para ser investigados por don Carlos Sánchez Botija. Los primeros que llevamos fue en febrero.

-¿Qué comen esos animales?

-En este tiempo, cebada, centeno, remolacha, paja...

-¿Han sido analizados los piensos?

-Se están analizando en Madrid.

-¿Qué clase de agua beben las caballerías?

-La única que existe en el pueblo: de pozo. El agua no está exenta de gérmenes y en los análisis se encuentra coli. En Alfamén se dan bastantes casos de malta en personas y se les vacuna contra el tifus.

-¿Cómo han muerto las veinte caballerías?

-Ya lo he dicho, de repente, con alguna convulsión. Se timpanizan bastante, esto es, se les abulta el vientre. Aunque se desconocen las causas, parece ser que no cabe enfermedad contagiosa.

-¿Vecinos afectados con la pérdida de animales?

-Aurelio Martínez, viuda de Faustino Arnal, Miguel Valero, Isidro Mainar, Francisco Arnal, Clara Torres, Eugenio Pérez, Mariano Ortega, Damián Ruiz, Mariano Valero, Manuel Longares, un vecino de Alpartir, Juan Cebrián... A éste último se le han muerto cuatro.

El atento veterinario, señor San Miguel, saca una libreta y nos dice:

-Voy a detallarles algunos casos, empezando por los cuatro animales propiedad del labrador Juan Cebrián, el más perjudicado.

Cebrián -continúa diciendo- fue a Zaragoza a comprar un macho de cuatro años, lo trajo a Alfamén, lo mete en su cuadra, le da de beber agua, remolacha y paja para comer, y a las tres horas el dueño observa que el animal se echa hacia atrás, cayendo muerto en forma fulminante. Otro caso: compra otra en Zaragoza, de seis años, come normalmente, trabaja todo el día en el campo y por la noche se encuentra muerta en la cuadra. Otro: una mula de doce años. El criado de la casa va al campo a trabajar con la pareja. Mientras recoge sarmientos deja sueltas a las mulas. Se le ocurre volver la cabeza y observa que una está echada. Se acerca y comprueba que estaba muerta. La cuarta también murió en el campo con algunas convulsiones y soplidos. Esta se arrodilló y murió casi instantáneamente.

Don Juan Cebrián es el juez y ha recibido un duro golpe.

-¿Se ha descartado toda sospecha de tipo criminal?

-Los del pueblo la han descartado por completo.

-¿Quiere contarnos otros casos?

-El hijo de Aurelio Martínez regresaba a casa en coyunta, montado sobre uno de los machos. Vio que el otro se arrodillaba y, al hablarle para que se levantara, cayó muerto sobre el lado derecho, después de haber trabajado normalmente en el campo.

-¿Algún tóxico que pueda estar en contacto con los alimentos?

-Ninguno. Otros murieron labrando y algunos durmiendo, como el de Mariano Valero; que al caer hizo un ruido y bajaron a la cuadra para ver qué ocurría.

-¿Podría ser carbunco?

-No, por ser las muertes fulminantes.

-Las muertes, ¿han podido ser por diferentes causas?

-Se supone la misma causa por ser la misma sintomatología.

-Permítame que insista. ¿Ese estudio bcteriológico?...

-Mi compañero antecesor, señor Mriñoso. ya envió al Laboratorio Pecuario de Zaragoza productos patológicos de uno de los mulos muertos para su estudio. Con fecha 5 de diciembre último, don Félix Gil Fortún. director de dicho Laboratorio, comunicó al alcalde de Alfamén que, habiendo procedido al estudio bacteriológico del mismo, no habían encontrado ningún germen, por lo que se podía asegurar que no se trataba de enfermedad infectocontagiosa, pero que no había que descartar la posibilidad de alguna intoxicación. Lo hemos comunicado también a la Jefatura Provincial de Ganadería. Esta nos recomendó que se desinfectaran los locales, medida esta que ya se venía haciendo.

-¿Censo de población?

-Mil cuatrocientos habitantes.

-¿Censo mular?

-Ciento cincuenta.

-¿Casos de muerte en los pueblos limítrofes?

-Dicen que en Alpartir han muerto cuatro animales, y otros en La Almunia, pero no lo hemos comprobado.

-¿Valor de las caballerías muertas?

-Unos cincuenta mil duros.

Abandonamos esta acogedora y simpática casa de don Jesús San Miguel, donde con tanta amabilidad y cortesía hemos sido tratados por el veterinario titular y gentil señora -a quien deseamos un rápido y total restablecimiento-,y nos encaminamos hacia las cuadras del infortunado Cebrián acompañados por el señor San Miguel. Con nosotros el alcalde, don Juan Cebrián Arnal; el teniente alcalde, don Adolfo Gil; el maestro nacional y secretario de la Hermandad de Labradores y Ganaderos, don José María Bel: los prestigiosos comerciantes don Albérto Martínez Gil y don Santiago Lázaro, y otros vecinos de los que sentimos no saber sus nombres.

En la cuadra de Juan, una sola caballería: "Noble".

-Sólo queda ésta -nos dice Cebrián con acento de amargura-. La pérdida ha sido grande y, lo que es peor, la hacienda paralizada. Ya no me atrevo a comprar más.

-Quisiéramos oír su versión.

-Tenía tres caballerías. El 20 de noviembre se murió una de ellas en el campo. El día 23, a las tres de la tarde, llegué a Alfamén con otra comprada en Zaragoza, y a las seis había muerto. El día 25 hice otra nueva adquisición en la ciudad: con ella labraron el día 27. En la noche de este mismo día murió. La cuarta muerte ocurrió el 23 del pasado febrero, en el campo, después de haber estado todo el día labrando. Es inexplicable.

Don Juan Cebrián, el humilde labrador zaragozano que ha visto morir en poco tiempo cuatro caballerías que eran para él su único medio de vida, ha solicitado del Ministerio de Agricultura la concesión de un tractor para las faenas del campo. Es de esperar que los trámites se lleven con la mayor celeridad y que ese tractor le sea concedido con carácter de urgencia. Así lo pedimos nosotros en nombre de este honrado trabajador del campo que ahora llora su desdicha.

Simplemente como dato curioso, vamos a transcribir las palabras de una persona observadora del pueblo:

-Cada vez que hay un cambio de tiempo -nos dice-, se muere una caballería en forma repentina.

Nuestros gratos acompañantes, cada vez en mayor número, nos enseñan el pueblo y tenemos el gusto de saludar a don José María Cebrián, cura párroco de Alfamén, sobrino de nuestro inolvidable compañero mosén Domingo Agudo, redactor religioso que fue de HERALDO DE ARAGÓN. También saludamos al médico, doctor don Mariano López Otal, a quien visitamos en su Casa Rural. Pero Alfamén merece un segundo reportaje. Prometemos ocupamos de él en fecha próxima y entonces hablaremos de sus problemas y necesidades, como asimismo de estos atentos y simpáticos alfameneros que, ante el temor de quedarse sin ganado mular, no tienen otro remedio que mecanizar sus labores o contemplar impasibles e impotentes el desmoronamiento de las haciendas que tantos sudores les costó levantar. Ante el pavoroso problema, pedimos la máxima rapidez en el estudio y determinación de las causas que puedan provocar las misteriosas muertes en el ganado mular de Alfamén.


Total, que unos días más tarde se ofrecía una aparente explicación. Al menos aparente: las mulas que habían muerto en La Almunia habían sido víctimas del botulismo equino, que no sé muy bien en qué consiste. Pero la explicación no satisfizo mucho, porque las muertes en La Almunia fueron solo tres, y a lo largo de varios meses. Y lo de Alfamén parecía mucho más grave. Y rápido. En fin.

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