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por Mariano García

El crimen del olivar de Grisel

Grisel
Grisel



Mi compañero Mariano Banzo, memoria viva del periodismo de sucesos en Aragón, me pasó hace unas semanas está noticia de la que no sabía nada. Se han cumplido cien años del crimen del olivar de Grisel, que debió ser muy comentado en la comarca del Moncayo, porque tenía todos los ingredientes para ello: una mujer que desaparece, unas cartas de las que pronto se dudó de su autenticidad, una amante, un misterioso anónimo, un mantón semienterrado... Así lo contaba HERALDO a finales de agosto de 1910:

Ayer, a las seis y media de la tarde, se recibió aviso en esta ciudad de que el vecino de Grisel, Dionisio M. V., viudo, de 38 años, labrador, se había suicidado, arrojándose a una balsa. Inmediatamente se trasladó el Juzgado a dicho pueblo, ordenando el levantamiento del cadáver y practicando las diligencias necesarias. Hoy se practicará la autopsia del suicida y se dará sepultura al cadáver.

Y el hecho no tendría más transcendencia que lo que un desesperado de la vida da a su propósito, realizado, de quitársela, si no tuviera enlace con otros hechos que dan gran resonancia al ahora comentado, y que tal vez sea el epílogo de una espantosa tragedia conyugal, que hace tiempo viene susurrándose por aquí y por los pueblos vecinos.

El referido Dionisio M. V., que estaba casado en segundas nupcias con Martina P. y vivía con ésta y una hija del primer matrimonio de aquel en dicho pueblo de Grisel, no llevaba por causas cuya enumeración no hemos de acoger sin suficiente justificación, una vida muy dichosa en su matrimonio. Los discordias eran frecuentes, la armonía había dejado de existir entre los cónyuges. A principios del año corriente, la Martina P. desapareció del domicilio conyugal, en forma tan misteriosa que la opinión en el pueblo, dados los antecedentes apuntados y la vaguedad con que el Dionisio contestaba a las preguuías que se le hacían acerca de su esposa, dieron origen a la especie de que la había asesinado y ocultado el cadáver. No obstante las insinuaciones que al Dionisio se le hicieron para que buscara a su mujer, continuó tranquilo, al menos aparentemente, manifestando que le había escrito pidiéndole dinero para marcharse a Buenos Aires.

Sin embargo, los vecinos sospechaban que Martina había sido víctima de algún accidente, comentando de diversas maneras la misteriosa desaparición de aquella.

-¿Por qué no haces indagaciones para averiguar su paradero? parece le decía la gente. Y Dionisio se encogía de hombros y callaba como hombre resignado por la adversidad.

Practicadas por las autoridades algunas gestiones para la busca de la desaparecida, no fue hallada en la población y domicilio donde algunas cartas recibidas aparecían fechadas, pero sí resultó que algunas otras cartas recibidas por algunas personas del pueblo, con posterioridad, vinieran de Francia demostrándose con ello, que ya fuera la esposa del Dionisio, ya otra persona interesada, suplantándola, había levantado el vuelo de San Sebastián que es la población antes aludida, pasando la frontera. ¿De quién eran las cartas? Nadie lo sabe, pero es probable que pronto quede aclarado el misterio.

Continuaron pacientemente las investigaciones, al par que la opinión pública engrosaba el rumor que suponía la realización de un crimen horrible, y ya estos últimos días, quizá con algún fundamento más serio, o tal vez por haberse formulado por alguien denuncia concreta, ayer se trasladó a Grisel el sargento de la guardia civil de este puesto con dos guardias, practicando algunas diligencias que motivaron la detención de Dionisio M. y de María M., joven de 19 años, soltera, reputada de no muy buenas costumbres y que vivía con Dionisio en gran intimidad, según se dice. Los detenidos fueron recluidos ínterin se les trasladaba a las cárceles del partido; el Dionisio en un inmundo lugar, que todo lo que tiene de malo para su objeto, lo tiene de falto de seguridades para guardar a nadie, y la María en otro local en distinto sitio.

Hallábanse a las cinco de la tarde el juzgado y los guardias recibiendo declaración a la María, cuando por voces y gritos de las gentes se enteraron de que Dionisio se había fugado y corría hacia el campo. Salieron todos en persecución del fugitivo, pero cuando le alcanzaron ya era cadáver. Se había arrojado al depósito de las aguas que abastecen al pueblo, lugar situado a unos 400 metros del mismo.

Aunque algunos labriegos que se hallaban en las eras vecinas acudieron en su socorro con cuerdas que tendieron al Dionisio, éste no quiso agarrarse a ellas, haciendo señales y demostraciones de que se negaba a aceptar ningún socorro, no pudiéndo prestársela de otro modo y contemplando cómo se consumaba el trágico proyecto del suicida.

Ayer recibió éste un certificado de San Sebastián en el que según parece se le pide por alguien dinero bajo amenaza de referir al juez "lo del olivar". ¿Se aludirá con esto al sitio donde puede estar enterrado el cadáver de su esposa? ¿Quién es esa persona enterada, en tal caso, del tremendo secreto? El Juzgado, que trabaja con toda actividad en este asunto, se encargará de aclarar este y otros extremos.

Hoy se ha procedido a hacer algunas excavaciones en fincas en que se sospecha podía hacerse algún descubrimiento importante.

E! suicidio del Dionisio y el interés que últimamente ponía en realizar todos sus bienes acaso para huir, abonan la creencia de que el supuesto crimen sea una realidad. Al ser detenido llevaba encima cuatrocientas pesetas, y en el cadáver, entre el calzado, se hallaron 35 pesetas en monedas de cinco.

Este es el asunto que hoy absorbe la atención pública y despierta enorme expectación, que solo se calmará cuando el misterio se aclare por completo.

Al depositar esta carta en el correo llega la noticia de que en una finca de la propiedad de Dionisio Magallón ha sido encontrado enterrado en tierra un mantón de la víctima. De ser esto cierto, quedaría ya descubierto el crimen que ha causado sensación profunda en Grisel.


Los informes recibidos anoche en el Gobierno Civil relatan el suceso en los mismos términos que lo hace nuestro activo e ilustrado corresponsal en Tarazona. Dionisio M. consiguió evadirse del local donde estaba detenido, aprovechando el momento en que su amante María M. era conducida a la finca donde se supone con algún fundamento fue asesinada y enterrada la desgraciada Martina P.


Y ya no habrá más sucesos hasta el año que viene, que estamos ya, como quien dice, en Navidad.


Y mañana...

Así era la mujer ideal en 1968.

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