Blog - Tinta de Hemeroteca

por Mariano García

La calle más elegante de Zaragoza

Alfonso1
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Bueno, lo de hoy era bastante fácil. La calle más elegante de Zaragoza en las primeras décadas del siglo XX era... la calle de Alfonso I.

El viernes pasado empezamos aquí una serie con la que los lectores de Tinta de Hemeroteca escribirán un libro sobre Zaragoza en la nostalgia. La verdad es que, un poco por probar qué interés podía tener la idea, empecé la serie con una calle un poco difícil, la de Zurita. Y la cosa no fue mal. La entrada recibió una docena de comentarios y el texto original se enriqueció con nuevos datos y aportaciones. Hoy le toca el turno a una calle más convencional, más clásica, más facilona, si quieren. A ver si se animan, y si tienen fotos en casa que pueden aportar más luz al tema, no tengo ningún inconveniente en 'colgarlas' acompañando el artículo.

El reportaje de hoy lo firmaba Milagros Heredero en octubre del 68:  

Nació porque la necesitábamos: el Pilar, los zaragozanos, las primaveras y los inviernos. La calle Alfonso fue precisa y lograda. Me he empapado de la calle Alfonso. He hablado con gran parte de la gente que la constituye y hasta alguno de los centenares de hogares me han descubierto su intimidad. Ahora la conozco. Ahora sé muchas cosas acerca de ella, desde que sus casas fueron de las primeras en tener agua corriente, baldosas encarnadas, hasta que guardan los recuerdos más viejos de la ciudad. También sé que tiene bien puesto el nombre del Batallador, pues ella misma es una batalla diaria y contumaz. Desde su nacer, fue una calle dispuesta a satisfacer necesidades y caprichos de hombres, mujeres y niños. Mucho antes de que existieran las grandes galerías comerciales, la calle Alfonso fue una calle en la que se podía haber entrado perfectamente desnudo y hambriento y salir de ella comido y vestido impecablemente, de dentro a fuera. Es uno de sus dos acusados caracteres: el comercio. Íntimamente dependiente del otro: río hacia el Pilar. En estos momentos está sustancialmente formada por veintinueve comercios de tejidos y confección, amén de dos peleterías y una sombrerería. Once joyerías y platerías, ocho tiendas de artículos de regalo, seis zapaterías, tres perfumerías, dos pastelerías, tres papelerías, dos farmacias... Sin contar algunas otras de naturaleza distinta: ópticas, vajillerías, bolsos y el gran edificio comercial últimamente incorporado a su tradicional fisonomía. La competencia es el pan nuestro de cada día en la calle Alfonso.

-El que se establece en Alfonso adquiere nombre, si no lo tiene; pero se arruina si fracasa. La calle Alfonso es muy exigente.

Llena de aparentes contrastes: tradicional por su vecindario y progresista por su naturaleza.

-Evoluciona constantemente, con cada día. Tiene que estar al ritmo del tiempo y de la moda.

Don Juan Montís, propietario de la farmacia que nació con la calle, me habla de estos puntos:

-En cuanto el comerciante se hace viejo en la calle Alfonso, le desborda la calle. Esa es la explicación de muchos fracasos. Exige una constante superación. En cuanto a la farmacia, hay algo muy curioso. Sepa usted que en la calle Alfonso, contrariamente a lo que suele suceder en cualquier otro lugar, aumenta extraordinariamente su venta en el verano. Explicación: el turismo, el Pilar.

Entre los recuerdos que guarda don Juan Montís de su infancia en la calle Alfonso destaca la imagen de una enorme faja de baturro que, por lo visto, colgaba desde un alto piso hasta la calle como anuncio de primera magnitud de una casa comercial... Que como reclamo publicitario nada tiene que aprender de los nuevos...

Hubo tiempos para la calle Alfonso de lo que los más castizos llaman "tontódromo", los tradicionalistas "hacer el cadete" y que es vulgarmente conocido por "paseo". Tiempos de elegancias previstas y reiteradísimas visitas al Pilar. ¡Había que contar muchas cosas a la Virgen! Tengo entendido que se inició la moda del paseo por la calle Alfonso por los años veinte, que tuvo su esplendor y su agonía en los treinta, y que tuvo su estertor definitivo después de la guerra.



El paseo de los "bien" le llegó directamente a la calle Alfonso de la de Don Jaime (me han dicho que primitivamente tenía lugar en la antiquísima de las Danzas); el tráfago de la de Don Jaime se puso un tanto vulgar y los "bien" dieron en caer por Alfonso. Había un ritual seguido con todo rigor. Una vez cerrado el comercio y desaparecido todo vestigio con olor a pan nuestro y trabajo, las jovencitas, bien a la una o las siete de la tarde, salían primorosamente dispuestas para hacer "la visita" al Pilar. Los pollos peras y los petimetres esperaban en la plaza de Pilar. Era de ver cómo cada oveja con su pareja se enlazaban -ellas arriba, en la acera; ellos por la calzada, levantando cuanto podían los bien almidonados cuellos- y daban en pasear, hablar y coquetear... Las personas que me lo han contado, protagonistas de la historia, no han podido ni querido disimular una vaga sonrisa de sus ojos.

-¡Ay, aquello era el esplendor!... -me dice don Manuel Aznar, empleado del comercio más antiguo de la calle Alfonso, el de García La Cruz. Se prohibía la circulación en Jueves Santo...

-Y a mediodía, no había elegante de Zaragoza que no se considerara en la obligación de bajar por la calle Alfonso hacia el Pilar... -comenta la señorita María Pilar.

Nunca el plebeyo traca-traca del tranvía turbó los sueños ni las ambiciones de la calle Alfonso. Autobuses, sí.

-Estaba el de Las Palmeras-El Pilar y otro directo a la estación de Madrid. Ahora, ya sabe, el microbús...

Lo ignoro, pero creo que no haya otra calle en Zaragoza con más contrastes que la calle Alfonso donde, en el mismo inmueble, se dan alquileres de trescientas pesetas y de trece mil... Donde la competencia, con ser feroz, no quita una tradicional, sólida y amable amistad entre los comercios vecinos.

-¡Ah, sí, sí, sí! Que yo recuerde, de niños no hacíamos otra cosa todos que estar de un lado para otro. Me refiero a los de Espoz y Mina hacia el Pilar. En la plaza nos juntábamos todos, lo mismo los hijos del herrero que los del abogado. No era como ahora, que cada uno está en lo suyo, a no ser nosotros, los que quedamos de antes, que seguimos visitándonos, hablando... -me sigue diciendo la señorita María Pilar García-.

Es una zona ésta familiar. La misma de aquellos tiempos en que las señoritas bien entraban en las tiendas y no se acababan de decidir por nada, salvo por asegurar que volverían al día siguiente... Como ahora no se pasea la calle Alfonso, su público es de prisas y de ir al grano, o al Pilar. Mientras el Pilar permanece abierto hay gente que viene y que va por Alfonso. El Pilar cerrado, la calle duerme...

Fue la calle Alfonso la primera también que abrió su arteria a París. Aún hoy los nombres de La Parisién y El Corte de París rememoran los tiempos primeros... El Corte de París se estableció en la calle Alfonso cuando ésta era el emporio de la elegancia y del paseo.

-Trajo con las alumnas de la academia una corriente juvenil -comenta la profesora, doña Victoriana Bueno Mendoza, y en sus ojos brilla una alegría difícil de definir...-. Una vez, entre cadetes y paisanos, contamos diecisiete muchachos esperando a las alumnas... -y doña Vitoriana ríe, divertida-. Otra vez, una señora, esposa de un señor que fue alcalde de la ciudad, se dejó olvidado el pañuelo blanco, que era la señal convenida, en el balcón, y tuvo a su esposo paseando toda la tarde la calle. Haciendo el cadete. Hasta que el señor alcalde no pudo más y subió a ver qué pasaba.

-¿Qué señoritas venían a su academia, doña Vito?

Y doña Vito, con nostalgia, recuerda:

-Venían de todo; pero todas señoritas educadas, correctas. Había algunas que me preguntaban si tenía yo "clases selectas". Yo les contestaba que sí, que mis alumnas tenían educación, que es la mejor selección. Estas señoritas que me preguntaban por las clases selectas solían venir por la mañana. Ya sabe usted, por la tarde hubiese dado lugar a juntarse con alguna muchacha más modesta. Las clases estaban antes muy separadas. Por nada del mundo la señorita quería alternar con la chica modesta...

A pesar de las elegancias y de la tradición, la calle Alfonso fue, sin embargo, calle que tardó mucho en disfrutar de la corriente eléctrica. Todavía le viene muy bien al comercio más antiguo, el de lanas de García La Cruz, la lámpara de gas, vestigio de sus primeros años y que funciona con toda la garantía sobre apagones y tormentas. Hay un curioso motivo que ha llegado a oídos de la periodista por vía confidencial. Después de solicitada la corriente eléctrica y hechas las instalaciones, que subieron a respetable cantidad, el vecindario pensó que le salía mucho más económico nermanecer fiel al negro carbón. Hubieron de pasar unos cuantos años e ir a vivir a la calle Alfonso un concejal para que la corriente bifásica pasara por Alfonso...



La República quitó a muchos la devoción. La ladera derecha, según se marcha al Pilar, la elegante, dejó de ser cita de niños "bien"... Hubo años tristes para la calle Alfonso. La corriente democrática dictó nuevos pasos hacia el paseo de la Independencia que, por cierto, tenía, según creo, su ladera para los señores, y "la otra" para los humildes... Los miradores fueron desapareciendo de la calle Alfonso. ¿A qué conservarlos si cada día había menos que mirar? Se inició su era eminentemente comercial. Desde el punto de vista de vivienda se da la curiosa circunstancia de que siendo de las más cotizadas carecen de las comodidades más corrientes: ascensor, calefacción... Aunque un gran porcentaje de vecinos se las hayan procurado por su propia cuenta.

-El público sigue siendo tradicional, antiguo...

Hay dos hoteles en la calle Alfonso: El Sol y el Europa. Hoy no se sirven comidas en ninguno de ellos. Son para gente de paso, de una o dos noches de visita a Zaragoza. En tiempos hubo un café Moderno, con una sala de conciertos en su parte superior, donde las artistas ventilaban su rivalidad. En general, por lo que yo he podido conjeturar, ha sido siempre una calle seria, de acuerdo con la veleidad del espíritu humano y al acecho de sacarle provecho. Su mismo comercio, de garantía, no se ha permitido grandes fantasías en sus rótulos ni enunciados. Algunos hay: La Creación, El Sol, La Campana de Oro, El Buen Tono, El Ciclón. ¿Evolucionará más la calle Alfonso? ¿Cuál será su futuro? Una joven representante de la generación actual nos lo dice. Es la señorita María Asunción Perrer, colaboradora de su padre en la dirección de un famoso comercio.

-La calle Alfonso continuará evolucionando siempre, adaptándose a los tiempos, como ha venido haciendo hasta ahora. Es verdad que algunas cosas se han quedado anticuadas, pero las que no afectan a su vida comercial. El comercio está al día.

Desde la climatización del local a la moda de vanguardia. Incluidas la que nos importan los turistas para pasmo y admiración de otra joven zaragozana, Mari Pili Alvira, que aprovecha el umbral de la librería Aragón para echar una ojeadita a cuanto pasa.

-La calle Alfonso -me dice ella- es la más divertida. Es donde se ve todo lo que pasa por Zaragoza.


¿Qué les parece? A mi lo que más me ha sorprendido es lo clasista que era la sociedad zaragozana hace unas décadas.

En fin, anímense y envíen sus recuerdos, vivencias, experiencias...  en torno a la calle de Alfonso I, una de las arterias de la ciudad.

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