¡Esta planta está a punto de explotar!



El pepinillo del diablo. Pepita Jazmín (un pseudónimo, sin ninguna duda) nos ha enviado esta imagen por correo electrónico. De pequeña, jugaba a tocar sus frutos con un palo y disfrutaba cuando explotaban. Su nombre científico es Ecballium elaterium, pero se la conoce popularmente como pepinillo del diablo. Es una planta cucurbitácea, prima hermana del pepino de toda la vida, pero que ha desarrollado una forma muy práctica de expandir sus semillas: el fruto, al recibir el más mínimo impacto, explota y envía las cápsulas a varios metros de distancia. La explosión se produce porque dentro del fruto el agua está encerrada a gran presión y tan pronto como se produce una fisura estalla. Para la planta es un modo muy eficaz de asegurar que sus descendientes no compitan con ella por el agua y los nutrientes del suelo: los hijos cuanto más lejos, mejor.


¿Qué son las semillas viajeras?


Las semillas viajeras son una herramienta de la flora para lograr que sus descendientes colonicen nuevos territorios donde crecer y desarrollarse. Gracias a estas trotamundos incansables, las plantas han podido extenderse por todo el mundo, a través de los más variados medios de locomoción, como la fuerza del viento, las corrientes de ríos y mares, el estómago de aves y mamíferos y la espesa pelambrera de los animales.


Las semillas que se desplazan por el aire disponen de un 'traje' especial para aprovechar al máximo las corrientes. ¿Por qué, si no, flotan por toda la ciudad, los vilanos de los chopos? Pueden ser “paracaídas”, como es el caso del diente de león, o 'aladeltas' de perfecta ingeniería, visibles en las semillas de olmo, ailanto, catalpa o pinos. En lugar de ser semillas desnudas, la planta madre las ha dotado de unos pelos, llamados tricomas, que las permiten elevarse y flotar durante kilómetros. Malas hierbas como la jabonera, la cerraja, la hierba cana o el matacán han logrado la máxima eficacia y son capaces de invadir enormes extensiones de pastos, para tortura de agricultores aragoneses. Un error muy común es confundir estas semillas aladas con el polen, como ocurre con los vilanos de los chopos, que muchos alérgicos temen y aborrecen. En realidad, las partículas que hacen estornudar, toser y producen picor de ojos son invisibles al ojo humano y, en el caso del chopo, ya viajaron en su momento desde la flor masculina hasta la femenina para fertilizarla. Del resultado de esa unión surgió la semilla alada, que no produce ni alergias ni urticarias.


Una ayudita de los pájaros


Las plantas también pueden enviar lejos a sus descendientes sin necesidad de dotarlos de 'paracaídas' o alas. ¿Por qué no viajar cómodamente en el estómago de un pájaro y asegurarse un traslado de kilómetros? El método es sencillo: basta con atraer al ave con jugosos frutos rojos o anaranjados, un color que el ojo de los pájaros distingue especialmente, y asegurarse que el sabor es tan agradable que la tragan entera. De este modo, plantas como las moras, cotoneáster, pyracantha o fresas, surcan grandes distancias, hasta que el pájaro se deshace de la semilla al defecar. En Zaragoza, el ave conocida como curruca y los jugosos frutos del aligustre han creado un 'matrimonio' muy productivo. Por un lado, el pájaro ha encontrado su alimento en este árbol, muy popular en los ajardinamientos de los años 90, hasta el punto de invernar en la capital aragonesa. Por su parte, el aligustre se expande y coloniza jardines públicos y privados por doquier. Un caso excepcional es el del muérdago, la popular planta epífita que crece en las copas de los árboles y cuyas semillas llegan tan alto gracias al viaje en el estómago de los pájaros.


Algunas semillas, más comodonas, viajan “acompañadas” por sus progenitoras. Unas veces, van rodando de aquí para allá, como ocurre con las populares capitanas, azote de los agricultores desde Siberia y hasta la pampa y habitual en los campos de cultivo aragoneses. Una vez cumplido su ciclo de crecimiento y reproducción, la planta se seca y muere. Pero en lugar de deshacerse en el lugar donde estuvo plantada, pierde las raíces y se convierte en una gran bola de maleza cargada de cápsulas que difunde por el camino. Otras plantas, transportan a sus semillas durante su crecimiento. Así ocurre con especies endémicas de Aragón, como la borderea chouardii, actualmente en peligro de extinción, que puede encontrarse en un muro de la Ribagorza. Esta planta, que germina en salientes de roca, hace crecer sus ramas hasta introducirlas en el muro, donde deja caer la semilla, ya lista para germinar.

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