Blog - Tinta de Hemeroteca

por Mariano García

A palos en Zaragoza por las creencias religiosas

desordenes
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Ayer Tinta de Hemeroteca se preguntaba si realmente los aragoneses somos tan honrados como nos pensamos (o como piensan algunos). Hoy vamos a preguntarnos por otro tópico. Mucha gente cree que somos un poco 'misicas'. Y puede que tengan razón, pero también es cierto que en pocas tierras ha arraigado tanto y tan fuerte el anarquismo como aquí. Quizá una cosa vaya unida a la otra, quién sabe. El caso es que hoy he querido recuperar una crónica especial. El 17 y 18 de julio de 1901 se vivieron en Zaragoza unos gravísimos incidentes entre los que estaban haciendo el Jubileo y grupos, muy nutridos, de anarquistas. La crónica de lo sucedido, que llevó un titular 'blandito' para la gravedad de los hechos ("Desórdenes ruidosos"), se escribió de urgencia, da la sensación que sumando párrafos según se iban conociendo datos o se recababan testimonios. Por ello, y pese a que pueda resultar confuso, he querido respetar el lenguaje empleado, y el uso simultáneo, que está en el texto original, de verbos en presente y pasado, lo que a ratos puede resultar confuso. Esta es la crónica de lo sucedido:

Antes de las nueve de la mañana ha llegado a la Seo el Capítulo del Pilar. Desde la salida de la catedral de Nuestra Patrona hasta el templo en donde debía organizarse el Jubileo, una masa de gente ha seguido al Capítulo cantando La Marsellesa y dando vivas a la libertad. Los que esperaban frente al palacio arzobispal han engrosado los protestantes y la algarada ha sido allí imposible de describir.

Nos dicen que el gobernador civil, cuando estaba ya la procesión organizada, ha rogado al Sr. Pellicer que la suspendiese en vista de la actitud de los que protestaban contra ella. El Vicario capitular ha pensado que era ya tarde para ello y la comitiva se ha puesto en marcha por la calle de don Jaime. Figuraban a la cabeza del Jubileo significados tradicionalistas, entre los cuales hemos visto al señor Cavero; seguían grupos de señoras y después los hombres y el Cabildo, cuyo terno presidía el Sr. Pellicer. Un crucifijo, banderas, estandartes y faroles llevados por niños de las Escuelas católicas completaban el cuadro.

Ignoramos si por casualidad o por hecho premeditado, al llegar el Jubileo a las casas que están en derribo para el ensanche de la calle de D. Jaime, ha tropezado la comitiva con un carro y ha tenido que interrumpirse la procesión. Mientras tanto, los gritos ensordecedores de los que protestaban iban en aumento y todo hacía pensar que la calma de los que aguantaban la lluvia de insultos había de acabarse pronto y que no tardaría en sobrevenir el choque. Los balcones estaban cuajados de gente y curiosos, de los que nunca faltan, hacen que presente la calle de D. Jaime animadísimo aspecto.

Con motivo del incidente del carro se han cruzado entre unos y otros frases que son presagio seguro de tempestad.

Cerca de la esquina de la calle de San Jorge un grupo de caracterizados federales esperaba la llegada del Jubileo dando vivas a la libertad y mueras al clericalismo. El Sr. Avedillo presenció desde allí el

desarrollo de los sucesos. En la plaza de Ariño ha habido alguien que ha soltado los frenos a un tranvía que iba hacia la plaza de la Constitución, y ha conseguido, arreando las mulas, alcanzar la procesión. Poco ha faltado para que los sacerdotes del terno perecieran aplastados por el vehículo. Los gritos, en 'crescendo'.

En la plaza de Ariño ha tenido también lugar el primer contundente encuentro, cruzándose algunos garrotazos entre los anticlericales y los del Jubileo. Un hombre ha caído al suelo y ha sido apaleado.

También en la plaza de Ariño ha sido donde ha empezado la dispersión de la comitiva, yéndose no pocas mujeres y algún sacerdote. No obstante, el núcleo principal ha seguido aguantando la grita, que frente a las calles de San Jorge y Mendez Núñez ha sido fenomenal.

Interrumpimos aquí la narración para irnos a la calle de D. Alfonso, que es donde se ha librado la verdadera batalla. Mucho antes de que el Jubileo llegase a tan importante vía se notaba desusado movimiento por aquella parte. Grupos de obreros recorrían las calles confluentes a la de Méndez Núñez en actitud más que sospechosa. Muchos corrillos discutían animadamente; se oyen con frecuencia vivas a la libertad y mueras al clericalismo y la frase: "No pasarán", parece ser el grito de los situados allí para impedir el paso de los que intentan ganar el Jubileo. Las tiendas están cerradas y al pasar un grupo por delante de casa del señor Arnaldes dando los consabidos vivas, grita uno:

-¡Viva la Religión!

No provoca el viva ninguna protesta y al poco rato se oye:

-Ya vienen-, notándose con este motivo un movimiento mayor de expectación que el que antes hubiera.

Sin incidente de mayor cuantía que relatar, si bien marchaba la comitiva un tanto desordenada, ha llegado el Jubileo a la calle de D. Alfonso, o mejor, ha llegado a la citada vía parte de la cabeza de la procesión, formada en su mayor parte por señoras y al frente de la cual iba el canónigo Francisco de Paula Moreno. Es imposible averiguar a ciencia cierta lo ocurrido en este momento. Los gritos de los anticlericales van en aumento; ármanse de ladrillos en una obra de la calle de la Torre Nueva, y se retiran hacia la plaza de San Felipe dispuestos, al parecer, a impedir allí que los del Jubileo hagan la primera visita. Llegar los primeros individuos de la procesión a la citada plazuela y librarse una verdadera batalla campal ha sido todo uno.

No se ven, desde donde presenciamos los sucesos, más que bastones enarbolados, se oyen gritos de las señoras, los vivas y mueras consabidos y una lluvia de piedras cae hasta distancias inverosímiles,

dado el lugar donde se libra la acción. A consecuencia de la pedrea son muchos los heridos, algunos de los cuales, la mayoría, se refugian en casas particulares, siendo asistidos otros, que luego diremos, en la farmacia de la plaza de Sas, propiedad del Sr. Hernández.

Cuando más empeñada estaba la lucha, se oyen en la plaza de San Felipe diez o doce disparos, que por el ruido parecían de arma corta. Se originaron carreras, hubo desmayos y las pocas tiendas que había abiertas se cerraron. La mayoría de las señoras desfilaron por la calle de Carrica, y no pocos de los que formaban la procesión se retiraron por la calle de D. Alfonso; cualquier accidente promueve carreras y sustos. Los que lograron ganar la puerta de San Felipe penetraron en ella hasta que las puertas se cerraron. A todo esto, el clero y terno llegaban por la calle de Méndez Núñez a la altura de las calles de las Vírgenes y del Pino cuando, desde la calle de la Libertad y de las travesías mencionadas, y aun de alguno de los balcones, ha caído sobre los sacerdotes una lluvia de piedras y se ha originado una confusión imposible de describir. Seguidamente se oyeron hasta diez disparos, sin que pueda precisarse de dónde salieron, aunque una de las versiones que hemos oído los supone disparados de la calle de la Libertad. Se nos añade que el grito de los que disparaban era el de "¡Viva la anarquía".

La otra versión de los disparos es la que atribuye algunos de ellos a alguno de los del Jubileo, que ha sido herido y luego ha tratado de defenderse haciendo uso de un revólver.

Puede en este momento darse por terminado el Jubileo, una vez que el clero se ha visto obligado a refugiarse por las casas que encontraba abiertas. El señor Pellicer se refugió en la casa núm. 5 de la calle de Méndez Núñez, y no pocos sacerdotes lo han hecho en las casas num. 3 y 11 de la misma calle. Los que llevaban los estandartes huyeron también, tratando de ponerse a salvo, y los anticlericales quedaron dueños del campo.

Una de las piedras ha herido en la calle de Méndez Núñez a un pobre muchacho que llevaba un farol. Recogido por un joven, ha sido asistido en una casa vecina.

Otra señora ha caído herida con dos pedradas, una en la cabeza y otra en el pecho, que le ha destrozado un alfiler de diamantes. Levantada por un sujeto del suelo, se ha vuelto airada contra los que la agredían y ha sido necesario un gran esfuerzo para reducirla y llevarla a una farmacia.

No sin gran trabajo hemos logrado entrar en San Felipe y Santiago. Cuando entrábamos en la iglesia había unas 150 personas, mujeres en su mayoría. El altar mayor, preparado para recibir la visita jubilar. También el altar del Santo Ecce Homo estaba iluminado como en los días de fiesta extraordinaria. Los gritos de la plaza tenían asustados a los que se habían refugiado en el templo y se buscaba el medio de procurar la comunicación con las autoridades. Por fin hemos respirado: se ha oído el trote de los caballos y nos hemos enterado de la llegada de la benemérita.

A las diez y media, uno de los sacerdotes que había en el templo ha dicho misa en el altar del Ecce Homo, que ha sido oída en su primera parte con gran recogimiento por los fieles. Mediaba la ceremonia cuando la puerta ha sido abierta con violencia, y los más tímidos se han precipitado en la sacristía. Por la reja que hay sobre la sacristía de la calle de Morata se ha encaramado un sujeto con gorra de seda color canela, que invitaba a los sacerdotes a salir asegurándoles que no había grupos en la callejuela y que la benemérita protegía la salida. Entre otras cosas que ha dicho se ha oído muy distintamente esta frase: "Salgan, padres, salgan sin cuidado, que no hay nadie. Me pueden creer porque yo también defiendo a la religión". Por fin se ha dado orden de que salieran las señoras, cuya retirada ha protegido la Guardia civil, sin que haya impedido la presencia de la benemérita la rechifla de los anticlericales.

En la farmacia del Sr. Hernández, plaza de Sas, han sido curados 12 heridos, entre ellos dos señoras.

Raimundo Sausa, macero de La Seo, herida grave en la ceja derecha.

Martín García, herida inciso cortante en la región temporal izquierda.

Daniel Lecha, contusión grave en el maxilar derecho.

Francisco Carrillo, herido en la región temporal derecha.

Mosen Agustín López, capellán de la cárcel, varias erosiones en la cara y una herida en la parte posterior de la cabeza.

Sinforiano Ruiz, heridas en la nariz y ceja izquierda.

Un joven curado en el Sanatorio de la Cruz Roja.

Martín Gómez, herido en la cabeza y contusiones en todo el cuerpo.

Andrés Valles Sancho, herido en la cabeza, de palo.

Pilar Castillazuelo, herida de piedra en la sien derecha y una contusión en el pecho.

Telesforo Monclús, herido en la oreja derecha, detenido en las oficinas de Vigilancia.

Francisco Castillo, de 18 años, herido en la cabeza, fámulo del Seminario Pontificio.

El médico sr. Gota ha sido el primero en acudir a la farmacia del sr. Hernández Alonso. Ha curado a uno de los heridos, que había recibido una cuchillada en un muslo.

D. Mateo López, médico de la Cruz Roja en aquel distrito, ha asistido a otros varios heridos en el mismo establecimiento, como asimismo los señores Arbuniés, García Julián (D. Agustín), Sesma y Arpal. Este último ha asistido también a un muchacho, herido de piedra, en la farmacia del Sr. Casas. En la de la señora viuda de Heredia han sido curados también algunos otros.

Gran número de personas se han situado frente a la farmacia de la plaza de Sas. Allí ha llegado el Sr. Avedillo y ha dirigido la palabra a las masas, mostrándose liberal francamente y diciendo que mañana no saldrá el Jubileo. Aplaudido frenéticamente, ha sido levantado en hombros.

Son muchísimos los sacerdotes que se han refugiado en distintas casas particulares. Allí se les ha llevado por sus familias ropa de paisano, trasladándose en coche a su domicilio respectivo, la mayoría. El Sr. Jardiel, con otro sacerdote, se ha refugiado en la calle de la Libertad.

La redacción del periódico El Noticiero ha sido apedreada y el redactor-jefe de dicha publicación, que iba en el Jubileo, ha recibido algunas heridas, que afortunadamente no son de importancia.

Hay paz material pero gran excitación en los ánimos. Los sucesos de esta mañana son el tema obligado de todas las conversaciones. La hora no nos permite confirmar versiones y por tanto renunciamos a transcribirlas.

Cuando quedaba muy poca gente ayer por la mañana en la iglesia de San Felipe, se practicó un registro minucioso, que dio por resultado el recoger 19 armas de fuego y blancas. El campanero de San Felipe y su hijo, a quienes se les ocupó dos pistolas cargadas, ingresaron ayer en la cárcel a disposición del Juzgado del Pilar.

Ya entrada la noche se situó en aquel punto un núcleo de manifestantes, que dio vivas y mueras creyendo que dentro de la iglesia estaban aún los encerrados por la mañana. Cuando se convencieron de su equivocación, gritaron: "¡A por los jesuitas!". Por el paseo de Santa Engracia se dirigió al colegio del Corazón de Jesús el grupo de referencia, en su mayoría chicos de la calle. Llegados frente al edificio de los jesuitas intentaron algunos de aquellos asaltar la verja de entrada. Pero no realizaron su intento. Contentáronse con entonar a coro La Marsellesa, gritar los vivas y mueras repetidos ayer tantas veces, y disparar seis u ocho tiros de revólver y pistola.

Llegaron a dicho punto una sección de infantería y otra de caballería de la Guardia Civil y el jefe de Vigilancia con algunos números a sus órdenes, y el grupo de chicos emprendió precipitada carrera paseo abajo, disolviéndose en la plaza de la Constitución. Nos aseguraron que el colegio de jesuitas estaba desalojado por completo. Que dichos religiosos tomaron el buen acuerdo de pasar el día fuera de su residencia habitual. No garantizamos el aserto.

En las calles céntricas de la ciudad reina completa calma a la hora de cerrar nuestra edición. El paseo de la Independencia está animado como de ordinario. Los cafés concurridos y lo mismo el teatro Pignatelli, único que hay abierto. En "El juicio oral" que se hacía a segunda hora, Pinedo ha cantado los couplets de D. Tancredo, en uno de los cuales se han hecho elogios del Gobernador. Ha sido muy aplaudido. El grupo intentó penetrar en el coliseo de verano con objeto de interrumpir la representación, viéndose obligado el representante de la empresa y porteros a cerrar pricipitadamente. Acabada la representación de "El juicio oral", iba a comenzar el debut de la 'trouppe luminosa', cuando ha penetrado en el teatro uno de los artistas que forman parte de la compañía del Principal. El público, creyéndole un sacerdote vestido de paisano, le ha obsequiado con una tremenda gritería.

Los manifestantes se han dirigido después del Colegio de Jesuitas al de las religiosas del Sagrado Corazón, donde han repetido los cantos, gritos y pedreas. De allí han marchado al de los Carmelitas, desarrollándose análoga escena y últimamente al convento de Santa Inés, situado junto a la plaza del Portillo.

Allí, después de prorrumpir en gritos anticlericales, han sonado voces de "¡a prenderle fuego!". Como por encanto han surgido del grupo materias combustibles que, aplicadas a la puerta, han surtido enseguida los naturales efectos. Bien pronto se ha visto claramente la llama, escuchándose el crujir de la madera por la acción del fuego. Las religiosas, atemorizadas, han echado a rebato las campanas, pidiendo auxilio. Acudieron varios serenos y vigilantes nocturnos, que han procurado evitar la propagación del fuego. Poco después ha aparecido una sección de la Guardia Civil, poniendo en dispersión a los manifestantes. Habíase acabado todo, y marchado la benemérita por considerar innecesaria allí su presencia, y todavía seguían las religiosas bandeando con vigor las campanas, para ahuyentar sin duda el gran pavor que la acción de las turbas infundiera en sus ánimos.

Cuando escribimos estas líneas -tres de la madrugada- se ha restablecido por completo la calma.


Y ahora el turno del lector. ¿Qué les parece esta crónica? ¿Refleja lo que somos? ¿'Misicas' o anarquistas'?


Y mañana...

El hincha zaragocista más popular de Torrero

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