Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

Madonna, la cruel batalla por el estrellato

Es algo penoso que el concierto de Madonna no haya impactado comercialmente en las taquillas zaragozanas como hubiera sido deseable y que al final se haya tenido que recurrir a artimañas poco menos que en plan ebay, pero a la baja: "vendo boli y regalo entrada para concierto de Madonna en Zaragoza" ¿La crisis? Puede. Pero quizá pueda más esa inapropiada ubicación en la explanada de la Feria de Muestras, que ha echado para atrás a un montón de gente. Desde la famosa noche de los Rolling, por si no se han dado cuenta organizadores y promotores municipales, esa explana está sentenciada, maldita. Hubiera ocurrido lo mismo, seguramente, con los Rolling, Springsteen o Sinatra resucitado.


Y ya digo, es una pena, porque los directos de Madonna son espectaculares. Su música será discutible. A mi, personalmente, no es que me encienda, pero hay un montón de canciones que me parecen de una gran calidad, desde los tiempos de "Like A Prayer", sobre todo. Hasta ese quinto álbum (contando el de la peli "Who's That Girl" y el de remezclas "You Can Dance"), la ambiciosa rubia era más bien producto para adolescentes, una artista con poco crédito musical aunque con una popularidad desbocada ya en medio mundo. En Zaragoza, yo mismo, recuerdo haber formado parte de un jurado, mediados los ochenta, para elegir a la 'madonita' local. Quedé asombrado ante la más de una veintena de chicas que se presentaron al concurso y la habilidad con que la imitaban en la ropa y en el baile.


"Ray Of Light" me dejó luego totalmente noqueado: melodías, ritmo y voz rayaban a una altura espectacular. La demostración, por fin, de que Madonna era algo más que un juguete para adolescentes poco exigentes. Y aún me sorprendió muchísimo la dulce versión que hizo de "American Pie", para terminar fulminándome con "Hung Up", la canción, pese a su hurto a Abba, seguramente más lograda y espectacular del pop bailable de esta década. Me encanta verla en las diferentes versiones en directo que poseo, la de los Grammy con Gorillaz especialmente. Bien es verdad que junto a ese gran puñado de canciones extraordinarias hay otro también grande de naderías; si no "de estupidez dominante", como malévolamente las calificó Mick Jagger, sí de una intrascendencia absoluta. La época post "Ray Of Light", con el dichoso Mirwais al lado, está plagada.


Aviso: no me gusta hurgar en las vidas privadas de los artistas, pero la de Madonna es una de las pocas excepciones, no por morbo sino porque en ella, en su adolescencia y juventud, está encerrado el gran secreto de su rol como gran figura de la música pop. Me refiero a los cuatro o cinco años, entre el 79 y el 83, que vivió en Nueva York luchando por el sueño de su vida: ser artista. Contra la furiosa oposición de su padre, llegó allí desde su Michigan natal con 19 años, 35 dólares en el bolsillo y una bolsa llena de mallas de baile. Sabía perfectamente donde se metía, por lo que de inmediato se colocó una belicosa armadura de guerra y autoprotección. Eso significó vivir entre borrachos y cucarachas, buscarse trabajos de todo tipo, posar desnuda, comer de la basura, estudiar en academias de ballet, presentarse a todo tipo de  castings, hacer cine erótico ínfimo, acostarse con decenas de tipos de los que no sabía ni su nombre, mostrarse egoísta, perversa y malvada con todo el mundo que le rodeaba, incluido el mismo novio que le enseñó los rudimentos musicales, traicionar a la primera manager que tuvo, pasarse noches enteras en las discotecas seduciendo a disck-jokeys para que pincharan la maqueta de su grupo, y follar como una descosida con ejecutivos discográficos para conseguir un contrato (aquí tenemos un apreciado bloguero que conoció bien de cerca aquellas noches locas de Madonna). En una ocasión hasta sufrió una violación. Una vida peligrosa, de filibustera urbana en busca de su objetivo único.


"Era la fresca más zorra y divertida que había conocido", confesó uno de aquellos múltiples amantes y también pareja musical, el productor John Jellybean Benitez. Eso conllevaba un carácter absolutamente borde, a que la armadura de Madonna no solo reluciera sino que la lanza estuviese siempre enhiesta para clavarla en cualquier cerebro  rival. Siempre iba dejando víctimas en el camino, diría una persona cercana, tal y como relata Randy Taraborrelli en la biografía no autorizada (Ediciones B / 2002). No le importaba otra cosa. Su instinto malévolo le llevó en una ocasión a hacer el amor con el batería de su grupo para que le echaran y poder sustituirlo por otro, por su primer ex novio. Ella misma había establecido la norma: si alguien del grupo follaba con ella, quedaba despedido.


Un carácter borde y duro como el pedernal. Era consciente de su maldad, pero le importaba un bledo. Ella misma se auto reconocía jocosamente como "ruin, insensata, grosera y desagradable", pero fue el dueño del sello Sire, que le firmó el primer contrato discográfico, quien definió su ambición con una metáfora magistral, afirmando que si Madonna tenía que atravesar un cementerio en una noche de viernes y trece con tal de llegar al lugar deseado, lo hacía. "Material girl". Una chica hecha a si misma a base de lanzazos, vendiendo su cuerpo y hasta su propia dignidad, aunque con el cerebro limpísimo para buscar y conseguir lo que quería.


No extraña que desde que lograra el éxito pasara factura a cualquiera que anduviese, o ande, a su alrededor. Aseguran que tiene un carácter intratable, que bajo esa piel virginal hay una dama de hierro y una empresaria dura como un tiburón de las finanzas. Las casas que posee están llenas de faxes y ordenadores para nada más levantarse revisar cuentas y dar órdenes bancarias. Como jefa artística tiene prohibidas las relaciones sexuales en su troupe de bailarines y músicos, y cuando sale o entra al escenario les tiene prohibido mirarla. A veces incluso ordena que se coloquen grandes lienzos para que no la puedan ver. El séquito de ayudantes, secretarios, criadas... que le acompaña en cada gira lleva a la reserva de plantas enteras de hotel... En fin, un exceso que simboliza el desquite de aquellos años de penurias neoyorkinas, según podría interpretar cualquier avezado psicólogo.


En el mundo de la música no hay caso similar, un caso de batalla tan dura para ser artista. Desde el punto de vista femenino, ¿cómo lo veis las blogueras que andáis por aquí? ¿Percibís que hoy en día habría muchas chicas dispuestas a hacer lo mismo que Madonna hizo para conseguir su objetivo?  Por cierto, espero impresiones pre y post concierto. Yo no voy a ir. Con REM, dije adiós definitivo al improcedente 'Air Arena' de la Feria de Muestras.

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