Blog - Tinta de Hemeroteca

por Mariano García

Así era el Barrio Chino de Zaragoza en 1934

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Llegados a este punto, querido lector, debo ser honesto. Si lo que esperas es vicio, depravación, sustancias alucinógenas, lujuria, callejones oscuros, bares patibularios o matones de esquina, mejor será que lo dejes aquí porque vas a acabar defraudado. Es cierto que en 1934 Zaragoza tenía una zona que todo el mundo llamaba el 'Barrio Chino'. Y es cierto también, como apuntaba el estudioso y bibliófilo José Luis Melero en una reciente entrada, que en aquella época había varios establecimientos 'de mala nota', como se decía entonces. Pero el ambiente debía ser mucho menos fiero de como lo pintaban. Vean, si no, el reportaje de Emilio Colás que publicaba HERALDO acompañado de ilustraciones del gran Guillermo, Guillermo Pérez. Lo reproduzco íntegro porque, aunque no hay vicio, depravación, sustancias alucinógenas, etc. etc., y pese a ser bastante largo, me parece con el interés y el ritmo suficientes para que, si ustedes disponen de 10 minutos, se lo devoren casi sin pestañear: 

Habíamos terminado de cenar y el café humeaba todavía en las tacitas.

A mis amigos -un matrimonio por amor- que se hallaban de paso en Zaragoza, no les seducía la perspectiva de pasar la velada en un cine. Y fue ella la que, haciendo un mohín delicioso, propuso:

-Me gustaría conocer lo más típico de la ciudad. Pero no me refiero a ese tipismo que se traduce en las piedras centenarias de un muro o en los hierros retorcidos de una reja. Ya conocemos mi marido y yo, por haberlo visto otras veces, el encanto de un claro de luna en el Arco del Deán, por ejemplo. Y la resonancia de nuestros pasos en la noche por esas callejas lóbregas del Boterón... Todo eso ya lo hemos admirado como se merece. Me gustaría esta noche ver otra cosa. Los bajos fondos zaragozanos, si es que existen. Me han hablado de que aquí, al igual que en Barcelona, tienen también ustedes un 'Barrio Chino'.

Nuestro gesto de asombro, al oir estas palabras, se diluyó bien pronto en una sonrisa.

-¿'Barrio Chino'? Por Dios, señora, a usted la han engañado como a una china. Como a una hija del Celeste Imperio. Lo que en Zaragoza llama la gente el 'Barrio Chino' no tiene nada de particular. Un par de callecitas estrechas con unos cuantos bares que están abiertos hasta la madrugada, y pare usted de contar.

-Sin embargo -arguyó el marido de la bella-, si ese es tu capricho, ¿por qué no complacerte?

-Bien -asentimos-. ¿Por qué no complacerle? Vamos, si ustedes quieren, a ver el 'Barrio Chino'.

Eran las once de la noche de un domingo. Desde el restaurant céntrico, donde habíamos cenado, no tardamos cinco minutos en encontrarnos en plena calle de la Verónica.

A la puerta de una taberna, dos borrachos discutían con el sereno. Mas allá, dos mujeres maquilladas bárbaramente reían las frases un poco soeces de un mozalbete. En una pared brillaban las letras del rótulo de un establecimiento.

-Si les parece -propusimos- podemos entrar aquí mismo, en este bar. Entramos y en su estrecho recinto se agolpaba una multitud heterogénea. Sentados a una mesa, en el fondo del local, unos flamencos trasegaban cañas de cerveza. Y, a los acordes de una guitarra, hábilmente pespunteada por Mariano Calvo, 'Maravilla II' -el que mejor toca la sonanta en el mundo, según dicho popular-, Miguelito, el de Cádiz,

un chavalillo espigado y fino como una damisela, se arrancaba por soleares:


Cuando paso por el templo

a Dios le 'pío' salud,

porque la poca que tengo

me la estás quitando tú.


La concurrencia rugía de entusiasmo y Miguelito el de Cádiz, después de enjuagarse los labios con un sorbo de La Zaragozana, se salió con esta seguidilla:


Morena tiene la cara

y los ojos negros

me ha parecido la Virgen del Valle

que está en San Telmo.


La verdad es que llevábamos allí media hora y !os paraísos artificiales no aparecían por parte alguna. Pero en esto que llegó otro cantador, 'El Niño de Santo Domingo', le llamaban, y pidió puesto en la reunión.

-¡Ahora me toca a mí! -dijo-. ¿Qué prefieren ustedes?

-¡Lo que te acomode, Niño!

Y el Niño, muy flemático y muy serio, cantó esta milonga:


En una reunión un día

muy alegre me encontraba,

y cuando ya amanecía

cuando más me divertía

mi hermano al portón llamaba,

¡Chache! Mamá se ha dormío

y no quiere despertar,

tiene las manos muy frías

y yo a pesar de la bebía

comprendí todo mi mal.

¡Por mi destino cruel

yo no pude ver morir

aquella mujer tan buena,

aquella blanca azucena

que tanto sufrió por mí!



Todos los circunstantes teníamos ya el corazón en un puño. Y mis amigos y yo decidimos abandonar aquel espectáculo.

Penetramos en otro establecimiento. Junto al mostrador, dos muchachitas bebían cerveza.

-¿Pero es que en este 'Barrio Chino' no se conoce otra bebida que la cerveza?...

Hasta el momento, el tipismo no se dignaba hacer su aparición. Fue la bella esposa de nuestro amigo la que nos hizo observar un detalle que valía la pena anotarlo. En un espejo campeaba escrito con blanco-españa el siguiente anuncio:


"Cubiertos económicos con tres platos,

pan, vino y postre, 1'5O pesetas".


¡Hombre!... Aquello estaba bien. Era un verdadero hallazgo. Por lo menos descubríamos en nuestra excursión que hay un lugar en Zaragoza donde puede uno darse un banquete por seis realitos.

Nos trasladamos a otro bar. Un grupo de toreritos zaragozanos hacían palmas junto a un rincón. Fijamos la vista en lo que podía ser aquello. Y 'aquello' era simplemente una gramola con un disco del Niño de Marchena que cantaba esta malagueña:


Ahí fueron mis quebrantos

en un hospital la vi,

allí fueron mis quebrantos,

quién había de decir,

mujer que yo quise tanto

¡iba a tener tan mal fin!


¡Menos mal que se nos ocurrió pedir unos chatos de manzanilla y de esta forma pudimos entrar en situación!...

Pero... a todo esto ¿dónde estaban los paraísos artificiales? Nos fuimos a otro bar muy postinero, situado enfrente. Nos acomodamos en una mesa y un camarero muy servicial, queriendo sin duda complacer nuestros gustos, nos advirtió al tiempo que nos servía:

-Ahora oirán ustedes de lo fino lo mejor. Es el Niño de las Delicias, que está ahí dentro con unos amigos.

Escuchen ustedes que esto es canelita en rama.

Pusimos atención y al poco rato aturdía los aires este fandanguillo:


Lo que dura una palmera

debía vivir una madre

lo que dura una palmera,

pa que un hombre puea tener

una mujer que lo quiera,

que no sea por el interés.


Deambulábamos por aquellas calles cuando se presentó un buen golpe de agentes de Vigilancia y guardias que entraban y salían por todos los establecimientos.

Nada... La búsqueda policiaca no había dado resultado alguno. Ni un mal 'chorizo'. Ni un triste espadista, ni un vulgar reventador de pisos...

La verdad, el matrimonio y yo estábamos ya un poco desilusionados.

Comprendimos nosotros entonces que esas lamentaciones que más de cuatro veces nos habían hecho algunos industriales del barrio estaban harto justificadas.



Recordamos lo que habíamos oído en cierta ocasión a varios propietarios de bares de aquel sector de la ciudad -Antonio Losilla, Emiliano Esteban, Ricardo Fraso y Manuel Gascón- que al interrogarles nosotros sobre la famita que gozaba la clientela que frecuentaba sus tiendas hubieron de decirnos:

-Mire usted. Se habla siempre más de la cuenta. Con frecuencia la Policía visita nuestras casas y puede ver que en ellas no hay ni peor ni mejor parroquia que la que pueda haber en cualquier establecimiento

de estos que permanecen abiertos toda la noche.

¡Era verdad!... Las apariencias, en ésta como en tantas otras ocasiones, nos habían engañado de medio a medio.

Nosotros habíamos recorrido -y en compañía de un matrimonio forastero, es decir, con una mujer- todos esos supuestos lugares de perversión y... no habíamos encontrado nada que no fuese lo corriente en las horas que vive la ciudad durante la madrugada. Público noctámbulo. Tal cual personaje equívoco. Y... eso

era todo...

Cuando regresamos a la plaza de la Constitución y acompañamos luego hasta el hotel a nuestros amigos, nos pareció oportuno deslizar en los oídos de la dama unas palabras, siquiera fuese para justificar el desencanto sufrido en nuestra excursión:

-Lamentamos que sea así, señora. Pero como habrá usted observado, en este 'Barrio Chino' zaragozano no hay paraísos artificiales de ninguna clase. No existen esos fumaderos de opio que hay en barrios análogos de grandes poblaciones. Ni se ve por casualidad ninguna vampiresa. Este, nuestro barrio, señora, es un 'Barrio Chino' de similar de 'guardarropía'. Para epatar en todo caso a cualquier lugareño que llegue a la ciudad en busca de unas sensaciones que no pudo hallar en la paz de su aldea. Simplemente porque en su aldea, como en todos los pequeños pueblos españoles, no disponen de un núcleo de gentes nocherniegas capaces de sostener con su gasto durante toda la noche media docena de establecimientos de comer y beber. Pero por lo demás, nada... Habrá usted visto que de lo que más consumo se hace es de cerveza y de almendras tostadas para mejor pasar el dorado líquido. Y que toda la novedad está en tres o cuatro cantadores de flamenco, que venden allí sus jipíos y unas docenas de mujeres pintarrajeadas que sortean sus falaces caricias. Sentimos mucho la decepción, señora. ¡Qué le vamos a hacer!...

-Pues entonces -saltó ella con ingenuidad-, ¿por qué han bautizado al barrio con un nombre tan exótico?

-¡Ah! No sabemos. ¡Como no sea porque en una casa de aquellas vive Juanito, el chino de los collares!...

Y en el silencio de la noche resonó como un madrigal la risa franca y argentina de la bella. El marido, en tanto, nos miraba pensando:

La verdad es que ustedes los zaragozanos, puestos a exagerar las cosas, no tienen nada que envidiar a los andaluces.

¡Y tenía razón!... ¡Barrio Chino!... ¡Con lo sencillo que es decir calle de Pedro Joaquín Soler, o calle de la Verónica!...


Ya lo ven. Creo que merece la pena. No hago otra cosa que leer que las entradas de los blogs han de ser breves, que una entrada larga cansa o aburre. Digo yo que aburre lo que es aburrido, y entretiene lo que es entretenido. En cualquier caso, el texto de mañana, no se preocupen, es más corto. 


Y mañana...

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