Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

Excesos emocionales

Hace unas noches, en el canal '24 horas', de TVE, un sociólogo de la Universidad Complutense de Madrid analizaba el fenómeno de la muerte de Michael Jackson y el de la presentación del futbolista Kaka en el estadio Santiago Bernabeu, dos actos prácticamente coincidentes. "Necesitamos alguien en quien creer", venía a resumir el sociólogo en cuestión para explicar la expectación colectiva levantada por ambos personajes. Y si hubiera habido al lado un teólogo o un jerarca de la Iglesia católica, probablemente, hubiera añadido que, en efecto, nos faltan referentes en los que creer porque hemos sustituido a Dios por ídolos terrenales, por nuevos dioses paganos y bla, bla, bla...


Sea lo que fuere, a mi todo esto, admitiendo la libertad de cada cual y respetando sus devociones particulares, me parece, sin embargo, algo fuera de lugar, excesos emocionales sin sentido, devociones pasadas de rosca. Y más, cuando justamente acabo de escuchar en la SER a una pareja española relatando una aventura increíble: sus dos o tres semanas  rastreando la zona de Los Ángeles para dar, el año pasado, con el paradero de Michael Jackson y felicitarle por su cumpleaños. El  'deporte' favorito de esta pareja, además de saber su vida y música de pe a pa, era perseguir al mito fallecido allá por donde anduviere. ¡Hasta conocen perfectamente las caras de sus guardaespaldas! Qué locura.


Da la impresión de que vivimos en la sociedad del exceso, en un mundo donde todo, seguramente que atizado al máximo por los medios, se sobrevalora y se magnifica hasta extremos febriles, trastornados. Más, en la música pop, tan llena de mitos e ídolos de todo tipo. Una sociedad sumida en la superficialidad y el delirio: sus gestos de veneración a músicos y futbolistas se tornan en ignorancia ante científicos, poetas o premios Nóbel.


Confieso mi pasión por la música, por los discos, por los conciertos, por un montón de artistas y grupos, confieso incluso que he llorado montones de veces escuchando una canción..., pero también confieso mano en alto que jamás he hecho ni haré cola de dos horas para comprar una localidad como nunca me he apostado ni me apostaré a la entrada de una tienda a las 12 de la noche para conseguir un disco determinado, no digamos colocarme dos días antes a las puertas de un estadio para conseguir primera fila o pasarme horas y horas ante las puertas de un hotel para avistar a un ídolo. Está fuera de mis concepciones existenciales.


Para mi la música es un sentimiento más interior que exterior, no necesito ni he necesitado alharacas gritonas, ni cultos externos exagerados, ni extravagancias persecutorias, ni la histeria que la rodea. Pero igual es que soy muy raro o muy marciano. ¿Tú cómo lo ves? ¿Has llegado a hacer algo fuera de lo común, por no decir delirante o raro, por culpa de alguno de estos nuevos 'becerros de oro'?

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