Blog - Tinta de Hemeroteca

por Mariano García

El misterio del labrador poeta de Santa Isabel



Ahora que inauguramos una nueva  edición de las ferias del Libro de Huesca y Zaragoza, Tinta de Hemeroteca quiere sumarse a la fiesta de las letras publicando aquí el caso de un escritor olvidado. Muy olvidado. Y... ¿escritor...? Bueno, parece que a los lectores de este no-blog solo les atrae lo raro, lo bizarro, lo inverosímil. Y una de las noticias literarias más curiosas que ha publicado HERALDO es la de un joven labrador poeta que vivía en Santa Isabel a principios de la década de los años 30. Se llamaba Daniel Andreu y un buen día se acercó al periodista Emilio Colás para, cosa frecuente, darle unos escritos suyos pidiéndole que los valorara. Colás, cosa también frecuente, los metió en un cajón y se olvidó del asunto. Meses después, algo debió ver en aquellas cuartillas para que decidiera dedicarle un reportaje. Más que la calidad literaria, debió llamarle la atención la desorbitada ingenuidad del personaje. Su bondad. Y si no, juzguen ustedes:

Daniel Andreu. Veintitrés años. Nacido en un pueblecito de nuestra provincia, Val de San Martín, del partido de Daroca.

A los cinco años sus padres se trasladan a Zaragoza y toman en arriendo unas tierras del barrio de Santa Isabel.

El chiquillo asiste diariamente a la Escuela del Lugarico de Cerdán, que en aquel entonces regenta la maestra doña Angelita Cortés, actualmente profesora en una escuela del Arrabal. Con doña Angelita aprende las primeras letras. Pero ¡ay! que la vida del campo, para quienes de él viven, exige los mayores sacrificios y las más grandes renunciaciones.

Todavía es un rapaz Daniel, que no se ve en el suelo, cuando es apartado de la instrucción primaria. Hay que ayudar a las faenas de la casa. Dar de beber al ganado. Recoger y limpiar la era en época de trilla. Aparejar las caballerías...

¡Oh! No creáis que un chiquillo, por muy chiquillo que sea, no desempeña su buen papel en el teatro del campo. 

Y así va creciendo Daniel. Haciéndose un mozo. Pero no un mozo como los demás. El no interviene en juegos ni en rondas. Todos los ratos que el trajinar diario le dejan libre, Daniel coge y devora cuantos periódicos y libros caen en sus manos, sobre todo si se trata de versos. Los versos le entusiasman.

Sus padres, muchas veces, se ven obligados a reñirle.

-¡Daniel!... ¡hijo!... que mañana tienes que madrugar...

Y el mozo, sentado en un banco de la cocina, bajo la ancha campana y al calor del rescoldo, pasa las veladas del invierno entregado a su pasión favorita: la lectura.

Pero un día cruza por el camino de Daniel una baturrica. Una de esas mozas que se crían en la huerta zaragozana y que llevan en su cara todos los colores de las frutas en sazón.

Daniel queda prendido en los encantos de la moza. Comienza el idilio. Un idilio que no habrá de verse interrumpido por nada ni por nadie.Y es entonces cuando florece el milagro. Porque Daniel quiere obsequiar a la mujer de sus sueños con algo más que vana palabrería.

-¿Y si le dedicase unas coplas? -piensa el joven.

Pero unas coplas suyas inventadas por él, para que tenga más mérito la ofrenda.

Entonces Daniel, todas las noches, se retira a un rincón de la cuadra para que los suyos no adviertan la chifladura que le ha entrado de repente y puedan reírsele. Allí, junto al arcón que guarda los piensos, instala su despacho. Una mesita rústica como él. Un taburete. Un candil para alumbrar sus elucubraciones. Y tintero, pluma y papel. 

-¡Rediezla!- exclama el mozo, cuando ve la facilidad con que traslada sus pensamientos a las cuartillas-. ¡Esto de escribir versos es casi, casi, coser y cantar!

Efectivamente. Las coplas salen de la pluma de Daniel como de un cesto las cerezas. Ensartadas unas de otras. Cantares socarrones como estos:


La mujer es una fruta

que nadie puede entender,

cuanto mejor cara tiene...

peor es el proceder.

Cuando me miran tus ojos

noto por todo mi cuerpo

un hormiguillo, que paezco...

una moto en movimiento.


¡Vaya tela! En fin... En el reportaje, ilustrado con fotos de Daniel Andreu escribiendo, segando y posando en la puerta de su casa, se aseguraba que, además de los cantares, había escrito varios cuentos baturros en prosa y una novela, titulada 'Amor firme o la vida en el campo'. Confieso que nunca había oído hablar de Daniel Andreu, pero quizá algún lector bibliófilo o amante de los libros viejos, puedea aportarnos algún dato más sobre su trayectoria literaria. Si es que la tuvo, que es un misterio.


Próximamente...

El ferroviario de Samper que fue récord del mundo

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión